"Lo importante no son las palabras del relato sino el hecho que no está en las palabras y que precisamente rechaza las palabras".
Augusto Roa Bastos. Contravida.
Achacó a la tormenta la turbia inquietud de la noche. No cenó, no habló con los hijos, no atendió al tierno requerimiento de su esposa para que se solazara con ella. No durmió. Hundido y tenso en el viejo sillón de mimbre, el agente judicial acercó todo lo que pudo la luz de un flexo. Con el cuaderno del desaparecido entre las manos recapituló. Para todos constaba que un agrimensor había estado realizando unas mediciones, eso nadie lo discutía aunque nadie lo demostrara. La empresa para la que trabajaba había enviado para aclarar la situación a un empleado que, no obstante, no conocía en persona al agrimensor. Este hecho parecía ratificar en parte que el personaje había estado en el pueblo. Otra prueba a favor era la pensión. Jacinta, la patrona, podía proporcionar el testimonio más firme. Reconoció que le había visto de pasada, solo lo justo, y luego matizó: supongo que sería ese hombre que buscan. Ah, y que nadie me pregunte sobre la apariencia y características del huésped. Mis cataratas no son fiables. Este testimonio aportado a la instrucción dejaba perplejo al funcionario. Por otra parte, cierto que existían algunos objetos de la propiedad o del uso del hombre, tal como se había hecho constar en el informe provisorio. Pero a Pallarés no le convencía la mención de unos enseres huérfanos. ¿Acaso la existencia de unos objetos o el testimonio vago de unas personas demuestran que un individuo haya estado en el mundo de los vivos? Con frecuencia he visto testigos cuyas declaraciones no eran válidas o simplemente inventadas. En tantos informes se han hecho constar objetos que luego resultaron que no pertenecían a personas inculpadas o a víctimas... O que habían sido puestos a propósito para confundir la investigación. He visto de todo, como lo ha visto el juez. Desde denunciantes y testigos que se han desdicho a falsos testimonios de representantes del orden. Extraños e inseguros los vericuetos de la verdad judicial, concluyó.
Sin embargo aquellos diarios, de los que aún no había dado cuenta a nadie, le parecían algo vivo, algo más probatorio, digamos. ¿Probatorio de una encarnación real? Indudablemente aquellos escritos no eran precisamente bíblicos, es decir no habían sido dictados por ninguna Providencia. Pallarés, que era un descreído, no tenía ni incertidumbres ni titubeos de fe precisamente. Consideraba que las dudas de fe son precisamente las trampas que acaban ratificando a un supersticioso en una creencia imaginaria. Pero no poder demostrar algo, no hilar pruebas en un caso le agobiaba. Preocupado por el calibre de tanto interrogante, Miguel Pallarés no se reconocía como el probo funcionario que había actuado siempre con meticulosidad y empeño. ¿Era lo proporcionado por la investigación a lo que tenía que dar crédito? ¿O era lo escrito por el agrimensor en su diario lo que le desviaba de unos supuestos hechos y de las pruebas tomadas como fehacientes? ¿Por qué se aferraba a una literatura de aficionado, totalmente inédita menos para su avidez curiosa? Se desmarcó mentalmente de la indagación en marcha y se concentró en la lectura del cuaderno, persiguiendo huellas invisibles.
La experiencia acumulada a lo largo de su vida había labrado un Pallarés no solo incrédulo en lo que podría llamarse comúnmente materia espiritual, sino también le había mutado en un escéptico convencido respecto a los comportamientos generalizados en la sociedad. No es solo que tuviera cada vez más reparos con la corrupción, tradicional vicio y tentación al alcance de cualquiera, sino que le atormentaba esa actitud tan extendida entre los hombres de decir una cosa y obrar conforme a otra, con frecuencia contradictorias. Nadie es consecuente, solía decir en ocasiones. O bien: se ve que todo el mundo tiene su precio, y esta expresión le infligía un dolor especial porque él en sus primeros años profesionales había cedido a presiones nada éticas. La noche en vela trajo toda clase de fantasmas corpóreos a su mente. Era madrugada neta, aún oscura, cuando cayó de puro agotamiento en el sueño.
Fueran los gallos repicando al alba o su mujer llamándolo para que no llegara tarde al juzgado, el despertar del funcionario fue violento para sí pero contenido. Acurrucado de manera retorcida en la silla, con los cuadernos del agrimensor por el suelo, fue incapaz de moverse, no obstante la agitación que aún cabalgaba dentro de él. O precisamente era esa perturbación, prolongado eco de los sueños, lo que le sujetaba a una emoción desconcertante, posesa. La esposa, preocupada porque no daba señales, se le acercó y ante aquella postura fetal, reducido su cuerpo a una mínima dimensión, le azuzó para que espabilase. Él apenas reaccionó. Solo acertó a decir: no puedo moverme, no sé salir de esta pesadilla.
La experiencia acumulada a lo largo de su vida había labrado un Pallarés no solo incrédulo en lo que podría llamarse comúnmente materia espiritual, sino también le había mutado en un escéptico convencido respecto a los comportamientos generalizados en la sociedad. No es solo que tuviera cada vez más reparos con la corrupción, tradicional vicio y tentación al alcance de cualquiera, sino que le atormentaba esa actitud tan extendida entre los hombres de decir una cosa y obrar conforme a otra, con frecuencia contradictorias. Nadie es consecuente, solía decir en ocasiones. O bien: se ve que todo el mundo tiene su precio, y esta expresión le infligía un dolor especial porque él en sus primeros años profesionales había cedido a presiones nada éticas. La noche en vela trajo toda clase de fantasmas corpóreos a su mente. Era madrugada neta, aún oscura, cuando cayó de puro agotamiento en el sueño.
Fueran los gallos repicando al alba o su mujer llamándolo para que no llegara tarde al juzgado, el despertar del funcionario fue violento para sí pero contenido. Acurrucado de manera retorcida en la silla, con los cuadernos del agrimensor por el suelo, fue incapaz de moverse, no obstante la agitación que aún cabalgaba dentro de él. O precisamente era esa perturbación, prolongado eco de los sueños, lo que le sujetaba a una emoción desconcertante, posesa. La esposa, preocupada porque no daba señales, se le acercó y ante aquella postura fetal, reducido su cuerpo a una mínima dimensión, le azuzó para que espabilase. Él apenas reaccionó. Solo acertó a decir: no puedo moverme, no sé salir de esta pesadilla.
Atrapado en otra vida, la que está en los cuadernos.
ResponderEliminarSaludos.
El peligro de las lecturas indiscretas...
EliminarMe parece buenísimo ese final. Bueno, todo en realidad, pero el final me deja atrapada. Ya quiero más.
ResponderEliminarY creo que sí, todos tenemos un precio. Sea en dinero, poder, placer, amor, seguridad, silencio... Para todos hay algo que está por encima de cualquier norma.
Besos
Algunos tienen más precio que otros o se prestan más. Se sabe de ciertos políticos pero con frecuencia olvidamos gente de nuestro entorno. ¿Nadie a salvo? En fin. Gracias, Alís.
EliminarUn pánico entre diarios que paraliza, y parece razonable, ya se verá en el juicio la consistencia de las pruebas, incluso de los personajes. Seguramente hasta del soñador
ResponderEliminarUn abrazo y feliz día
Un barazo
Como no sea en el juicio fnial, ja...Aquí no pasará de componendas y olvidos, sospecho.
EliminarSeguimos con los "efectos colaterales" tras la desaparición del agrimensor.
ResponderEliminarNada más indicado para pasar una noche angustiosa, con sobresaltos y pesadillas, que una idea resonando una y otra vez en la cabeza. Atrapado es la palabra.
Un saludo, Fackel.
¿No lo has percibido nunca como efecto de lecturas que se cruzan y aparean con circunstancias de la vida, Cayetano? Nunca se sabe qué se impone a qué, pero las pesadillas acechan y en ocasiones atormentan de modo recurrente.
EliminarSucede, al menos a mi me ha pasado, que me es imposible escapar del sueño, aún a sabiendas de que estaba soñando.
ResponderEliminarsalut
Supongo que los neurobiólogos sabrán de mecanismos y químicas cerebrales que bloquean funciones y activan otras hasta en los sueños. Pero mejor no consultar y dejarse llevar.
EliminarAnda pues de joven si alguien me sacaba de un sueño sin que este hubiera acabado su desenlace pegaba un respingo y lo retomaba hasta el final. También a sabiendas que se trataba de un sueño! Solían ser tan chulos!
EliminarDe jóvenes dábamos volteretas, subíamos a árboles o tapias y saltábamos arroyos, mira tú. Y jugábamos a las canicas, que tenía también su exhibición de flexibilidad, oiga.
EliminarUn relato estupendo, con una carga visual tremenda, muy cinematográfico. Me ha gustado mucho.
ResponderEliminarTengo la suerte de que mi corazón lento en vigilia no resiste la adrenalina de las pesadillas y me despierto del todo del acelerón.
Un placer volver a leerte.
Besos,
Se cambia tanto en esto de los sueños, Tesa. Igual un día coges gusto a las pesadillas y te dejas envolver en ella, nunca se sabe.
EliminarGracias por leer.
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarLas culpabilidades suelen ser más analizadas por los sueños -es decir, al alcance de cada uno- que por los psiquiatras o confesores. Para ver con claridad el tema de culpabilidades y también de responsabilidades frustradas o mal ejercidas no hay nada como el propio diálogo interior. Con calma, como parte del propio acervo. Somos capaces de liberarnos y de someternos, por lo tanto también de sobreponernos a los complejos. No es tarea fácil, pero está ahí, y debe hacerse.
EliminarEste comentario ha sido eliminado por el autor.
EliminarCierto, MJ,
EliminarA veces la lectura se nos mete muy dentro, como a este pobre funcionario. Por eso, supongo, algunos no leen.
ResponderEliminarMe temo que a los que leen se les meten dentro discursos más perversos, los que emiten muchos canales de tv o los partidos del odio a través de memes y memeces.
EliminarLas pesadillas me hace temblar el corazón . Son cosas irreales. Pero hoy me doy cuenta que lo que vivimos es una pesadilla que acaramelamos como que pasará. Sin darnos cuenta que los dias vuelan y las noches se detienen a pensar.
ResponderEliminarHuy, yo no me atrevería a calificar a las pesadillas de irreales. Están dentro de nosotros, aunque no siempre nos demos cuenta o las percibamos o las recordemos. Tienen su tiempo, juegan su papel, veámoslas por el lado reparador.
Eliminar¡Cómo se parece tu relato a la vida misma! Las tribulaciones internas y externas de ese funcionario judicial de tu relato son un reflejo muy aproximado de las que pueda tener uno real...
ResponderEliminarVeo que se le está complicando la recogida de pruebas para la instrucción... La testifical de Jacienta está entre la confusión y la inhibición... pero bueno, puede servir al ponerla en relación con la prueba documental del diario y los otros objetos... tirando de ellos, sobre todo del contenido del diario, tal vez pueda establecer la relación causal que aclare la desaparición del agrimensor... Lo que sí parece es que el funcionario judicial está atrapado en la causa que está investigando; la causa se lo está tragando a él... Bueno, la valoración de las pruebas, más que al agente, le corresponde al juez, así que me imagino que lo veremos en "capítulos" posteriores... La verdad es que es intrigante...
Por otro lado, me atrevo a decir que en el relato veo una especie de metáfora social con respecto a las investigaciones judiciales y a las circunstancias que las rodean... no sé, estoy aventurando una hipótesis que tal vez sea errónea...
¡La que han liado el agrimensor y Piri Poty!
Abrazo
Debe ser que la vida misma da elementos para un relato. Pero en este me parece que son casi todos muy laterales, pero me dejo llevar...No debo decir más (tampoco sabría, sinceramente)
EliminarHola Fackel, nunca hasta este momento que llego a tu blog supe de Augusto Roa Bastos.
ResponderEliminarYa fui al google y me informé un poco más sobre él
Magnífico cuento!
"No puedo moverme...no sé salir de esta pesadilla"
Alguna ve me ha sucedido...es esa milésima de segundo en la que sabes, con alivio si es pesadilla, que estás soñando pero no puedes depertar.
Abrazo desde el sur del sur
Bienvenida, Lu. Es que en América (para mí América es desde Alaska hasta el Cano de Hornos) y en concreto en la de habla española y portuguesa tenéis muy buenos escritores. Necesitaría otra vida para leerlos a todos.
EliminarLa entrada, como verás, es parte de una especie de serie que sale en entradas anteriores, puedes verlo si quieres para que te expliques el hilo hacia el ovillo (aunque nunca se sabe)
Ya veo que habitas en ese gélido sur del sur, en ese archipiélago casi polar. Pasa cuando quieras por aquí.
Apasionante relato. Cada vez se entretejen más las redes de los miedos y los sueños. Cada vez más las palabras se acercan a lo que habita en el interior del personaje.
ResponderEliminarMuchas veces me pregunto, Neo, si cada uno de nosotros es un personaje, más de uno, varios o muchos. Tal vez si los relatos en general de cualquier autor nos cautivan es, entre otras cosas, porque nos identificamos con personajes, con sus lados bondadosos y con sus lados malditos. Los sueños ayudan a acercarnos dentro de nosotros, tal vez a entendernos entre nosotros. Un abrazo, saluda al Paraná.
EliminarAnda con poca agua ahora el Paraná, pero igual se alegrará por tu saludo :-)
EliminarNo me lo creo. ¿Quién se la ha robado? ¿Sequía?
EliminarAhora el espíritu del agrimensor está atrapando a Pallarés. Ceeo que se está obsesionando porque su vida cotidiana no le gusta. Pallarés quiere ser "otro" y no se había dado cuenta hasta la desaparición del agrimensor.
ResponderEliminarEstas cosas pasan...
Te sigo.
Me encanta esta serie
Un abrazo
Puede ser lo que dices. Hay espejos ajenos que de pronto descubrimos que son nuestros también. ¿Será que nuestro particular narcisismo -el que tiene cada cual en mayor o menor medida- se mira en el río de otros humanos?
EliminarPues sigue leyendo.
Tus relatos seducen, exigen nivel de atención a todos los sentidos y acaban en desenlaces sorpresa. Vuelvo a felicitarte.
ResponderEliminarGracias, Luis Antonio, se hace lo que se puede, se trata de indagar. Un abrazo.
EliminarJuraría que te había escrito un comentario, sobre las pesadillas y esas cosas... aunque no juraría si pinché el enviar -alguna vez me ha pasado- tan despistada soy...
ResponderEliminarA la espera del próximo episodio. Buenas noches.
Pues por aquí no lo veo, Soco, pero tampoco me extrañaría que se me hubiera ido el dedo a la casilla que no es, pero me acordaría.
EliminarLo siento, me hubiera gustado leerlo/leerte.