"Una palabra tuya para no caer, para poder dormir, para salir de este callejón. Una palabra tuya para tanto desasosiego. Un signo, una brújula, una señal de humo; para seguir tu estela, para saberte vivo. Mis palabras buscan un nido entre tus brazos. Una palabra a galope. Una palabra relincha a lo lejos. Una palabra sacude mi cuerpo. Una palabra de tierra. Tu palabra suspendida en los postes de la luz. Hay hierro en tu palabra. Tú me sobrevuelas. Una palabra tuya bastará para sanarme."
Victoria Díaz, poeta recóndita.
Al leer una novela se corre el riesgo de traspasar sus límites. Es decir, no solo de entrar más o menos a fondo en ella y husmear por sus rincones, sino de desvanecernos en su argumento. Dejamos de ser el que somos en nuestra vida ordinaria y vivimos la vida de otros, habitamos sus ámbitos, nos desplazamos con ellos por otras geografías, disfrutamos de los placeres y participamos de las angustias que embargan a sus personajes. Esa extraña sensación había calado en el juez Ordóñez al leer la novela adquirida donde el flaco Gortari. Tanto tiempo he estado huérfano de imaginación que me ha engatusado el libro, sacó en conclusión no sin castigarse con cierta dosis de ironía mordaz. Pero lo que no había imaginado es que un relato le engullera hasta hacerle retroceder en el tiempo. En su propio, viejo y olvidado tiempo.
Por la noche tuvo sueños turbulentos. Confundido en las dimensiones profundas y agitado en la duermevela oyó voces antiguas. Eran al principio toques rápidos, sonidos que se elevaban fugazmente, plegarias que se replicaban con otras súplicas. Después, se precipitaron voces y gestos. Una dicción más precisa que sentía familiar, la aproximación de un rostro que no había cambiado, el roce de unos cuerpos, el lenguaje de las risas, el susurro de propuestas libidinosas. Entonces el recuerdo se hizo carne vívida y dolorosa. Aquella obsesión repentina se reveló fecunda, pero arriesgada. Sus palabras existen todavía, se dijo a sí mismo. Luego ella, en alguna parte, existe. Y con ella y con sus palabras, que el tiempo transcurrido acaso ha atemperado, ¿permanece en mí algo más que el eco?
¿En qué mujer pensaba el juez? ¿Era posible que un relato de papel rescatase dentro de él vivencias sentimentales ya olvidadas y con ello actualizara viejas heridas? Vinieron a su mente revuelta y harto desatendida paisajes lejanos. Aquellos años en que abandonó Asunción para un curso de judicatura en París. ¿Dónde la conoció? Ah, sí, estaba de recepcionista en un hotel, impecable y atractiva con su uniforme azul oscuro, la corbata de rayas rojas y blancas cuyo nudo a él le gustaba deshacer lentamente mientras contemplaba su mirada felina y entregada. Y le hacía vibrar aquel acento francés capaz de desdoblarse en otros dejes extranjeros que, no obstante, no perdían la melosidad de su tono más íntimo. Pero según actualizaba aquellas imágenes penetraba de nuevo en los encuentros dispersos con la mujer. Las visitas a algún museo, cuya atracción compartían, los disfrutes en los paseos por los Jardines de Luxemburgo, los coloquios à deux sobre todo lo divino y humano en los almuerzos de bistró. O los intensos encuentros en el pequeño piso de Faubourg Saint Denis, donde ella aceptaba citarse subrepticiamente con él, rompiendo la monotonía de su matrimonio.
Acechado por la vorágine de la memoria, el juez se revolvió con inhabitual excitación en la tórrida noche de Asunción. Sentía que a la humedad ambiente se añadía la supurada por su inquietud. Y a esta le seguía un arañazo melancólico que no sabía contener. Durmió poco y a saltos. Algunas frases que no supo si procedían del sueño o de un deseo que se destapaba agresivo martilleaban cada despertar. Si vas a volver a América yo no habré existido, ¿verdad?, escuchaba de pronto con patetismo de boca de la mujer desaparecida cuyo tono severo contrarrestaba las palabras que anteriormente había urdido con dulzura en sus oídos. Y después: no te dejaré volver, no te permitiré que seas de nadie más, no antes de que hayas descubierto a la mujer turbulenta que llevo dentro y que debes entender. ¿No ves que no puedo por mí misma saciar la curiosidad de la vida?
Ordóñez permaneció rígido, anonadado, distraído. Él, que apenas recordaba ya las propiedades del don del amor, se fue turbando más y más a medida que escuchaba voces que no llegaban de fuera, sino que salían de su entraña reprimida. Él, que estaba hecho de palabras precisas y rigurosas, pero en absoluto emotivas, giros que son de este mundo si bien del mundo del conflicto, descubría de pronto que desde el sueño era capaz de alzarse sobre otras palabras. Y buscar el enlace con las voces que le reclamaban. ¿Dónde he estado todos estos años en que me he negado a los afectos?, se preguntó con alarma. ¿Tienen que llegar aquellas voces de la lejanía para recuperar al hombre extraviado? No he sabido siquiera soñar con el amor. Si alguna vez me pareció que amaba debía ser más bien el amor quien me soñaba. Después de aquella mujer que me enseñó a amar con las palabras y a obtener placeres entre las palabras, todo fue abandono en mi vida, recapacitó con cierta amargura.
Entonces, el juez tuvo una iluminación. ¿Les habrá pasado algo parecido al agrimensor del que no se ha sabido nada o a mi agente judicial que de pronto se ha evaporado? Algo o alguien que les ha enajenado, pero que estaba dentro de ellos mismos, y que les ha señalado un camino. Y esto mismo ¿es lo que me espera también a mí? ¿Será lo perdido lo que nos pierde? La otra voz, la que solicita y afirma, la que exige y alivia, seguía cruzando las horas de la noche. Convirtiendo el desasosiego en misterio. El hombre permaneció pensativo, insomne, alerta. Los espectros de la noche le sobrevolaban.
No sabe el camino, pero lo teme, pronto se verá siguiéndolo.
ResponderEliminarUn abrazo.
Los caminos proporcionan más interrogantes que respuestas. Ya sabes.
EliminarLas nochesss qué largas son a veces.
ResponderEliminarAbrazote utópico.-
Pero no convirtamos nunca la vida entera en noche, podría ser peligroso, un no vivir, vamos.
Eliminar!Cuántas preguntas aguardando respuestas! Al menos hay sospechas que alertan ante eventuales acechos... resulta difícil pensar que se pueda olvidar algo tan intenso al punto que sólo en sueños se logre revivirlos, pero sí, esa magia existe.
ResponderEliminar=)
Los sueños y las reflexiones despiertas que muchas veces ensoñamos nos confunden infinidad de veces. Solo la pérdida se revela como un factor decisivo para comprender un poco lo que es el transitar humano.
EliminarMuy intenso el relato Fackel, me ha gustado mucho. La voz interior es la eterna olvidada, pero cuando despierta no hay vuelta atrás, demasiado sugerente para olvidar que existe.
ResponderEliminarUn abrazo y buen fin de semana.
La voz interior se hace. No es la simple réplica de las otras voces, las que vamos escuchando desde la infancia con padres, hermanos, amigos, amantes, el mundo en general... Nuestro interior metaboliza todo y eso nutre y adecua constantemente la evolución de nuestras propias voces íntimas. Pero muchas de ellas, de tiempo atrás, siguen ahí dentro, preservadas, sin saberlo, autónomas...El cuerpo es una verdadera elegancia. Es lo que tenemos.
EliminarHola de nuevo, no encuentro en la red información sobre Victoria Díaz y lo que nos has puesto no me ha dejado indiferente, me gustaría leer algo más. Si puedes darme detalles sobre esa poeta recóndita te lo agradecería mucho.
ResponderEliminarPues lo buscaré. Encontré casi por azar ese texto, me pareció oportuno y sugerente.
EliminarPues si aparece estupendo y si no también, gracias en cualquier caso.
EliminarA veces los textos que aparecen de pronto se imponen, y hay mucha gente que escribe y bien sin exhibirse. Son recónditos.
EliminarLa poeta recóndita reclama al amor con una plegaria, cómo si no podemos acercarnos a la fe amorosa sin la devoción ciega de ser correspondidos.
ResponderEliminarEl juez insomne se debate entre incertidumbres y sospechas, es la peor maldición que puede caerle a quién ha de calibrar los hechos y sus autores.
Pero cuidado, que convertir el amor en una religión -aunque algo o mucho de religio, de vínculo, tiene, como todos sabemos- puede llevar a dependencias arriesgadas y en el peor de los casos despersonalizadoras. Y creo que nunca debemos de renunciar a nuestra libertad íntima, ¿no?
EliminarLo que me choca del juez es que la lectura de un libro le haya supuesto un campanazo sobre su vida y encuentre interés por las desapariciones misteriosas en Piri Poty o cercanías.
Fáckel:
ResponderEliminarmeterse en un libro de esa manera es una facultad que he perdido. Todo lo que leo lo veo con distancia, independientemente de que me guste, fascine o entretenga.
Hay veces que siento empatía con el protagonista y, en esos momentos, se despiertan sensaciones mías que acompañan a las del susodicho.
Salu2.
Pues probablemente antes o después algún texto te subyugará de manera especial y entonces...¿desaparecerás? Yo he desaparecido varias veces.
Eliminar(Si se despiertan sensaciones propias en ti es que estás en el buen camino de admitir una función más profunda de un relato)
La poeta reclama una salida, una oración escuchada, un alguien salvador y redentor. Tu juez sigue en línea, y Ordoñez tal vez quiere conseguir el estado de locura transitoria de amar. O la añora.
ResponderEliminarUn abrazo, y por el amor que acompaña sin salvar, no el que arrastra o aprieta
Enfrentarse con la propia personalidad -el juez- de abandono, acritud y carencia en la que ha vivido no es fácil. Ni en el juez ni en nadie. Hay a veces revelaciones. La literatura es un medio. Otra persona es también un medio. Uno mismo es medio y sobre todo fin.
EliminarEl amor normalito, vaya, ¿no? Gracias a ti.
Primera parte: muy ying
ResponderEliminarSegunda parte: muy yang
No afirmo, simplemente me lo parece.
Si la lectura estimula la imaginación se antoja el mejor medio de viaje ... al fin y al cabo esta tiñe todo recuerdo ..... la veracidad resulta intangible, como los sueños.
A estos la tierra hunde o precipita, el agua los ahoga, el aire los marea y el fuego los convierte en su sustancia destructora al tiempo que transformadora.
La lectura vale en la medida que transmite experiencias ajenas que nos vienen bien y a medida -a veces y a mi edad sobre todo- que descubres la belleza de la palabra por sí misma. No siempre lo destruido y destructor conduce a transformaciones, bueno, sí, a vacíos. Pero qué transformación tan terrible, ¿verdad?, sobre todo si no se puede ya salir de ella. Salud y claridad, MJ.
EliminarHola, soy Marybel y es la primera vez que visito tu blog. Diría que lo destruído hay que aprovecharlo y aprender a llenar los vacíos. No conocía a esta autora pero escribe muy bien. Engancha. Por algún motivo, mientras iba leyendo me ha recordado a "Cartas de una desconocida" de Stefan Zweig. La realidad no coincide con sus sueños. Nunca se sintió amada como deseaba.
ResponderEliminarPor supuesto que la vida es eso. Perder y obtener a cambio. Las pérdidas deben servir para comprender lo relativo y efímero que es todo. Pero nos aferramos de nuevo ante otros hallazgos o posesiones, como recurso, como huida hacia adelante. Condición humana, sin duda.
EliminarTambién a mí me han gustado esa cita, sugiere mucho. Y que relaciones con Zweig y en concreto el texto que citas -soberbio y medido- me parece muy interesante.
Bienvenida, puedes seguir leyendo estos y otros cuentos más o menos indómitos.
Hay libros que se nos clavan en la mente y nos condicionan el presente. También los hay que nos cambian la vida. Los libros....qué maravilloso invento. Saludos.
ResponderEliminarY mira yo pienso que en mayor o menor medida todos los libros que leemos nos influyen, nos cambian, algunos son especialmente reveladores y nos suponen pasos adelante. Saludos.
EliminarUna palabra tuya bastará para sanarme..."
ResponderEliminarNo se porqué me recuerda a plegaria canónica.
Debe ser deformación profesional.
Salut
No tiene por qué tener propiedad lo canónico o religioso de las palabras, aunque sí la ha tenido y además con voz única. Afortunadamente desde la Ilustración -incluso antes en minorías- todos podemos participar de la libertad de uso de la palabra.
EliminarY encima bien sabes que tengo la manía ¿o propiedad? de leer literariamente hasta la Biblia. No es poco, ¿no?
Cada encuentro confirma que las identidades de las personas no son compartimentos estancos. Nos transformamos cada vez que entramos ción profunda con alguien. Los personajes de tu "novela por entregas" se van mezclando con sus objetos amorosos.
ResponderEliminarBello el misterio que nos vas regalando...
Gracias, Ana. Porque ¿acaso nuestra vida, la de cada uno, no es una novela por entregas? Etapas, ciclos, episodios...todo se mezcla a lo largo de los años, con personajes diversos, situaciones variadas, paisajes inesperados, accidentes e incidentes de todo calibre...¿Hay algo que dure siempre?
EliminarCierto. A veces, leer un cuento o novela, hace que aprendas o descubras de ti, algo que no sabes o que llevas oculto.
ResponderEliminarMe gusta leerte no solo por la trama o argumento que creas, sino por que revela de ti como autor, una vida interior rica y profunda.
Buenasnoches, Fackel. A la espera de la siguiente entrega.
Pasar por la vida puede ser entretenido, yo procuro que lo sea. Eso trae mucho más...
EliminarBuen amanecer, y fresco, MSocorro.
Vaya! Por que se habrá separado el "porque" de mi comentario anterior?...
EliminarDisculpa.
Las palabras suelen ser muy juguetonas, y a nuestras espaldas descolocan nuestros muebles y dan saltos traviesos.
EliminarYa. Y a veces, se escapan o desaparecen, de las respuestas a nuestros comentarios, no?...
EliminarIndómitas ellas.
EliminarEl agrimensor encontró la felicidad con esa mujer, que se vuelve cada vez más misteriosa. Y al irse con ella, ha despertado inquietud en los que se han acercado a investigar.
ResponderEliminarSaludos.
Pero la felicidad suele ser efímera, ergo...
EliminarSalud y carpe diem.
Nada dura siempre. Todo es efímero. Tienes razón. Quizás por eso la vida es tan emocionante.
ResponderEliminarEl sistema a veces me cambia palabras. En mi comentario anterior hay un error. Donde pone:
cada vez que entramos ción profunda con alguien
Debe poner:
cada vez que entramos en relaciòn profunda con alguien
Un abrazo
No te preocupes, más o menos lo deduje.
EliminarLa emoción de la vida no sé si depende de lo efímero, hay emociones crudas y duras, que enseñan, y que es preciso que sea de paso muy efímero. Por ejemplo, los cólicos renales, que suscitan emociones y experiencias aunque no se deseen, no lo dude, y ahí tienes a Montaigne, por ejemplo, gran padecedeor.
Salud y entretenimiento.
es bueno leerte tan bueno como el sol que después de una tormenta entra por la ventana
ResponderEliminar¿Y qué te contesto? Si mi parcela ocupada en la naturaleza es tan diminuta...Gracias por la lectura, R.
EliminarTambém me acontece isso...embrenhar-me na vida das personagens do livro que leio... Esquecemos a solidão, as dúvidas, aquele sentimento de que há qualquer coisa que falha e não sabemos bem o quê.
ResponderEliminarTalvez tenha sido por isso que ele desapareceu... talvez para retomar a vida noutro local com outro nome...
Interessante...
Beijos e abraços
Marta
Yo creo que además muchas lecturas iluminan espacios de nuestra vida. La identificación, ese ver plasmado en personajes de ficción algo análogo a lo que nos acontece a cualquiera de nosotros, me parece crucial. A mí me han aliviado mucho las situaciones por las que atraviesan personajes de argumentos aparentemente inventados. La literatura no deja de ser reflejo de nuestras vidas, pero además obra como bumerán sobre nosotros. Yo la percibo así.
EliminarObrigado, Marta.
Navegar por los caminos de los personajes o con ellos cuando leemos una novela transporta, placer necesario por el que uno debe transitar.
ResponderEliminarY los caminos de uno mismo llevan o no, nos pierden a veces, otras nos conducen. La vida de cada uno, dices, es tambien una novela por entregas.
Por tanto nosotros mismos somos personajes de otra novela. Inevitablemente.
Salud, Fackel
Desde muy antiguo se ha hablado del gran teatro del mundo, creo que ya tenemos asumido nuestro rol y nuestra representación. Los otros relatos, los que leemos, nos proporcionan un valor añadido, digamos. Y diversos placeres. El lógos y la capacidad expresiva abren constantemente nuevos horizontes en nuestra mente. Hasta ahora. Temo por las próximas generaciones si la educación o enseñanza, como se quiera llamar, pierde fuelle y solo se deslizan por las técnicas virtuales.
EliminarSalud Anna B.
Cuando se pregunta si es lo que le espera también a él, ¿qué pesará más, el miedo o la atracción? Estoy suponiendo que son las dos posibilidades, pero seguro que hay muchas más.
ResponderEliminarY para mí me llevo también una pregunta que me hizo detenerme al leer: ¿Será lo perdido lo que nos pierde? La anoto, porque pareciera que quiere invitarme a escribir.
Besos
La atracción del peligro no es como tal, sino que en aquello que atrae y que se valora con riesgos a veces somos capaces de tentar la suerte, desafiar, probar, y es la intensidad de lo que nos atrae, que puede ocultar los riesgos y desplazar temores. Pero siempre hay un sexto sentido, ¿no? O casi siempre. Yo lo he comprobado. Retirarte a tiempo de algo sumamente peligroso antes de caer, simplemente porque una voz interior -¿o es la cordura que pugna para que no nos perdamos?- parece enviarnos un aviso salvador. Pero otras veces caemos bien a fondo. Doy fe personal de ambas situaciones. Y hay un riesgo no solo de error o de desacierto, sino de perder la vida sumamente grave.
EliminarSí, muchas veces reflexionamos sobre lo perdido, y eso mismo nos pierde porque replantea situaciones que acaso no pueden ni deben repetirse. Piensa, piensa.
Pues sí que le impactó esa la lectura de la novela al Juez Ordoñez si tuvo esa zozobra en sueños... Hay lecturas que nos traen de visitantes a "fantasmas" del pasado que entran por la puerta de nuestros sueños y contactan con nuestras emociones manifiestas o latentes...
ResponderEliminarLa memoria nos hace recordar y recordar conlleva volver a pasar por el corazón lo recordado, lo vivido... y eso tiene sus pros y sus contras... pros de satisfacción y contras de zozobra...
Parece ser que el eco de las voces que cabalgan a lomos del tiempo le trajeron al juez recuerdos del verdadero amor, de afectos que después no dio ni recibió... cien por cien melancolía en estado puro... es como si esas voces, esos recuerdos, le estuvieran ayudando a desatar el nudo interior que anidaba en sus entrañas y le impedía disfrutar de amores y afectos... Yo diría que las preguntas que se hace el juez, en el último párrafo de tu relato, son la puerta de entrada a la empatía, al interés por los demás...
A veces es el reencuentro con nuestro pasado el que nos ubica en el presente y nos dice quiénes somos...
Abrazo
La memoria es un mecanismo a través del cual revisamos las vivencias y replantearnos nuestros juicios de valor sobre las mismas, no solo en el momento que las vivimos, digamos, sino a medida que transcurre el tiempo. Y es que con frecuencia hemos hecho cosas, es decir, asumido experiencias y comportamientos sin saber muy bien por qué. Esa falta de claridad en cada momento pero suplida por una decisión en ocasiones casi ciega es algo que nos puede revolver el resto de nuestros días, si el caso ha tenido impacto decisorio.
EliminarRealmente desarrollas unas interpretaciones sobre el relato a las que no puedo añadir ni una letra, no sueles ir descaminado, no.
Salud y un abrazo.