Ahora que soy tan mayor me acechan los recuerdos del lejano pasado, más resentidos aún por las noticias que llegan de la desgracia acontecida en mi adorada ciudad de acogida. Fui la preceptora de Aulo el hijo de Fabio Rufo, miembro notable de la Curia capitalina. Mis conocimientos, aprendidos en la lejana Pérgamo, me fueron útiles en la vida de éxodo forzado. Mi actitud, algunos dicen que aptitud, para enseñar siempre la percibí satisfactoria. ¿No hay algo más motivador que además de seguir aprendiendo para ti misma puedas transmitir a otros tus saberes? El noble Fabio Rufo me encargó la enseñanza de las artes de la escritura, la interpretación de los textos leídos, las técnicas del cálculo y la disposición de los volúmenes de los objetos a su pequeño y protegido hijo. No obstante, puesto que compartía mis ideas respecto a la conducta que un hombre debe tener en la vida, y viendo que en modo alguno mi criterio iba contra las leyes del Imperio, confió rápidamente en que inculcara en su hijo algo más que sólidos conocimientos técnicos. La solidez de una conducta adecuada y el ejercicio del saber manifestarse y compartir es más consistente, solía repetirme. Cuando tomó aquella decisión, que a mí me llenó de orgullo íntimo, y que cuidé de preservar, algunos le dijeron: ¿Cómo, Fabio? ¿Encargas a una mujer la instrucción de tu hijo? ¿Acaso no ves que puede ejercer sobre él una influencia de por vida? Pero el noble senador salía en mi defensa, que además era la suya propia. Confío en la sinceridad de Teófila y en su habilidad para explicar los conocimientos. Respaldo su buen entender acerca del talante que un individuo debe sostener en esta vida, si no para ser absolutamente feliz, sí al menos para sobrellevar con temple cualquier clase de vicisitud, sin que caiga en la afectación y el desánimo. Además, os diré lo que compartimos la mujer griega y yo. Las mismas enseñanzas recibidas de nuestros padres. Le replicaban con turbia intención: ¿Tal vez la oratoria? ¿O acaso el Derecho? ¿O bien la organización de los bienes, propios o ajenos? Y alguno más malévolo, además de zángano, cuyo odio a las mujeres le resultaba difícil de ocultar: ¿O puede que las mañas de la maquinación? Entonces mi señor zanjaba la imprudencia de aquella gente. Es más sencillo, amigos míos. Ella y yo, de padres diferentes, de orígenes distintos, de territorios alejados entre sí, de condición de clase tan opuesta, coincidimos en los mismos dones. Que nuestros mayores nos enseñaran a leer, a escribir, a escuchar. Todos le miraban con cara de conmiseración e incluso de cierto desprecio. Él matizaba. Y sobre todo, que nos enseñaran a madrugar. Y lo decía con tal aplomo que ninguno de los que habían tratado de ponerle en un brete era capaz de abrir la boca. De alguna manera aquellos se sentían víctimas vergonzantes también de un reproche oportuno.
(Fresco de la gran sala de la Villa de los Misterios, de Pompeya)
Cuántas veces seguir el curso de lo que hay que hacer según las normas de la sociedad nos aparta del camino que mejora el mundo.
ResponderEliminarHay normas obsoletas y hay normas no dictadas que abren caminos.
EliminarHay normas obsoletas y hay normas no dictadas que abren caminos.
EliminarCoñe! que bien me suena esto.
Ya, pero luego cuenta el tiempo. ¿Disponemos de él? Da igual, otros llegarán.
EliminarUn pequeño homenaje a las docentes. Nada más importante que la educación en la formación de las personas. ¿Para qué enseñar valores y principios éticos a los alumnos? Eso pensaría la carcundia nacional, que siempre la hubo. Y la respuesta es evidente: pues precisamente para que no se conviertan en personas como vosotros.
ResponderEliminarCuriosamente, en este oficio -sobre todo en los niveles más elementales-, en el que tuve la oportunidad de ejercer durante treinta y siete años, siempre hubo más vocación femenina que masculina, a pesar del machismo reinante en la sociedad patriarcal que muchos padecimos. Será que socialmente no se consideraría muy viril atender a niños que aprenden sus primeras letras, y dejar el puesto a las mujeres. Siempre recordaré a mis primeras maestras.
Un saludo, Fackel.
Tal como dices, aunque no me he dedicado a tal oficio he tratado con muchos maestros y profesores, incluso los hay en la familia. Había carreras consideradas más femeninas -la de Letras, por ejemplo- en que las mujeres multiplicaban por cuatro a los hombres. En fin, que el segregacionismo ha existido hasta hace dos días. Yo también recuerdo al primer maestro que tuve, pero ya sabes que en aquellos tiempos hubo de todo. Profesores que ayudaban y enseñaban y otros que se limitaban a cumplir y no tenían pedagogía, y encima cateaban. En fin, o tempora.
EliminarLos hijos, todos, no quieren consejos, quieren ejemplos.
ResponderEliminarSalut
Buen aforismo. Y no siempre los ejemplos se entienden y se siguen, aunque sean bienintencionados.
EliminarEse llevarnos a tiempos que pudimos imaginar como lejano, es un ejercicio precioso. Me gustan estas incursiones, la verdad. Interesante, como siempre.
ResponderEliminarUn abrazo, y feliz tarde
¿Por qué no volar al túnel del tiempo? Ya que no vamos a ver una época tal como fue y por lo tanto no podamos entenderla, al menos imaginemos. Si hay cierta investigación que desentraña el pasado, pues aprovechemos. Gracias por leer.
Eliminar¿Por qué una mujer?¿cómo confiar la educación de un niño a una mujer?Y ¡cuántas veces se demuestra las virtudes de la mujer para enseñar, para escuchar, para hacer frente ante la adversidad.
ResponderEliminarEnseñar y no aleccionar, mostrar y no inducir. Algo que jamás se pensó que la mujer enseña sin ningún tipo de artimañas.
La que enseña, en remotos tiempos y la que enseña en nuestros tiempos. Tan dotadas, tan aptas y tan sabias.
Saludos
Nada que añadir a la precisión de tu comentario, el cual suscribo. Gracias, Rosa.
EliminarQué buena enseñanza, además de justa, has visto en el niño que lee bajo la supervisión de la instructora o Preceptora, en la gran sala, de los Misterios de Pompeya.
ResponderEliminarAfortunadamente Pompeya no era Roma, y tal vez un noble podía escoger más libremente al docente de su hijo. Seguro que no era una elección sencilla, por la doble razón de que eran muy contadas las mujeres cultivadas y por los argumentos machistas, que has expuesto y que con altibajos han recorrido la historia casi hasta el siglo pasado.
Gracias a tu perspicacia, Pompeya sigue impresionando hoy día.
Un abrazo.
Sigue sugiriendo, motivando el conocimiento, sorprendiendo porque además hubo otras Pompeyas anteriores, por ejemplo la de los oscos, un pueblo que no era romano. Y mucho antes de otras procedencias. Y no solo es lo enterrado lo que depara sorpresas a arqueólogos, historiadores o visitantes, es sobre todo los avatares padecidos. Que casi un siglo antes tuviera una guerra casi civil con Roma, en que está venció pero al menos los pompeyanos lograron ser romanos de pleno derecho (algo que querían desde hacía tiempo) Y cómo antes de la tragedia decisiva del año 79 tuvieron un terremoto dieciséis años antes que también destruyó la urbe, aunque hubo reconstrucción.
EliminarGracias, JM, por seguir y comentar. Un abrazo.
Aquel FabioR. debía tener bien desarrollado y conectado su hemisferio derecho, al margen de otras características.
ResponderEliminarNo me cabe duda. Había hombres y hombres.
EliminarBonito homenaje a las maestras y a los educadores en general. Para mí una de las profesiones más complejas que existen.
ResponderEliminarUn saludo.
Sí, señor. Das en la diana. De las más complejas y a muchas bandas. Todo reconocimiento es poco.
EliminarSalud y que la tierra no tiemble, que ya solo nos faltaba eso.
Hola Fackel
ResponderEliminarUna entrada valiente limpia y clara
de un hombre
que sabe lo que quiere
y ese hombre
Eres Tú
abrazos desde el mar
Huy, qué difícil es saber lo que se quiere. O lo que uno hubiera querido. Gracias por traer oleaje salino, que falta hace en estos tiempos revueltos de mala voluntad.
Eliminar... La aptitud pero con la actitud; ahí el secreto de la enseñanza. Del éxito de la enseñanza. Amar el conocimiento, el saber, es mucho mas satisfactorio y completo si se comparte o se regala al que lo pide o lo necesita.
ResponderEliminarMuy muy interesante tu texto. Gabon,F.
Me parecía un matiz diferenciador. Tuve profesores, sobre todo en la Universidad, con actitud de saber para ellos y sus investigaciones, pero ninguna o escasa aptitud -y entonces nula actitud- para enseñarnos a los demás. O memorizabas aunque no comprendieras, o te suspendían. Espero que haya cambiado algo el sistema. No pongo en duda, o vete a saber, que hubiera catedráticos que amaran el saber pero su divulgación era penosa. ¿Otros tiempos que me tocó vivir? Puede. Hoy por lo que veo desde fuera de estamentos es que hay bastantes profesores universitarios que además de dar clase publican libros de acceso para la masa, digamos.
EliminarEgun on, Soco.
Admirable Fabio que reconocer la valía sin adornos de género. Es bien sabido que una buena maestra influye en nuestro destino. De cómo nos hayan tratado en la infancia respondemos cuando llegamos a adultos con nuestra acciones.
ResponderEliminarLo cual me lleva a ejercitar una introspección. No todo fue negativo en la larga marcha de la educación-enseñanza-impartición o lo que fuera que fue lo que recibimos. ¿Se podía haber sacado más jugo? Ah, misterio.
EliminarLa que enseña, el que enseña, debe poseer "algunos" conocimientos. Lo que de todos modos es imprescindinble es el deseo de continuar aprendiendo. Si tiene aptitud y su actitud es la que corresponde, cada día es un regalo en el que sus alumnos le llevan a aprender con ellos. Él o ella, les acompaña en el descubrimiento y les ayuda a adquirir el saber. Un gozo del que es difícil aprender a prescindir. Te lo aseguro Fackel. Vengo del oficio.
ResponderEliminarSalud.
Anna Babra
Valoro mucho esa idea o ejercicio que señalas. Y no me limito a la profesión de enseñante, sobre la cual ratifico lo que comentas. Y ya veo que sabes de qué hablas con conocimiento de causa.
EliminarSeguir aprendiendo en un oficio es fundamental, puesto que los conocimientos van avanzando, los métodos son cambiantes, las técnicas revolucionan todo, y los emisores y receptores son convulsos como nunca. Muchas veces pienso en los médicos. ¿Sabe más el joven porque está más puesto de lo último o se le supone que lo está? ¿O acaso uno mayor tiene buen ojo clínico en base a la experiencia acompañada por la información que le proporcionan las técnicas modernas para valorar un diagnóstico? Y etc. para cualquier oficio o profesión.
Bien estar, Anna.
"Y sobre todo, que nos enseñaran a madrugar": sembla una frase de Guardiola, "si ens llevem ben d'hora, ben d'hora (...)". Jo, per circumstàncies de la vida, he après a dormir tan com puc per trobar-me bé, i si no ho faig m'ho retrec. El món al reves!
ResponderEliminarHelena, perdona mi ignorancia, pero no encuadro a ese tal Guardiola en ninguna parte, por lo que no interpreto lo que dices. Buscaré en Google.
EliminarY lo de madrugar...qué importante ha sido y sigue siendo en un sentido extenso, no solo horario, que también, y es fundamental. Para los de mi época era parte de la enseñanza paterna con el ejemplo. Y no me quejo. Aún frecuento esa práctica, y no por eso duermo menos. El mundo al revés si nos dejamos.
Guardiola és l’ex entrenador del Barça!
EliminarJo no em llevo tard, però tampoc d’hora, necessito com el pa que menjo dormir unes onze hores, i no és per ganduleria. No es pot matar tot el que és gras.
Anda, cómo iba a caer yo en que era un personaje futbolero, disculpa.
EliminarY por supuesto que cada cual debe dormir lo que le pida el cuerpo, y todo consiste también organizar las horas. Bona nit.
Tal vez las mujeres de aquellos años no tenían vedados tantos caminos como hoy creemos (o nos contaron)
ResponderEliminarMe temo que sí, Neo. Pero siempre hubo clases.
Eliminarmagnífico texto y comentarios. Nada que añadir, que siga la "fiesta"!
ResponderEliminarPues seguirá de algún modo, pues vivir ya lleva implícito -pero no solo- lo festivo. Gracias.
EliminarFáckel:
ResponderEliminara todos los que denuestan a los maestros, habría que recordarles que deberían honrar a aquella maestra que les enseñó a leer y a escribir, porque les proporcionó las mejores herramientas. Que no las sepan utilizar, ése es otro cantar.
Salu2.
Absolutamente de acuerdo. Maestro/a de escuela o de familia. Yo las vinculo, en base a mi propia experiencia y sé que mis padres hicieron mucho o acaso más que el ajeno por mí.
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