La anciana superviviente de la guerra lejana recibió con indiferencia a la mujer del agente judicial. Jacinta seguía haciendo sus pesquisas, no solo por saber de su desaparecido esposo sino también atraída por los cuadernos del agrimensor, que habían obsesionado tanto a Pallarés. Si mi marido ha leído los diarios del otro e incluso ha escrito por su cuenta, influido sin duda, tiene que haber algo en ellos que me lleve a una pista. Las personas no desaparecen así como así. Y que dos individuos lo hagan en pocos días me hace pensar en una conexión. Pero ¿por qué motivos? ¿Por una mujer seductora? ¿Por una crisis propia de la edad? ¿Por el hastío de vivir en esta población de horizontes limitados? Hay gente, acaso la mayoría, que desde que nace asume su propia identidad y la vincula a la del medio donde vive. Pero otros no parecen estar satisfechos jamás ni de su origen ni de su acontecer. El agrimensor venía de fuera, pero ¿solo por el trabajo? ¿O huía a su vez de la monotonía de su vida y encontró en la llamada del río una salida trágica? ¿Existía la mujer acuática que sedujo al forastero? Pero mi marido, ¿qué motivos puede tener para ausentarse? ¿Estaría cansado también de su actividad diaria o acaso de mí?
Era humilde pero limpia la casa donde vivía la vieja. Aun ajada y de movimientos lentos mantenía dignidad y en modo alguno parecía ceder a una decrepitud que la anulase. ¿Quiere que le cuente lo mismo que a otros que han preguntado antes?, inquirió a Jacinta en una mezcla de guaraní y chapurreo de español. Jacinta no sabía exactamente qué y cómo hablar con ella. Había llegado hasta allí por una intuición probablemente inútil. ¿Cómo podía justificar su presencia? ¿Diciéndola que ella, la anciana, aparecía en los diarios de un hombre desaparecido que había leído su marido y que a su vez también se hallaba en paradero ignoto?
He contado mis revueltos orígenes tantas veces que ya me da lo mismo, le sorprendió la superviviente. Pero poco más puedo decir. Las imágenes de mi infancia cada vez son más difusas. De la lejana memoria apenas me quedan sensaciones. No veo ya rostros de personas de entonces, ni siquiera de la familia; solo conservo vivas las llamaradas de los sentidos. El hedor de los muertos que dejaron las malas bestias, los gritos dementes de los soldados, las órdenes de quien conducía un destacamento de uniformes borrachos, la dificultad de respirar por el humo de las casas incendiadas. ¿Qué niña de hoy podría decir que sus recuerdos de infancia son de esta clase? Yo era muy chica, lo poco que conservo en el recuerdo fue alentado por mi papá cuando regresó de su cautiverio, después de que mi madre muriese para siempre. No se extrañe de lo que digo, no, con ella se murió también para mí parte del pasado. Recuerdo horrores pero apenas impresiones agradables, y olvidé pronto los cuidados de mi mamá, los roces de sus dedos o el canto dulce para dormirme. Y si algo creí que quedaba dentro de mí fue a través de mi padre, que pude recomponer más como ficción que necesitaba para liberar la angustia. Esto le dará idea de lo que supone para un niño que su vida se desequilibre. Porque en la infancia está todo el peso de lo que luego será una mujer, o un hombre, y en ese bagaje se apoya una manera de adaptarse a la vida, de reaccionar ante las adversidades o de participar de las alegrías comunes.
Usted pensará que habrá habido muchas como yo, y no me tengo por una doliente exclusiva, y tampoco soy ya eso, porque a cambio el azar me ha deparado una vida larga. ¿Sabe por qué? Usted dirá que el azar no se cuestiona, pero no es verdad del todo. He vivido toda mi vida con un deseo que no he querido abolir. Un anhelo imaginario, no superar la infancia medio robada. No querer traspasar la frontera de la adolescencia. Y hay días que con estas trabas para andar o con estas manos que no saben tomar bien los objetos, ya me ve usted, no sé parar en casa. Quien se encierra en su casa o no sale de su patio es como si estuviera ya habitando un mundo de muertos.
Y aún busco. Busco el paisaje antiguo hasta por debajo del que han levantado los de aquí y los que han venido de fuera. Y subo a alguna loma para sentir el aire y el sol como sentirían nuestros abuelos, como se verían reconfortadas las viejas tribus. Miro desde allá el horizonte y me llega algo de su secreto. Me llega más que de las leyendas o los relatos de la historia. Y al ofrecer mi cuerpo fatigado a los elementos de la naturaleza me parece rescatar algo que una vez se me negó. El aire, el sol, el paisaje, todo eso que aún subsiste me habla de otros y me habla de mí. Entonces recupero por unos momentos viejas imágenes de la felicidad perdida. No me tome en serio si no quiere, pero allá arriba percibo sonidos ancestrales. Y cuando me acerco al río Piri Poty me llegan cantos de una mujer oculta. Allí también el secreto se hace sentido. A veces permanezco en silencio un rato entre los juncales y tengo la impresión de oír conversaciones de complicidad. Miro y no hay nadie. Sin embargo las palabras de un hombre y de una mujer joven que presientes gozosos nunca son secretas del todo. No veo a nadie, y por eso nunca se lo he contado a nadie. Me tomarían por demente. Pero para mí las voces se revelan. Allí, junto a la corriente o dentro del agua, es como si dos personas disfrutasen de los juegos. Se me antojan que incluso prohibidos. Ya ve usted, ¿qué más le puedo contar que le pueda interesar, si es que esto le interesa?
(Fotografía de Chris Killip)
Todo interesa, incluso lo prohíbido.
ResponderEliminarSaludos.
A veces más lo prohibido. Nos persigue toda la vida. Saludo.
EliminarJustamente le contó lo que puede interesarle, porque lo más interesante a menudo está en eso que no nos atrevemos a contar por si nos toman por locos.
ResponderEliminarMe gustó mucho eso de "solo conservo vivas las llamaradas de los sentidos". Parece que es todo lo relacionado a las emociones lo que tiene mejor memoria, qué sentimos más que lo que vimos, escuchamos, tocamos... Es extraño, porque la información nos entra a través de los sentidos, pero las emociones, que perduran, es como hacer un doble click sobre eso que nos contaron los sentidos. La esencia de la palabra "sentido". Me cuesta expresar en palabras lo que percibo con claridad en mi interior...
Besos
Pues algo así me pasa a mí, pero para ello me esfuerzo con las palabras, siempre tan limitadas e insuficientes, me refiero a las palabras acertadas, porque hablar por hablar está al alcance de cualquier bocazas, jaj. Sí, las llamaradas de los sentidos hacen un matrimonio perdurable con las emociones. Desgraciadamente no se entiende bien y no se valora más que en este plano de ficción. Pero es tan real...
EliminarEn silencio te he leido
ResponderEliminares hora de irme a dormir
Sonrío...
Me ha gustado tu texto
Te dejo mis huellas antes de partir
Mañana seráotro dia en el vivir
Ir al sueño sonriendo puede ser un buen presagio para lo onírico. Salud, R.
EliminarYo me quedo con una frase aleatoria, con la que estoy plenamente de acuerdo:
ResponderEliminar"...Porque en la infancia está todo el peso de lo que luego será una mujer, o un hombre..."
A mí no me cabe duda. Aunque luego vengan los matices, porque la evolución existe y nos sigue configurando.
EliminarMe has tenido sin respirar. La vida, las desapariciones, esos recuerdos de infancia que siguen buscando acomodo. Esa anciana, con la caterva de recuerdos y dudas, ante una desaparición que no logra entender. Aferrándose a un ayer que ya no está.
ResponderEliminarUn abrazo, y por un jueves amable
La vida es una perpetua indagación. Sobre el pasado y sobre el presente. Sobre el futuro solo son cábalas.
EliminarSí, por un jueves amable y gratificante si es posible.
Parece que o tempo parou... e no entanto, tudo é tão simples... Tem que ter um sentido...e é isso que procuramos... mesmo que alguém diga que estamos loucas...
ResponderEliminarInteressante como sempre...
Obrigada pela visita
Beijos e abraços
Marta
Pero el tiempo nunca se detiene, y el sentido siempre está en andar el camino, y así desde tiempos lejanos, y lo oculto no es otra cosa que lo que cada uno de nosotros no hemos descubierto todavía. Gracias, Marta.
EliminarEl caso es que sí hay muchas personas que desaparecen así por así. Solo algunas regresan. Hasta los ríos más profundos devuelven los cadáveres unos días después.
ResponderEliminarHay personas que el otro yo les lleva a desapariciones y desencuentros, algunos de ellos sin retorno.
EliminarPreciosa narración. Diría lo mismo que Tot.
ResponderEliminarAhora las palabras me abandonaron porque no les gusta nada que les confundan con mi fuerte genio oculto y no quieren nada conmigo.
Las comprendo y lo asumo. ”Huerfanita verbal”, ya ves.
Debe ser que las palabras se refugian de ese genio oculto, pero seguro que quieren contigo. O simplemente es que son prudentes y discretas.
EliminarPienso que la joven del río no sólo habita allí, sino en todas partes, desde la loma a la que esa buena mujer sube a respirar y recibir el sol, hasta en los lugares más insospechados. Puede que sea una musa, que sale al paso en cualquier camino para conversar con los que buscan algún tipo de inspiración. Y probablemente altere su ruta, y así los desaparecidos han iniciado un viaje imprevisto que puede acabar en regreso inesperado ¿por qué no? o en misteriosa leyenda, quien sabe.
ResponderEliminarPor cierto, me encanta el alma de la anciana. No es una superviviente, porque sobrevivir es una cosa muy distinta de vivir, y ella abraza la vida en vez de condenarla, a pesar de todo. No me extraña que pueda sentir la voz de la joven y su acompañante.
Habrá que ver que derroteros sigue esta historia que da lugar a tantísimas interpretaciones. Un abrazo!!
Se agradecen las sugerencias argumentales, pero los derroteros son imprevisibles.
EliminarLas voces que escucha la vieja son...no, mejor lo dejo.
Un abrazo.
La forma en que cada quien exorciza sus fantasmas siempre resulta interesante, sobre todo si efectivamente le otorga algún alivio. Por lo que ha pasado, sin dudas esa mujer lo necesita. Por cierto, la mira de la mujer de la foto conmueve hondamente. Su tristeza es auténtica y no ha logrado cicatrizar.
ResponderEliminarA veces -¿o habitualmente?- se conjuran unos fantasmas con otros fantasmas. El mundo de las ideas, las creencias, las supersticiones, las múltiples imágenes a las que nos adscribimos, la ingesta de sustancias que alteran o sencillamente lo onírico tratan de que sea así. ¿Medios o fin en sí mismos?
EliminarNo digo que no parezca triste la mujer de la foto. Pero también se podría ver en esa mirada -o mejor, en ese posar- escepticismo, ironía, resignación. Los años ya invitan por sí mismos a la resignación, independientemente de que haya infortunio o incertidumbre añadidos. Salud, Neo.
Buen día, Fackel.
ResponderEliminarParecería que comienza a vislumbrarse una nueva luz, sobre el misterio del relato.
Esa superviviente de tiempos acaso remotísimos, su dependencia con la naturaleza, el Gran Dios de sus ancestros, parece ser o conocer la clave.
Sigamos esperando... Y gracias.
Quién sabe si hay luz o misterio. ¿No hay este en el Universo Multiverso en el que habitamos?
EliminarAy, el Gran Dios.
EliminarClaro que sí; tropezamos con misterios a cada paso.
Ah, encontré varias entradas tuyas sobre Laboa; todas muy emotivas . En una te dejé un saludo . Por eso te decía en mi blog, que hay comentarios que tardan años en llegar.
Buena tarde de sol.
Lo entendí, Soco. El tiempo a veces se demora para nuestro uso a la carta.
EliminarEste comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarY hace lo posible por estar presente, ¿verdad? Salud.
EliminarUsted dirá que el azar no se cuestiona, pero no es verdad del todo.
ResponderEliminarY aquí me paro. Una excelente invitación a la reflexión profunda.
Y me pregunto, ¿cuánto de azar hay en una vida azarosa?. ¿Una pizca, algo más, o quizás mucho?
Vivimos tiempos en que todo parece cuantificarse -debe ser muy periodístico y muy demagógico- y no se ve tanto que se proporcione más cualificación a los conceptos innumerables de todo lo relacionado con la vida. ¿Medir el azar? Aunque se inventara un aparato no sería muy fiable. El azar es la misma circulación celular, así que imagina. Salud y mirada ¿risueña?
EliminarTener gratos recuerdos de la infancia ayuda a no envejecer. Evocarlos permite obviar las ingratitudes de la realidad presente.
ResponderEliminarUn abrazo
Ojalá tengas razón, Luis Antonio, pues cada vez los alimento más. En tu primera aseveración. En la segunda, sin duda que la tienes, obvia lo ingrato del presente pero a la vez desasosiega mirar con otros ojos nuestro propio pasado. Gracias, consuelan estas breves sugerencias.
EliminarLo borré para corregir una falta: "surge"...
ResponderEliminarLo siento.
Bueno.
EliminarMe encanta tu texto...
ResponderEliminarJacinta se devana los sesos buscando respuestas, pistas... haciendo preguntas avanza en ello...
La vieja llena de humanidad el relato... su memoria anclada en un pasado donde era niña y su memoria y su retina cargadas de imágenes trágicas de guerra y ausencias... su afán recuperar la memoria de los suyos en el el susurro del viento y oteando horizontes... carga con el drama que le produjo todo lo que le arrebataron cuando era niña y me da la sensación de que quisiera encontrar una forma de viajar en el tiempo y volver a los momentos antes de la tragedia y evitarla... y vivir con los suyos una larga vida...
Bueno, esos susurros del Piri Poty que señala la vieja, pueden ser pistas para Jacinta... cuando tire del hilo a través de más preguntas...
Abrazo
Creo que a la anciana le pesa el pasado, le consuela la memoria, le angustia lo perdido, aunque diga que cada vez recuerda menos.
EliminarSí, pueden ser pistas las cosas que cuenta.
Salud estival.