Ella se dejó mirar. Al alejarse intuyó la mirada correcta, pero sutil e incisiva, del juez. Como cualquier mujer no dudaba de que al volverse de espaldas sería observada por la curiosidad insaciable del macho. Para qué evitarlo. Ser observada con algún tipo de interés, sin desdeñar el lascivo, la enorgullecía. ¿Cuánto tiempo hace que no me fijo si me miran con especial inclinación?, pensó. Se movió lentamente, haciendo que buscaba algo. Se quedó parada, como si de pronto dudara dónde encontrar aquello que buscaba. En el ejercicio de simulación enderezaba su cuerpo, adelantaba una pierna, expansionaba sus hombros, se ponía las manos en la cintura, expulsaba hacia atrás su cabellera zaína. Saboreó su propia coquetería, prolongando la escena. Luego hizo ademán de volverse hacia Ordóñez, simplemente para pillar su gesto y tantear su actitud. Pero se encontraba tan feliz en aquella interpretación que no deseaba concluir sus poses y supo que sobre todo quería dejarse admirar. ¿Puede ser admirada una persona por un mohín, una contorsión delicada, un silencio estudiado, unos zarandeos de sus pies sobre un espacio mínimo del suelo?, volvió a pensar con entusiasmo. Ser mirada es simplemente notar que es recorrida por unos ojos. Ser admirada es percibir algo más. Un tacto cercano, una palabra en ciernes, un signo que recorre el aire. No son solo los sentidos más obvios los que se exponen para trazar la distancia de los objetos. Es sobre todo la propiedad oculta con que una persona se siente afectada por otra. Las ideas se le acumularon de pronto, generando dentro de ella un discurso confuso. Y de pronto, Jacinta puso fin a su exhibición.
Juez, ¿no le ha parecido extraño el escrito que ha leído?, exclamó volviéndose de sopetón hacia él. Ordóñez pareció salir de un embobamiento. Es un texto raro, sí, farfulló. Cuidado que he leído en los procedimientos judiciales mensajes difíciles y retorcidos, en cuanto a la envergadura de lo que trataban, pero simples y claros a la hora de ser expresados. Pero este que me muestra no sé encajarlo. Será que no tiene encaje, dijo Jacinta. Yo diría que el que lo ha escrito navega entre sueños y deseos, arriesgó el hombre. Pues a mí se me ocurre que lo hace entre el delirio y la pasión, o acaso es lo mismo, pero mucho más intenso, precisó ella. A ambos les entró la risa a la vez. Ordóñez: Me convierte usted en crítico literario sin pretensiones por mi parte, naturalmente, pero me parece usted más aguda en su juicio. Jacinta hizo un gesto de quitar importancia a aquel calificativo. Luego se explicó. Entiendo poco de escritos, pero comprendo algunos. Incluso con los más difíciles, si tienen algo que decirme, me esfuerzo para captarlos de cabo a rabo, simplemente porque hay algo, la intuición tal vez, que me facilita la lectura. Otras veces pienso, subrayó, que yo me encuentro de algún modo dentro de lo que cuenta un relato y que, aunque no logre explicármelo, me vinculo de tal manera que no soy la misma una vez leído. Eso me recuerda, interrumpió amable el juez, la época en que me iniciaron en lecturas en aquella estancia de primera madurez en Europa. La mujer olvidada casi me extorsionaba, aunque de manera divertida. Me entrego a ti, decía jocosa, si te lees esto. Y me ofrecía una novela que ella aseveraba que era rompedora. Ya ve, Jacinta, uno leyó por amor. Por la satisfacción del amor, diría yo, exclamó la mujer cortándose. Jacinta se dio cuenta en ese instante que él podría interpretar como una indirecta el escrito que le había ofrecido.
Ordóñez lo advirtió y desvió la conversación para evitar tensiones. Parece que alguien de su entorno tiene afanes escribientes, ¿no cree? Alguien imaginativo que quiere dar rienda suelta a un escritor que llevaba dentro desde siempre pero al que había contenido. O tal vez un ser imaginativo que busca situaciones ficticias en su cerebro más recóndito para huir de un presente que no le satisface. Suele pasar. Y Ordóñez se dio cuenta entonces que le venían a la mente razonamientos que la mujer de París le había hecho, aquella mujer experimentada y comunicativa. Se lo dijo a Jacinta. No hablo por mí mismo, las circunstancias me han recordado otras ya olvidadas. Ya ve. En ocasiones hay segundas vueltas en la vida. De ahí que sufrir en exceso cuando se ha perdido una relación no sea saludable. Útil tampoco. Hay que evitar que los recuerdos se alcen como un muro. ¿Quiere decir que el muro negro ante el que nos encontramos cuando hay un padecimiento irremediable se puede derribar fácilmente?, le interrumpió ella. Ordóñez se encogió de hombros. Fácilmente no sé, eso depende de cada cual. En mi caso la facilidad vino de mano de mi retorno a Asunción. Pero a punto estuve de quedarme en tierra. Volviendo al texto que me ha dado a leer, y que aún estoy digiriendo. ¿Tiene más? Jacinta dudó en la respuesta. Optó por una salida salomónica. Hoy ya le he cansado bastante con el escrito y con lo que hemos hablado, pero buscaré otros. Tal vez otro día...Es curioso, musitó el juez. A nuestra edad hablar del tiempo que transcurre y de la sensación de perder que hemos sufrido parece ser una constante. Pero, ¿cuál es lo que más nos zahiere con obsesión? Acaso no haber hecho las cosas con sentido, no haber sabido nutrir la ilusión. Ya sé que parece que eso es propiedad de jóvenes o de quienes se inician en la madurez. Peor es perder la vida de repente, soltó Jacinta tratando de hallar consolación. Entonces es cuando todas las posibilidades se han venido abajo definitivamente. Ordóñez sonrió en corto. Por supuesto, afirmó sereno. Será que la pérdida más latente dentro de uno es lo que no se hace, lo que se anhela pero no se ha llegado a tener. Jacinta le percibió amargo. Tener siquiera algo a lo que aferrarnos es un tesoro, ¿verdad, juez? Lo triste es que incluso teniendo lo necesario, lo que nos da seguridad y calma, también nos parece poco. ¿Volvería usted a París?
(Fotografía de Isa Marcelli)
Bravo. A mi personalmente tu relato me ha llegado. Saludos 💚✔
ResponderEliminarGracias por dejarte caer por aquí. Saludo.
EliminarQué sería de la vida sin ponerle algo de literatura. Lo malo viene cuando, víctimas del delirio, confundimos las dos cosas: lo ficticio, aunque sea verosímil, con la cruda realidad, casi siempre prosaica. En todo caso, el primer párrafo está claro que lo ha escrito un hombre. En tu ficción y en tu realidad.
ResponderEliminarSaludos.
Pues sí, el riesgo de confundir lo real y lo deseable (la ficción la levantamos en base a esta, yo creo) es como la respiración. Inherente y sin embargo ¿necesaria? No sé.
EliminarEl texto es potente, tenga o no más para enseñar al Ordoñez. De hecho expresa perfectamente una sensación muy femenina, que es la espoleta para recordar a esa mujer madura de París. En mala comparación, hoy, escribiendo Noviembre en un post, he caído en la tentación de regresar a una edad concreta y definida, aunque no importante por experiencias de pareja. Es un ir atrás para buscar la mirada de ese momento, dejando de lado la mirada de nuestros ojos actuales. Sin regodearse ni quedarse, es bueno hacer esa excursión, a Paris, o a los los dieciséis, porque nos ofrecen coordenadas del tiempo, sabiendo que nunca podremos regresar del todo a ese momento llamado París.
ResponderEliminarUn abrazo
Buscar en el pasado con la mirada de aquel momento se limita a un recuerdo más o menos vago y a una serie de percepciones que han quedado en nuestra mente, que nos producen regusto o todo lo contrario, que nos obsesionan o nos traen ya al pairo, pero es difícil tener la misma mirada. Ha mediado un tiempo -y lugares y personas y situaciones y verdades y mentiras- y hoy estamos con un enfoque que no puede desproveerse del bagaje y del cansancio. Pero sí, tientan los retornos imposibles. Cuidarnos.
EliminarVeo que eres un buen conocedor de la psicología femenina.
ResponderEliminarDigamos que solo he intentado observar siempre, que he comprendido tarde y mal, y que como mucho apenas soy un admirador de ese otro alma femenina que a los hombres -al menos a los de mi tiempo. nos ha llevado ventaja amplia en muchos sentidos.
EliminarEl lenguaje corporal es muy expresivo, hay personas que lo dominan a la perfección, con un gestos son capaces de expresar incluso ideas más abstractas y deseos inconfesables.
ResponderEliminarIncluso con un gesto efectivo podría derribarse un muro negro. Yo, sin embargo, prefiero utilizar un martillo pneumático y después pensaré si debo volver o no a París.
Salud
Ah, ya te pillé. Al taladrar el pavimento -los adoquines- apuestas por encontrar allá abajo la playa (Paris, Mai 68, un lema utopista, jaj)
EliminarEl libro me gustó cantidad. Las apostillas las estoy volviendo a releer, me gusta tanto o más que el libro.
ResponderEliminarSe sobreentiende que, sin haber leído el libro, las apostillas no tendrían ningún sentido.
Salut
Es una joyita añadida al libro, esas Apostillas, clarifica o sugiere algunas cosas que solo el lector del libro -bueno, no sé si solo- puede estar interesado.
EliminarEs muy sugerente la fotografía y lo que comentas sobre la mirada masculina, lo que aprecia la vista es lo que está en los ojos de quien mira, eso dicen. Jacinta parece disfrutar intuyendo lo que unos ojos que no ve, pueden estar valorando, vaya juguetones que se están volviendo los dos.
ResponderEliminarCreo que lo que más fastidia del pasado es lo que nos ha quedado pendiente, aunque siempre se puede intentar enmendarlo. Qué interesante la pregunta final ¿la contestará el juez?.
Et ils se sont soudainement retrouvés ludiques et complices, oui, mesurés, indéfinis ... encore. Perdón, por un momento me fui a París, es lo que tiene esto de ponerse uno a decir cosas con personajes. Es una broma.
Eliminar¿Lo que nos ha quedado pendiente del pasado? Bueno, a todo el mundo le habrá quedado algo. Pensar en lo pendiente o, mejor dicho, en lo no realizado, en la sensación de frustración por no haber tomado otras direcciones, por ejemplo, es un ejercicio que hay que realizar con cuidado de no lastimarse. Puede ser algo divertido o bien desastroso para la salud mental. Depende.
Esa cita en francés es extraordinaria Fackel.
EliminarEs una gansada mía, hay que derivar hacia el humor.
Eliminar...Sí, aún indefinidos, pero, adonde llegarán?...
ResponderEliminarY, como sabes mantener el suspense...
Esperemos pues. Por los sueños.
Nunca se sabe si las metas indefinidas son mejores que las trazadas, ni si son metas en sí mismas o solo casualidad encontrada. Gracias, Soco, mirando el paisaje desde la niebla.
EliminarLa vida para algunos es una sucesión de logros. La vida para otros es una sucesión de pérdidas. Este diálogo nos pone delante de grandes verdades. A veces lo que sucede toma valor porque nos refugia de la hecatombe, del horror del vacío.
ResponderEliminarMuy bueno este diálogo entre dos personajes maduros que abrazan la vida como pueden.
No obstante, pienso -o al menos lo he ido comprobando a lo largo de los años- que todo el mundo vive de manera alterna: con logros, con pérdidas, con fracasos, con frustraciones, con situaciones ir llevando las cosas...No entro en cuantificar, cada uno sabrá. Nadie hay que al cien por cien se escore por un lado u otro del barco de aquello que se obtiene. Los diálogos sinceros entre individuos son útiles, pero no deben ser nunca impositivos ni mucho menos comparativos, aunque luego los interlocutores se lo tomen como quieran o puedan. Y hay que seguir, Ana.
EliminarClaro... hay de todo: logros, fracasos, frustraciones, pérdidas... por supuesto que se alternan.
ResponderEliminarHay que seguir, por supuesto, inventándose destinos, soñando y siendo un poco utópicos porque si no no se puede ni respirar...
Un abrazo
Me da en pensar que lo del pensamiento utópico -que no tiene que ver con lo que dices, simplemente es que reflexiono mucho últimamente sobre el mismo- conecta con las tradiciones religiosas y mágicas. Tengo la sensación de que el utopismo, que no es algo del presente o acaso ahora es menos que en mis tiempos juveniles, por ejemplo, no sé, pretende mantener una llama primaria y que la usamos como impulso interior, porque luego lo que va a misa en realidad son los hechos, lo que se puede hacer, la materialización concreta de nuestros actos, ya sea en el orden individual o en el colectivo (las transformaciones sociales, económicas, políticas, etc.)
EliminarImaginar, anhelar con ciertas bases, y plantear posibilidades es muy humano y necesario acaso, pero no basta para otros logros. No me opongo al estimulante, pero no podemos resignarnos solo a eso.
Cuídate.
Volvería a París, siempre hay que volver a París.
ResponderEliminarNo hay que perder la esperanza de ciertos retornos, Alfred.
Eliminar"afanes escribientes" me parece que has llegado al núcleo del asunto, se trata de que todo es relato y de que quien lo escribe tiene la pretensión de seducir, creo que vas por buen camino. El juez no podrá llegar nunca a la verdad del asunto, pero eso ya lo sabe él.
ResponderEliminarAbrazo
Los humanos escribimos -no siempre con escritura al uso- relatos de lo vivido, de lo soñado, de lo imaginado, porque el mero hecho de vivir ya es una composición -de tiempo y de lugar- cuya descripción nos la hacemos primero a nosotros mismos -ah, las noches, ese instante anterior al sueño, que evocador de nuestra conducta cotidiana- después parcialmente a los del entorno y a veces, algunos, deciden tomar la pluma, perdón, el teclado y jugar con las palabras en tensión y pulsión con los pensamientos.
EliminarTe recomiendo 'Relato soñado', la novelita de Arthur Schnitzler, es tan sugerente el título...
Tener algo que logre darle sentido a nuestra vida, aunque no se manifieste en forma constante es en sí muy valioso. Si ese mismo algo, logra, al ser transmitido, comunicar parte de la emoción que nos genera, ya se transforma en un tesoro.
ResponderEliminarUn abrazo
Que todos tenemos algún sentido -vivir como mero hecho ya lo es, siempre que no sea una vida desdichada- está fuera de duda, pero en lo constante puede variar, tal vez porque acaso anhelamos demasiados sentidos, o que el sentido se traduce en una propiedad en lugar de una liberación.
EliminarNo en todos los momentos estamos lúcidos para ir hasta los gestos y las palabras del otro quieren llegar. Las mujeres, en general, saben insinuar, mirar, y hablar con un tono que "puede" ir más allá de lo expresado. Lo sugerido y lo que puede ser captado, no siempre coinciden, porque tal vez el momento de la sincronía no ha llegado. El relato puede provocar o al menos evocar...pero hace falta "un lector, una mirada, un pensamiento, una pregunta del otro", para proseguir el diálogo vital.
ResponderEliminarMe gusta la ventana que abre tu conocimiento de la realidad y el relato.
Un abrazo.
Impecable criterio el tuyo, José Manuel, que debo tener en cuenta. No estamos lúcidos porque nos guían intereses acerca del otro/a en cualquier plano y no sé si siempre escuchamos, percibimos, somos ecuánimes receptivos, o vamos a por nuestros fines equis. Sigo pensando en la ventaja que llevan las mujeres a los hombres porque su educación ha sido más sabia (no me refiero a la lectiva, sino a la de la vida), han compartido entre sí experiencias y confidencias, y la actitud de los hombres las ha vuelto (no a todas) cautas, sagaces, sensibles, capaces de comprender expresiones varias, etc. Me alegra tu paso por aquí.
EliminarMuy acertada la frase de Umberto Eco.
ResponderEliminarTodos, yo al menos, cuando leemos algo interesante -como yo lo hice ahora- aplicamos, interpretamos, recordamos y en definitiva vivimos. Es inevitable.
En tu exposición de hoy hay frases que destacaría por importantes para mí, pero como son para mí, me las quedo.
Solo hacer una anotación. Aunque nos cueste creerlo, somos personas diferentes a lo que eramos "ayer", por eso el pasado no tiene nada que ofrecernos, interesa coger el tren que pasa y que nos permitirá recorrer el camino de manera mas sabia.
Buen día Fackel
El pasado nos aporta, solo hay que interpretarlo. Y lo hacemos gracias a ser diferentes, tener otra edad, haber recorrido una distancia y vivido nuevas experiencias. Yo sigo indagando en mi ayer, me da claves. Y respecto al tren...¿acaso no vamos siempre montados en el mismo, el que la personalidad de cada uno sabrá si ha modernizado o elegido destinos? Me has hecho pensar, y mira. Buen día.
EliminarEn ese sentido sí. Del pasado se aprende.
ResponderEliminarEs un tema para reflexionar dentro de uno mismo (si la colectividad quiere, también)
EliminarPresenta el texto una mujer que sabe que la miran, que le place saberlo, que gusta de ese flirteo gestual del que es capaz. Presenta el hombre al que la imagen subyuga. Uno y otro papel son consabidos.
ResponderEliminar¿Esa pericia de mujer en el flirteo elegante lleva a la vuelta a París?.
Cuando se piensa e interpreta el legado del pasado, siempre se puede volver a París. Pero París nunca será esa misma ciudad. Sería terrible que lo fuera.
Fackel, provocador. Pone la mente a trabajar.
Salud. Como siempre un placer.
Anna Babra
Podríamos ir a debatir sobre qué es aquello que permanece de las ciudades que aún nos afecta intensamente, cuando incluso nosotros hemos cambiado radicalmente -a veces por obsoletos o desgastados o desinteresados-, si es el poder de un urbanismo, de una arquitectura, de costumbres, de sensaciones físicas percibidas, o de una literatura de los recuerdos que bulle dentro de nosotros. Pero me he llevado decepciones cuando he ido buscando huellas del pasado y nos las he encontrado. Su calor o su nitidez habían desaparecido. Me he sorprendido, por el contrario, cuando he hallado voces o caras o situaciones nuevas que aún me significaban algo y me hacían sentir vivo.
EliminarDebemos ser provocadores de nosotros mismos: de entrada lo neuronal nos lo agradecerá, después esa zona del cerebro donde las emociones quieren seguir latiendo para saber que seguimos estando (siendo ya no sé)
Gracias, Anna, buen sábado.
Quem não gosta de ser admirada, mas sem que todos os segredos sejam revelados? Porque há segredos e segredos e alguns só se revelam no momento mais inesperado...seja na literatura, seja na vida...
ResponderEliminarTalvez voltar a Paris seja um erro...Talvez não... Talvez deva arriscar
Interessante...
Beijos e abraços
Marta
En efecto, a nadie le gusta revelar sus secretos, salvo en ciertas excepciones en que la confianza y el intento de llegar más allá conlleva abrirse, contar lo íntimo, incluso lo censurado por uno mismo. Todo es posible en la vida y en las relaciones el juego siempre permanece abierto, más allá de lo que nos pensamos. Obrigado, Marta.
EliminarFáckel:
ResponderEliminarhay gente a la que le gusta exhibirse, atraer las miradas, ser el centro. Me pasa lo contrario. Será cosa de hombres. A casi todas las mujeres les gusta ser admiradas.
Salu2.
Pero a los hombres nos pasa también. Naturalmente, según edad y currículo el objeto de admiración varía en un hombre. Otra cosa es que haya quienes preferimos ser discretos sobre nosotros mismos y otros que van de machitos descarados pero ineptos. No creo que la admiración tenga género, si bien es verdad que en la mujer hay proyecciones -el mercado no es tonto- para sublimarla a través de amplios recursos, muchos de ellos de mercado también. Tema que sería para debatir en amplitud.
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