"¿Y esta es la vida? ¡Estar perdidos, siempre perdidos! ¿Pero yo seré realmente el que soy? ¿O seré otro? ¡La extrañeza! ¡Vivir con extrañeza!
Roberto Arlt, Los siete locos.
Busco a la india vieja. ¿No está?, pregunta Jacinta. No, le responden. ¿Cómo? ¿Se fue? No, le dicen de nuevo. ¿Acaso recién se murió? Desapareció, sin más, entona más explícita la voz cavernosa de una vecina. Pero...no puede ser. Estuve hablando con ella hace escasos días, Jacinta insiste. La vida es así, apostilla buenamente la otra. ¿Usted no lo sabe? La gente puede desaparecer de un día para otro. Sobre todo aquellos que parecían eternos. Bien porque se hayan hartado o porque no quieren que les vean más. No sé qué decirle, a cualquier nos puede ocurrir. Jacinta enmudece, pero se rebela contra la aceptación del misterio. No la vi afligida, suelta. La vecina no cede en sus razonamientos genéricos. Hay desganas que se ocultan como hay procesiones que solo se llevan en las tripas...hasta que uno revienta. Jacinta se extraña de aquella actitud. Pero, ¿han dado parte a la autoridad? ¿Le queda alguien de familia? ¿La han buscado? La otra toma una azada y se la echa al hombro. Para qué, no es la primera vez, ya volverá, ella sabe. Y las desapariciones no son cosa nuestra. Además, la india anda anclada en su pasado. Quién le dice que no ha ido sino en busca de algo que perdió.
¿Pregunta por la vieja? La Chigua, doce años que dice tener, pasa por allí. La vi ir ayer por la senda torcida hacia el arroyo, explica sin esperar a que la confirmen nada. Lo hace muchos días, pero luego vuelve. ¿Acaso no sabe que todo el que vuelve es porque ha ido?, se regocija la niña. Pero si no volviera tampoco la echaría de menos nadie. Hace mucho que vive como si no viviera. Jacinta no tuvo tiempo de dar las gracias a la chiquita por la información, mientras pensaba qué hacer. Plantada como se había quedado a la puerta de la india permaneció abstraída, observando a la dicharachera tomar el rumbo de la escuela. Ya era tarde cuando pensó en decirle: avísame cuando haya regresado. Se asombró que el día le estuviera deparando ausencias inexplicables y reacciones tardías. Luego caviló sobre lo que había dicho la Chigua. La senda torcida al arroyo, la llama, como si solo hubiera un camino, como si el río estuviera constituido por un único punto.
Entonces a la cabeza de Jacinta le vino una vieja leyenda nativa que algunos atribuyen a aquel Ulrico Schmidl, cronista de los españoles, que dice que si se te aparece a la orilla de un río una adolescente que te ofrece beber agua mejor te alejes. Todo quien bebe de la concavidad de la mano de una muchacha oferente desaparece. Cuenta el cronista que lo escuchó de boca de los hombres más prudentes en uno de los poblados de la zona del otro río, el grande, el que puede llamarse río de verdad. Cuando Schmidl preguntó si eso sucedía por las buenas, le respondieron que la púber prometía que quien sorbiera de su mano podría ser otro. ¿Una joven puede prometer algo así?, insistió el cronista. Poder puede hacerlo, del mismo modo que se puede aceptar o rechazar tal propuesta, fue respondido. Allá quien crea a una niña. La trampa no está nunca en la aparecida, sino en el ansia de los hombres que quieren dejar de ser quienes son. Ulrico no salía de su asombro, lo relata él mismo, al ver que aquellos indígenas se veían tentados como las gentes del viejo mundo del que él procedía. Tentados por romper los límites de la existencia, bien fuera conociendo nuevos territorios, escalando en sus categorías sociales o dándose a nuevas actividades que les distrajeran de un destino que parecía irrevocable. ¿No sucedía lo mismo con muchos de los aventureros que habían llegado con él desde Europa?
Las leyendas son bonitas, pero se dan de bruces con la realidad, pensó Jacinta. Aunque hay que reconocer que es seductora la idea de invitar a quien se siente disconforme o hastiado a que intente ser otro. Un convite osado. Pero las seducciones ¿conducen a mundos reales? ¿O llevan a consumirse tanto al seductor como al seducido? Tal vez vivimos por inercia en una orilla de la vida, pensando que la alternativa no es otra que la muerte. Pero ¿y si hubiera otro lado de la existencia? Otro territorio que se abre fascinante para el decidido pero que le vuelve ausente a los ojos de aquellos a quienes abandona. Jacinta sintió escalofríos a medida que sus pensamientos se precipitaban vertiginosos, audaces. Entonces se arriesgó a tocar más fondo. ¿Pudo mi marido elegir otro camino porque el suelo que pisaba le resultaba inestable? ¿De eso iba lo que relataban los diarios del agrimensor desaparecido? Y Ordóñez, ¿recuperó un camino que había perdido en París o bien es su vida ordinaria en San Joaquín la que le tiene agotado y carente de ilusiones? La vereda torcida, decía la chiquilla. Por donde vio ir a la vieja. El río y sus caminos paralelos. Los desaparecidos que no queremos ver. Jacinta se dejó enredar en la suspicacia de sus pensamientos. Esta humedad tan cálida me confunde, se justificó.
(Fotografía de Silvia Grav)
Desaparecer, pues está bien si es por beber agua del cuenco de la mano de una joven ante un río. No se me ocurre mejor manera, si bien es bonito regresar, porque algo se vivió, algo nos dejó su huella. Jacinta, seguramente, lo sabe.
ResponderEliminarUn abrazo, y por la leyendas de los que registraban la conquista, que estaban impactados por todo, además.
Leyendas muchas de ellas inventadas, potenciadas por las impresiones y emociones de los recién llegados, como en este caso en que el llegado es el que escribe.
EliminarBuen día, Albada.
Ya sabemos que las leyendas tienen mucho de imaginación, de patraña, de realidades ficticias, pero qué sería de nosotros -sobre todo cuando éramos niños- sin ellas. Lo malo es cuando, ya de adultos, se nos quiere suplantar la realidad y tergiversar interesadamente los hechos pasados: "El ansia de los hombres que quieren dejar de ser quienes son."
ResponderEliminarUn saludo.
Así es, y fíjate que la mayoría de las trolas -fake news- que se cuentan ahora no alcanzarán jamás el plano elevado de una leyenda. Creo que cuando éramos niños las leyendas cumplían un papel pedagógico literario interesante. Puede que aún muchas de ellas no sepamos qué contienen de verdad y de mentira. Saludo de lunes.
EliminarNos movemos, desde siglos, entre el cuento, la leyenda, los engaños, las apariencias la niebla y lo que pensamos que es la realidad. Si a eso le añadimos la inmadurez, el no evolucionar hacia la consciencia, la tecnología de la realidad virtual, y el vivir "al otro lado del río de la vida", es normal que alguien pueda decir que nos hemos sido por la senda equivocada. ¿Dónde está el guía? Creo que, en general, lo llevamos en el interior... pero hay que aprender a usar las 4 neuronas y los ojos.
ResponderEliminarUn placer leer tus caminos y tus historias de ese país.
Un abrazo,
Acaso llevemos el guía en el interior, pero no siempre lo vemos. Ni el guía que esperamos que sea efecto de nuestra conciencia funciona siempre, ni se adapta a los cambios, ni nos avisa a tiempo...Yo al menos hace tiempo que no creo en guías externos, ni en guías nombrados como algo sagrado ni en guías de tres al cuarto y que parecen más para la confusión que para la claridad. El país no siempre es geografía exterior, acaso el país que aparece en el relato también es interior. Temas y detalles para esto, para comentar, y que yo agradezco que lleguen de tu criterio. Salud en la nocturnidad.
EliminarAl borde del rio de la vida, qué final tan sugerente. Habrá que ver si Jacinta sigue algún camino paralelo al rio para encontrar lo que busca. Es un tanto arriesgado, aunque no parece ser del tipo de los que se tiran al rio para comprobar si realmente desemboca en el mar.
ResponderEliminar¡Buena jornada!
Ana, sospecho que vivimos más al borde de lo que nos pensamos. La ficción de la realidad -sí, has leído bien, la ficción que nos depara la realidad cotidiana- implica diversas trampas que nos hacen depender del tener. Solo sabemos ser en cuanto tenemos. Y descuidamos a menudo el estar...de otro modo.
EliminarBuena noche.
No se si las leyendas las inventan los hombres, o los hombres son inventados por las leyendas.
ResponderEliminarEs una duda.
Salut
Bueno, las leyendas no son el éter, supongo que habrán salido de las invenciones. Pro ciertamente hay muchas leyendas que se han consolidando y que se obstinaron en inventar vidas e historias de los hombres.
EliminarEntre una orilla y la otra, entre la vida que creemos conocer y la muerte que está al otro lado, va pasando un río que vemos como fluye, siempre un agua distinta con sus mil matices de brillos y rumores pero que nos distrae de la reflexión.
ResponderEliminarSalud
Francesc Cornadó
Y sin embargo ese río es el que suscita la reflexión. Otra cosa es cómo le observemos, a qué hagamos caso: a su rumor, al flujo del agua, a la calma o impetuosidad como transcurre, al accidente que va abriendo sobre el terreno...
EliminarE pur...
Vengo para darte las gracias por tu paso por mi blog y por tu comentario. Me quedaré leyendo por aquí.
ResponderEliminarBesos.
Sí, me llamó la atención tu cita literaria y la intercambié por la de Stevens. Gracias, por supuesto, lee aquí hasta que te aburras.
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ResponderEliminarQué interesante, sugestivo el tema del capítulo de hoy. "Tal vez, vivamos por inercia en alguna orilla de la vida, pensando que la alternativa no es otra que la muerte. Pero ¿y si hubiera otro lado de la existencia? Otro territorio..."
Y digo ¿Acaso no lo hemos pensado miles de veces?... Yo al menos, sí
Y las leyendas...
La historia de los indios, los guaraníes, está plagada de bellísimas leyendas. Y acaso , aquellos conquistadores, no fueron hasta allí impulsados, en parte por leyendas?... Y acaso, en lo primero que nos enseñaron a creer, en lo mas pronto de la vida, no tienen mucho de leyenda?...
En fin, por la espera de nuevos capítulos. Por el invierno que nos llega.
Una pregunta interesante haces: ¿acaso aquellos conquistadores no fueron impulsados por leyendas? Me pongo a pensar, así de pronto, y puede, o sin duda, aunque ¿solo por leyendas? La primera intentona colombina ya estaría poblada de leyendas e imaginaciones para el grupo reducido de emprendedores de la aventura, supongo, persiguiendo aquel intento de alcanzar la India por el lado occidental del océano. A medida que los conquistadores se establecieron en los nuevos territorios descubiertos para el viejo continente se enterarían de leyendas tradicionales de los indígenas, luego ellos mismos, los llegados, con sus propias vivencias y sueños elaborarían otras, sumando a las que escucharan allá, etc.
EliminarPero...había motivos más toscamente humanos, más perentorios: salir de la necesidad y de la pobreza de aquí, por ejemplo, enriquecerse, huir de la justicia, correr la aventura, buscar nuevos recursos de vida y subsistencia, en fin. Evidentemente para la minoría cultivada en algún arte o ciencia o técnicas o trabajo especializado fue la ocasión de realizar y desempeñar exploraciones, investigaciones, o simplemente hacer crecer sectores productivos limitados hasta entonces. Pero ea, no es cosa de ponernos ahora a una clase e Historia de América, que es bonita, compleja y sorprendente.
El invierno podría ser uno más, pero este año un fantasma recorre el mundo, no solo Europa.
Bueno, Fackel, lo que yo quería destacar en mi comentario, y no he sabido explicarlo, eran en realidad,las reflexiones de Jacinta sobre las desapariciones, que serían el tema fundamental del capítulo de la historia central de este índómito. Y es que me seduce pensar en ese misterio del mas allá, latente en el cuento que nos vas regalando tan poco a poco. Me pareció lo mas interesante para destacar, porque me ha hecho pensar, como a Jacinta: Habrá de verdad, otro lado de la existencia?, otros caminos?, otros territorios que se abren, o que se buscan?, esas veredas torcidas, como las que siguió la vieja india?... y los que siguieron el agrimensor y su mismo marido?...
EliminarTe entendí, Soco, no es que no supieras explicarlo, es que yo derivé por otro lado.
EliminarEn realidad, todo el mundo sueña con quien no duerme.
ResponderEliminarNadie está conforme, tan siquiera consigo mismo.
Pero es la misma condición humana, ¿no?, la que depara esa situación.
EliminarTodos sonhamos, todos seduzimos e somos seduzidos... Enfim, vivemos com paixões, contradições...
ResponderEliminarGostei muito...
Beijos e abraços
Marta
Esa parece ser la condición humana, o al menos una parte de ella. Ya es de por sí complicada. Obrigado, Marta.
EliminarSurrealista tu cuento. Qué hermoso es desaparecer a veces. Ver y no ser visto. Tan importante es hacerse visible, como hacerse invisible.
ResponderEliminarLa vida se renueva a cada instante. La invisibilidad no buscada puede ser horrible, pero la buscada es deliciosa, llena de misteriosos enigmas. Con muchos secretos que producen placer al ser hallados.
Me ha gustado muchísimo está entrega.
Quiero ser un personaje de tus relatos. Uno de esos que saben hacerse invisibles.
Un abrazo de diciembre
Ya sabes que en esta vida nada es verdad ni mentira, todo es de color del relato que se cuenta.
EliminarPara ser personaje de un relato no es difícil. Yo, cuando me gusta lo que vive un personaje en una novela me pongo en su lugar, lo suplanto y trato de vivir lo que él vive. Por supuesto, uno puede evitar los malos tragos narrados e inclinarse solo por los felices, aunque entonces no valdría la lectura. Hay que ponerse en la piel y más allá de la piel de los personajes para sentir un poco, mejor dicho, aproximarnos a lo que viven y padecen o disfrutan. Cuando eso se logra doy por bueno un cuento. Pero para que me seduzca tal identificación tiene que tener una forma de expresión hábil.
De todos modos, se admite solicitud sobre la clase de personajes que uno quiere ser. No estaría mal, me has dado una idea.
Gracias por leer con esa avidez.
Buen texto Fackel.
ResponderEliminarLeí un libro hace poco un libro que trataba sobre el tema: Morías y revivías en otra dimensión. Era un morir sin morirse.
Cuando recuerde el título te escribiré.
En cualquier caso me gusta como relatas.
Felices Fiestas Navideñas y un Feliz 2021.
Un abrazo.
Gracias, Berta. Son cosas que se le ocurren a uno. La imaginación transcurre como parte del resto de la vida. La vida implica dimensiones diversas. Hay que dar con ellas y aceptarlas.
EliminarPues eso, un estar bien, se celebre lo que se celebre. ¿La vida cotidiana? ¡La mujer celebración: viviéndola!
¿Y no es la vida misma una leyenda?
ResponderEliminarProbablemente. Depende de los acontecimientos fantásticos que se de en ella.
EliminarFáckel:
ResponderEliminarsupongo que todos queremos, en alguna ocasión, ser otro, pero ¿cual es el precio que hay que pagar? ¿Ser otro con las mismas personas con las que hemos convivido? ¿Cómo afectaría el cambio en los demás? ¿No aceptarían o más bien los asustaríamos?
Supongo que la curiosidad es demasiado fuerte.
Salu2.
Debes ser aún muy joven. Ya te irás dando cuenta de que a medida que avanza la edad vamos siendo otros. Ahora bien, ser otros así de repente es parte de una ficción o bien de dar un salto al vacío. Se puede elegir, por supuesto.
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