Teisuke Ryu, marchante de obras antiguas y nuevas, se dirige a la capital a cerrar un negocio. Me interesan las artes de otras épocas, pero también los grabados que jóvenes artistas están llevando a cabo ahora, comenta con Tadahiko, un médico que se ha doctorado en la medicina moderna y que va a tomar posesión de su plaza en la ciudad. Aunque me dedico a comerciar con el arte le diré en confianza que no soy un gran entendido. Pero aprecio lo que me gusta. Es mi norma: aquello que me agrada y entra dentro de mí, me digo, merece la pena ser dado a conocer. Me agrada lo que dice, interviene el doctor, porque mis conocimientos son nulos al respecto y mi sensibilidad escasamente desarrollada para ese mundo que nunca he tratado de cerca. Mi experiencia no pasa del diagnóstico de enfermedades y de la disección de los cuerpos que se rinden a la vida. Ya ve, algo muy alejado del arte. O acaso no tanto, le replica el marchante. Piense que los artistas también intentan averiguar lo que hay tras los cuerpos vivos y cómo se relacionan estos con la naturaleza. Los pintores de este tiempo piensan también que todo es pasajero y en muchos casos fútil y tratan de representar la vida como algo evanescente. Pero yo creo que en el fondo saben captar lo que hay en cada uno.
Tadahiko quiere hacerse también el enterado. A mí me han dicho que según te acercas a la gran urbe hay muchas casas de té para descansar y también que los barrios de placer han crecido. ¿Tendrá que ver todo eso con una actitud ante la vida por parte de muchos? Sin duda, le responde Teisuke, que tiene sobrada experiencia como viajero de negocios. Cerca de donde nos encontramos hay precisamente una casa donde las mujeres que atienden son especialmente amables. Nadie te obliga a nada. Puedes solicitar sencillamente un rato de reposo escuchando canciones relajantes y tomando té, admirando el porte y la belleza de las jóvenes. Puesto que no sabemos si volveremos a vernos tras este viaje te propongo parar esta noche en una de ellas y aligerarnos del peso de nuestras misiones respectivas. Al joven médico no le pareció mal la idea. Tampoco había tenido nunca la oportunidad de conocer de cerca el mundo de las geishas. Y lejos estaba de imaginar que iba a descubrir a una mujer que no lograba encontrarse a gusto en su ámbito ordinario.
Puedes ver un relato sobre la geisha del espejo en Chitón:
(Grabado de Suzuki Harunobu)
Adivino una aventura amorosa a las puertas.
ResponderEliminarPero sospecho que va a ser de puertas adentro, Marga.
EliminarEl viajero intuye lo que le puede deparar la ciudad, si bien el médico no sabe decirle mucho sobre ello, más que lo que conoce de oídas. Ya llegará, y si encuentra la casa de té, su amor por la belleza del arte será correspondido.
ResponderEliminarBonita historia. Un abrazo
Bueno, está bien que un lector o lectora como tú en este caso saque conclusiones y aporte a la ficción. Probablemente es uno de los objetivos que, queriendo o no, se pretende al escribir algo. Todo siempre permanece abierto. Y hasta lo muerto se puede revivir en una ficción. Buena jornada, A.
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ResponderEliminarSugerente. Abierto a un encuentro que se supone interesante y feliz.
Buendía, Fackel
Lo que para uno puede parecer cerrado para otro se abre. La perspectiva de la vida existe, otra cosa es que te pille o no, y a mí me sorprende que las manifestaciones existenciales están siempre enormemente abiertas. Nos puede tocar a nosotros, pero si no les tocará a otros. Mis pensamientos van por ahí últimamente.
EliminarEl médico debería haber conocido -salvando las posibles distancias tanto espaciales como cronológicas- alguna obra de Francis Bacon, donde el arte y la disección de cuerpos, con esas carnes abiertas en canal, van de la mano.
ResponderEliminarSaludos.
Pues no es mala idea, no. También los cuerpos de Lucien Freud se las traen. Por supuesto, todo ello en las antípodas de lo que el joven médico desearía encontrar en una casa de té. Salud, Cayetano.
EliminarEs delicado este relato...
ResponderEliminarParece que puede darse un encuentro diferente. Nunca se sabe...
Puede que el relato esté contagiado por ese mundo flotante...O que estos hombres son más sensibles de lo que cabría pensar, ¿no?
EliminarA veces nos cuesta comprender las sociedades que nos son lejanas. El caso de las geishas, que nos atrae tanto, me ha despertado siempre actitudes encontradas.
ResponderEliminarTal vez por eso leemos. Pero nuestra actitud no tiene por qué ser cambiar nada de esas costumbres, usos y conductas lejanas. El problema es que no hemos entendido, ni entendemos.
EliminarYo pienso que a pesar de
ResponderEliminartodo, ese encuentro sera
un hecho.
Besitos dulces
Siby
Muy bien por identificarte con el relato. Intenta desarrollar esa idea (qué perverso, ¿eh?)
EliminarDescobrindo a pintura de outras épocas é levantar o véu de outras ideias, de outras mentalidades. E, talvez facilite a compreensão do actual... Ou não... depende de cada um de nós...
ResponderEliminarInteressante.
Beijos e abraços
Marta
Es también buscar el lado humano común que tenemos entre diferentes culturas. La naturaleza humana que nos une (aspiraciones, pasiones, limitaciones, búsquedas, ansiedades, pérdidas, etc.) y que nos enseña que pueden varias las formas culturales con arreglo a las diferentes evoluciones concretas en cada lugar del mundo pero no cambian sustancialmente en aquello que nos empuja a estar en esta vida. Todo esto se comprueba leyendo literatura de cualquier tiempo y cultura. Las Mil y una noches, que son de procedencia india y luego tamizadas por lo árabe, enseñan casi todo. Y los textos bíblicos, por ejemplo, contienen una gran carga sobre el lado agresivo y avasallador, en menor medida afectivo, de los hombres, aunque van más encauzados en una interpretación épica que los de Las Mil y una noches.
EliminarObrigado y adelante, Marta.
El descubrimiento es siempre un valor. El médico lo alcanzará. Seguramente. Además el relato se mantiene con una elegancia extrema. No hay inperativos.
ResponderEliminarFackel, salud.
Un interesante punto de vista. Pero ¿y si la geisha se ha ido antes de que lleguen los viajeros?
EliminarSalud y lectura, Anna.
Muy buena pregunta. Pero ¿crees que eso es posible en ese entorno... ? Sospecho que no. De todos modos, sería otro relato. Tu decides.
EliminarSalud, Fackel
No es probable pero no es imposible.
EliminarOtro relato, hum, habrá que esperar a ver qué opina Chitón dentro de unos días.
Y tengo que retomar la historia del juez y compañía de los cuentos indómitos.
Geisha significa artista, persona (sha) que domina un arte (gei). Siglos antes de que se acuñara el término ya existían mujeres que vivían del espectáculo, como las bailarinas que actuaban para los samuráis en el siglo XII
ResponderEliminarUna valiosa y complementaria aportación, R. Estás en todo.
EliminarSi todos buscásemos el placer propio y el ajeno, sin dañar a nadie, el mundo sería de ensueño.
ResponderEliminarSaludos
Probablemente, pero de momento una entelequia, aunque lo cierto es que nos falta resolución para ello. Lo nuestro es un mero deambular, más que ser una búsqueda. Saludo, Luis Antonio.
EliminarNunca se sabe...
ResponderEliminarEl marchante lo tiene claro si es fiel a su "norma", pero ¿el médico? ufff en disección anatómica no entro:)))
Un abrazo Fackel
Hay más de un tipo de disecciones y anatómicas no son todas. Salud Ángela.
EliminarTotalmente de acuerdo, las hay incluso más incisivas.
ResponderEliminarEn efecto, en efecto, bien puntualizado. Buen día.
EliminarMe gusta esa idea del pintor que diseccione el interior psíquico del hombre.
ResponderEliminarSalu2.
Muchos pintores lo hacen, con cualquier forma y estilo. Que nos llegue más o menos su obra es otro tema.
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