Yo siempre era de los que iban arriba. Pero los héroes de verdad eran aquellos que nos sujetaban, y los ojos espectadores estaban pendientes de los agarrones y quiebros de los pequeños, si bien no dejaban de observar el poderío de los soportes. Las apariencias siempre engañan. Las estructuras pueden pasar desapercibidas, pero sin ellas no se alzaría edificio alguno. Un edificio aparente, una fachada espectacular, la distribución de las alturas no tendrían seguridad ni futuro sin una buena cimentación. En estas batallas de recreo -que igual podían ser combates de jinetes que raids aéreos- los de abajo daban la medida de su fortaleza corporal. También de su estabilidad. Sin tal firmeza, sin ese asiento al suelo bien fraguado, el elemento superior corría riesgos. Oh, el equilibrio, que apuesta entre la fortaleza de unos y la agilidad de otros. ¿Era solamente esta última la que podía acabar con el opuesto?
Cuando muchos años después estudié aquello de basamento, fuste y capitel comprendí nuestro juego infantil. Establecí paralelismos. La disposición de los cuerpos que sustentaban a la parte superior, dinámica, de menor peso y agitada, dependía además de una correcta distribución de fuerzas sobre el suelo. La pugna de los competidores superiores dependía de la estabilidad, más inteligente que gruesa, de los pilares. Malo si la sujeción se bamboleaba, pues el que se apoyaba en sus hombros perdía a su vez el equilibrio. Y con equilibrio inseguro solo le quedaba el recurso de agarrarse desesperadamente al enemigo, lo cual no garantizaba triunfo alguno. Pues la quiebra no residía en el desplazamiento de los jinetes sino en el descentramiento forzoso de las caballerías. El combate en el juego es un trasunto del que se libra en las guerras de verdad o de la lucha por sobrevivir en la vida cotidiana, no menos aguda. Competición y competitividad van de la mano. ¿En qué momento se confunden para en lugar de ser aliadas convertirse en antagónicas?
Los humanos somos competidores y competitivos desde que cogemos la teta de la madre. Toda la existencia nos la pasamos compitiendo por cualquier cosa, contra cualquier persona, ante cualquier situación que se preste a nuestras intenciones por obtener algo. Probablemente la esencia de la guerra sea esa y ya en las peleas callejeras de infancia se hallaba el rasgo distintivo del animal que todos sin excepción llevamos dentro.
(Fotografía de David Seymour)
La única diferencia con los animales, es que nosotros somos conscientes de ello. ¿O es puro instinto?
ResponderEliminarEn nuestro caso no me cabe duda que instinto y conciencia van de la mano, pero no siempre a la par.
Eliminar"Las estructuras pueden pasar desapercibidas, pero sin ellas no se alzaría edificio alguno": em fas pensar en aquells edificis "de disseny" que creixen amb la forma d'una piràmide però del revés, una autèntica bestiesa, com la de les guerres...
ResponderEliminarLa técnica permite hoy día erigir edificios inconcebibles en otros tiempos. Y sin embargo en la Antigüedad ya fueron muy vanguardistas en muchas partes del mundo, aunque fuera reservado aquel arte para las minoría de poder y riqueza.
EliminarEse juego era genial.
ResponderEliminarY si, llevas razón, tenía más importancia la base que no el guerrero.
Habían buenos equipos. Yo fui de los perdedores reicidentes, ni era musculoso el fuste, ni valiente mi persona.
Resultado, siempre eliminados. Nunca podré recordar un triunfo, bueno, si, una vez, que sin querer le metí una patada en la entrepierna a un abusón. Allí los perdedores nos pusimos de acuerdo.
Salut
De los perdedores reincidentes será el reino (alguno, no sé cual, probablemente el de la conformidad)
EliminarA veces sucede que la realidad va conta la lógica. Yo recuerdo que no eran los más fuertes físicamente los que estaban abajo. Arriba, siempre, los que dominaban el grupo. Aunque se desestabilizara. Una de las primeras lecciones de vida.
ResponderEliminarHabía de todo entre los de abajo, pero por regla general yo recuerdo a los más consistentes de cuerpo e incluso a los torpones, pero en aquellos tiempos las fortalezas todavía olían a la década siguiente a la de la posguerra y el español era medio muy medio.
EliminarIngeniosa relación mental, si señor.
ResponderEliminarUn juego que nunca estuvo presente en mi entorno. Ahora bien, conociendo mi percal congénito habría elegido el lugar inferior para establecer estrategias estructurales. El problema sería para “el supuesto caballero“ a mi grupa, que si torpe una sacudida con relincho nos haría perder la partida oficial y me libraría de cargar jinetes comunes, solo caballeros valientes, los menos. Ahh si los jamelgos hablaran!!
Bueno, no sé si los de arriba espoleábamos a los caballo, seguro que sí, o algo parecido.
EliminarEs como el embrión de los castells catañlanes. Una diversión infantil que daba fe de la fuerza de aquellos niños. Y del equilibrio.
ResponderEliminarUn abrazo, y feliz día
Pues no se me habría ocurrido, eso me hace pensar que los castillos de naipes...Curiosamente España es un territorio plagado de castillos -ahora muchos en ruinas, otros no- pero alzar castellets parece que se quedó en una zona peninsular solamente.
EliminarYo no recuerdo jugar a esto, debéis ser todos muy mayores. Veo que ,contrariamente Darwin, la evolución , en ocasiones, da pasos agigantados. O quizás, cuando yo jugaba, el piso era acera o asfalto y las caídas eran más duras.
ResponderEliminarHe mirado videos de tu anterior entrada y he creído adivinar desde otra perspectiva, el dintel en su sitio. Imagínate las vidas que se han salvado con casco o sin casco.
Y no soy tan joven, lo que pasa es que soy de ciencias, de hecho,mirando tu foto de perfil, debo ser un par de años mayor que tú.
Ssludoss
Pues no sé qué decirte. En tiempos actuales, según fotografías, el dintel de ese templo sigue como en la fotografía antigua. Supongo que consolidado, como suele hacerse con las ruinas.
EliminarRespecto a los juegos de recreos o de patios vecinales o de calles los hubo de todo tipo. Primaba más la intervención de los individuos que los objetos. Como mucho alguno tenía un aro. Pero era muy interesante aquella variedad de juegos grupales y las conversaciones sobre la película del domingo.
Acaba por ser um jogo de força, de resistência. É o princípio de qualquer tipo de guerra... o mais forte vencer o mais fraco...
ResponderEliminarNão me lembro de ter visto este jogo... Mas lembro-me, sim de tardes de Verão passadas na rua, sem preocupações.
Beijos e abraços
Marta
Así era, Marta, juego de fuerza, de resistencia, de equilibrio, de habilidad. Acaso de la impresión de ser un juego bruto, pero en los Juegos Olímpicos hay deportes mucho más duros. Tenía su encanto, su emoción, al menos entre los varones.
EliminarLas tardes de verano de infancia...qué lentas y apacibles, aunque de niños siempre pedimos más.
Buen día.
Gracias por rememorar recuerdos gratos. Yo era bastante torpe porque las gafas me limitaban mucho. Ahora que ya no las llevo no me veo con fuerzas para semejantes combates.
ResponderEliminarCuando no es una es otra. Siempre limitados por una parte, pero receptivos ante el todo. Se agradece tanto recordar...
EliminarHoy día, no permitirían jugar a este tipo de batallas. Bueno, quizás si, pero con casco, rodilleras y protección para los codos. Nike sacaría unas zapatillas especiales para no dañar al potranco de turno y posiblemente el combate sería retransmitido por Youtube.
ResponderEliminarQue asco de generación!! No saben sufrir.
Ya lo dice "Manel" (99 años): Esto solo lo arregla una guerra.
Jejeje...
No te quito razón. Hoy tendrían que ir pertrechados, asegurados y políticamente correctos, además de toda la parafernalia de marcas ad hoc.
EliminarJó con Manel, qué sensible el tipo.
los viejos recuerdan y de eso viven
ResponderEliminarLa experiencia generalizada dice que el recuerdo siempre es nutritivo. A cualquier edad.
EliminarNi jugué ni vi este juego pero imagino que no era para todos. Quizás me hubiera animado a ir de jinete, por mi pequeña contextura. De base no duraba dos minutos jaja
ResponderEliminarLos juegos tenían, tuvieron, sus tiempos, sus ritmos, sus modas, su adecuación a las estaciones del año. Y los años iban pasando y se renovaban juegos, ejercicios y deportes varios. Al menos eran baratos. Caídas y golpes aparte. Buena jornada.
EliminarVoy llegando a la conclusión que leer sin escribir
ResponderEliminarno me lleva a los mismos sitios que leer escribiendo
Una reflexión interesante.
EliminarCompetidores, competitivos y competentes. Ahí radica ese instinto que mencionas. Basamento, fuste y pericia. El equilibrio entre las tres determina la vida de cada uno.
ResponderEliminarSi no smide uno mismo en cuanto a su capacidad, léase competencia que no competitividad, no sabrá nunca a lo que puede enfrentarse porque eso equivala medir la base y el fuste. De lo contrario estaà condenado a perdedor, sea cual sea su ética. Desgraciadamente, claro.
Muy interesante Fackel esta comparación tuya.
En mi calle los chavales jugaban a esto pero también a "Churro, mediamenga, mangotero" y la estrategia era la misma. A las chicas nos estaba vedado pero yo siempre me entrometía y pedía participar, cosa que a veces conseguía con el pretexto de que pesaba poco. Ya ves me aprovechaba de la situación.
Salud, Fackel.
Anna Babra
Sí, a veces somos competentes, pero esto viene de competer y no de competir, aunque en el camino probablemente se encuentren los verbos.
EliminarMedir las fuerzas de uno mismo, las capacidades, vamos, lleva toda la vida en cierto modo. Unos empiezan a ser conscientes de ellas pronto, a otros les cuesta más, a base de mamporros y fracasos parciales, los aprendizajes son desiguales, en tiempo y en contenido. A eso hay que sumar que son varias las áreas de intervención del ser humano. No en todas mantenemos el tipo, no en todas ni mucho menos damos respuestas adecuadas -competentes- y es de osado competir sin valorar las fuerzas personales. Claro que en ese intento muchos hemos aprendido, no obstante el momentáneo error o frustración. Todo acto humano proporciona materia de reflexión, y lo bueno sería no tropezar demasiadas veces en la misma piedra, algo difícil de conseguir.
Sí, el juego que citas yo lo practiqué en abundancia, ya fuera en ese plan de acumulación de unos chicos sobre otros, ya en el otro del burro, saltar a otro, cuyo riesgo dependía de la altura y envergadura del que hacía de burro y de la técnica del que saltaba. En fin, cuántas culadas y malas caídas y nunca tuve una simple fractura en mi niñez. ¿Suerte o constitución física, también llamada encarnadura?
Avanti, Anna. Por la memoria útil.
Fáckel:
ResponderEliminarme ha gustado mucho tu entrada (no es que las otras no me gusten).
Una buena base es fundamental y tener un buen equipo.
Salu2.
Aunque yo de los equipos de altura me fío poco, solo prima el money. El fútbol, por ejemplo, es una vergüenza indigna.
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