La conocí mientras estaba sentado una mañana de calor temprano junto al manso Piri Poty. Asomaba de vez en cuando la cabeza sobre los juncales y canturreaba divertida algo así como: te'o aí, te'o aí. Luego emergió, produciendo con los labios un silbido serpenteante que se multiplicó sobre la corriente. Me sobresalté. Sus largos cabellos de azabache enmarcaron unos senos bien afirmados. No se asuste, balbuceó con un agudo deje indio, siempre que voy a salir del arroyo me despido. Y el río me despide. Me enseñaron a ser agradecida con las aguas. Es un río sencillo, dije un poco confundido, y no parece río si se le compara con otros de regiones más vastas. Pero me gusta. La adolescente salió, chorreando a lo largo de su ya madura desnudez. No se sabía dónde empezaba en aquel cuerpo el hontanar y si sus areolas no eran sino la base frutal de un ilimitado crecimiento silvestre. ¿Qué cantabas?, pregunté. Ella se sacudió, salpicándome. Una vieja cantinela que repite siempre lo mismo: triste muerte, triste muerte, pero no es triste la canción, porque en realidad habla de la muerte de la muerte. Yo me aturdí de nuevo. Es formidable que se cante algo así. ¿Crees en la muerte de la muerte? Ella no se arredró. Naturalmente, me enseñaron a creer en ello. Pero no basta con creer algo, ¿verdad?, sugerí. Habrá que comprobar si los deseos pueden llevarse a cabo. Ah, dijo la joven todo festiva, a mí no me cabe ninguna duda. Yo misma lo he logrado. Como me viera poner una cara incrédula, cambió de tema. ¿Sabe usted qué significa Piri Poty?, me preguntó según se colocaba una blusa alba, amplia. No sé guaraní, reconocí. Apenas ató uno de los cordoncillos y a continuación se embutió a duras penas en unos jeans raídos. Normal que no lo sepa, es una lengua aún viva que la hablan cada vez menos vivos. ¿Usted lo entiende? Pero la hablamos los suficientes para que ella, la lengua madre, no muera. Hice un gesto de comprensión, como diciendo: aún tengo que aprender mucho de esta gente. Pues bien, prosiguió la chica, Piri Poty quiere decir en español flor de junco. ¿No es hermoso? Vio mi cara de admiración. No diga que no, afirmó mientras expandía su cabellera húmeda. Es hermoso en las dos lenguas, pero mucho más por la intención de quien pusiera el nombre al riachuelo. ¿Quieres decir que no pensó tanto en la esbeltez del junco y sí en la flor minúscula y que pasa casi desapercibida?, se me ocurrió. Ajá, a veces lo he pensado, pero son cosas mías, no me haga mucho caso, dijo. Oiga, no le había visto a usted antes. ¿Se hospeda en San Joaquín? De momento sí, y no quise dar más explicaciones. ¿Es que eres de allí? Nunca he querido ser de allí, respondió la adolescente. De donde soy yo solo puedo habitarlo yo. ¿Le extraña? Un poco, y me inquietó aquella manera de expresarse tan rara. Todo el mundo es de alguna parte, no es cuestión de que quiera o no, sino que las circunstancias le obligan. Otra cosa es que no le guste o no esté cómodo donde vive, a mí me ha pasado alguna vez. La chica bostezó y se estiró sin pudor alguno, afinando cada curva de su perímetro intocable, inaprensible, como si fuera un resorte natural que ni ella forzaba ni mucho menos inhibía. Nunca vi a una mujer tan plena y tan sin tiempo, como si fuera parte de la tierra o de los ríos. Como si su apariencia femenina no la limitase a ser simplemente humana. Entiendo, me atreví a seguirla la corriente. Vives en una aldea próxima o en una choza del camino que va hacia Cecilio Báez, ¿no es así? Vamos, que formas parte de los irreductibles. La mujer fluvial me tuteó entonces. Eres buen adivino, ¿o solo observador? Pues sí, soy irreductible, pero ya te he dicho que voy y vengo, ¿no lo has entendido? Ah, una nómada, o tal vez una salvaje, y reí. ¿Quién te dice que no?, saltó con mirada diabólica. ¿Y que entro y salgo no solo de las haciendas y de los villorrios, sino de cada pecho que me habla con delicadeza? Ah, por cierto, visitante indiscreto, a mí también me llaman Piri Poty, aunque pocos me vean. Solo los que yo elijo.
(Grabado de Frans Masereel)
El amor en su versión más pura.
ResponderEliminarLa del instante del asombro, supongo.
EliminarEn efecto, luego todo desgasta.
EliminarAunque hay veces en que el asombro da paso a otros asombros.
EliminarMe llamó la atención la imagen. Con ese contraste de blanco y negro.
ResponderEliminarY que mujer tan vital, tan desinhibida y con cierta malicia seductora.
Saludos.
Si no sabías de Masereel busca por la red, vienen bastantes imágenes.
EliminarEditorial Nórdica publicó hace tiempo "La ciudad" y "Mi libro de horas" con sus trabajos de xilografía. Tienen una gran fuerza artística y crítica sus obras. Salud.
Cuando menos se espera salta la liebre. Parece ser que es ella -la liebre- la que elige la presa y no al revés.
ResponderEliminarUn saludo.
Cuando menos. De momento es una revelación. Muy agudo tú.
EliminarUna mujer que forma parte del río y que de la misma forma desaparece como sus aguas en un transitar continuo hasta encontrar su muerte en el mar, ese cementerio de todos los deseos.
ResponderEliminarUn saludo.
La mujer es un curso para el hombre. Al menos para el hombre de mi tiempo. En fin, no me quiero ir más allá de la ficción del relato.
EliminarUna ninfa, un paisaje acogedor, pueblos indios y Piri Poty que canta a la muerte. ¿Qué más se puede desear? El viajero tiene mucha suerte en disfrutar de la visión de la aparecida.
ResponderEliminarEs lo que tiene una historia paraguaya, tan interior como el propio país. Ay de las apariciones, y no precisamente las milagrosas aunque obren milagros.
EliminarJorobarse! Narras una especie de poderío natural e instintivo, asemeja el de los elementos. Peligro a la vista para cualquier ciudadano!
ResponderEliminarUna mujer con esa abundancia atezada que salta desde las aguas es como para hacer peligrar la vida contemplativa de un asceta.
EliminarUna doncella encarnada e inmortal que sigue siendo rebelde pese al castigo recibido...o fue premio y liberación?
ResponderEliminarEsa misma pregunta me hago, pero no es fácil saber con claridad las razones de los irreductibles sinceros con causa. (Porque hay irreductibles del beneficio, como conocemos en España)
EliminarHas estado en Paraguay?
ResponderEliminarHay tantas maneras de estar en los sitios...
EliminarEs la voz de un río entre cacatúas y vergeles, con razón es vida plena, inasible, sin edad. Igual la muerte muere, cada vez que actúa, o se alimenta, quién sabe.
ResponderEliminarUn abrazo y por esos idiomas de la madre tierra que están en extinción, como las musas acuáticas.
Bueno, no es tan ideal, está más acá de los cuadros con edenes del aduanero Rousseau.
EliminarEs curioso la de vueltas que le damos a la muerte, resistiéndonos a admitir que es parte del adn de la vida, pero mira nos persigue a través de la Historia y sin que podamos hacer nada más que o generar ficción (mitos y rituales incluidos) o vivirla descarnadamente.
No creas pero el guaraní lo hablan doce o trece millones de personas, entre pobladores de Paraguay, regiones del norte de Argentina, Bolivia y algo de Brasil, creo. Y mucha gente allí habla tanto guaraní como castellano, alternadamente.
Buen domingo.
La flor del junco. Interesante. Todos nosotros ahora somos como juncos mecidos por el viento. Con los pies en la tierra y movidos a su merced. Un abrazo.
ResponderEliminarAhora más, pero ¿cuándo no lo somos? Mira, me lo pones de reflexión: si esto que pasamos ahora y las consecuencias funestas de todo tipo que van a venir no sirve para repasar y cuestionar formas de vida frágiles, que hemos creído sólidas, pues que venga Zeus lo vea. El otro día supe por primera vez de la erupción en 1815 del volcán Tambora, en Indonesia, y cómo además de matar a miles de personas directas extendió millones de dióxido de azufre por el mundo modificando el clima durante un tiempo, con toda la consecuencia de cosechas al carajo, epidemias, hambruna, etc. ¿Lo positivo? Que aquello más tarde sirvió para que el capitalismo industrial de la época, o los humanos de Occidente, vamos, afinaran descubrimientos técnicos que acabaron potenciando el desarrollo ya más inteso del siglo XIX. No nos lo habían contado.
Eliminar...y aparece de pronto, emergiendo del agua. como una flor de junco... Habrás conseguido "matar" a la Muerte, aunque solo sea
ResponderEliminara intervalos, en un tiempo sin tiempo?...
Mira, soy de la opinión que a lo largo de la vida la matamos muchas veces. Nos faltaría siempre la definitiva, tal vez la mujer silvestre supiera algo que no sabemos. Un tiempo sin tiempo también es un tiempo. ¿Parado, imaginado, soñado...? No sé.
EliminarMujer como la tierra, fuerte, potente, ..., ella misma.
ResponderEliminarGracias Fackel.
Saludos.
Acaso también caótica, con sus propias leyes, y sus movimientos telúricos particulares...ella misma, sí.
EliminarNo creo en "la muerte de la muerte", pero no me desagrada la idea...
ResponderEliminarSaludos
Habrá que desconfiar de los vendedores de feria que la pregonan. Incluso hay una marca registrada como "Vida eterna". En fin.
EliminarQué belleza de relato. Me ha recordado un poco el estilo de Carlos Castaneda. Esos encuentros mágicos con personas que no se sabe si son simplemente humanas o tienen un carácter sobrenatural. Hay tanta fuerza en la muchacha... aunque también en el buscador.
ResponderEliminarEncuentro atípico el que nos muestras. Es un atisbo de la vida verdadera.
Porque la vida verdadera es magia, emoción y asombro.
Felicitaciones por tanta belleza...
Un abrazo
La vida verdadera es física. Se puede palpar los sueños, lo imaginario, lo literario, simplemente lo emocional (que no es poco, uf) Tal vez exigen otro tacto. La vida verdadera es de este mundo. Todo lo contrario de la nada que, al fin y al cabo, es a donde nos devuelve a todos la muerte.
EliminarGracias, Ana.
Me gustaría conversar con esa mujer fluvial. Si entra y sale de cada pecho que le habla con delicadeza, esta noche le prepararé un hueco agradable y esperaré a ver si en sueños me hace una visita.
ResponderEliminarPrecioso relato. Un saludo.
Prueba a buscarla. Yo me pasaba de niño ratos solo a la orilla de un riachuelo donde croaban ranas, saltaban las ratas de agua y se agitaban en mi entorno las libélulas. Lo físico, cuando te haces mayor, se convierte en imaginario. Algo activo, algo que nos vincula al pasado experimentado, algo que nos proyecta en distintas direcciones. Solo posible mientras se vive, por supuesto. Ni el antes ni el después de estar tiene mayor interés. Ni podría tenerlo.
EliminarMe alegra que comentes.
Un encuentro sorpresivo e interesante.
ResponderEliminarCuando menos se espera salta la mujer indómita. Salud.
EliminarNo quisiera verla. Al menos, no todavía.
ResponderEliminarMe sorprendió el final pese a que lo intuía. No parece lógico, ¿verdad? Y así fue. Igual que me sorprenden todos y cada uno de los cuentos indómitos. Casi tanto como tu capacidad de crearlos.
Como siempre, un gusto leerte.
Besos
Pues mira que es un personaje que he dejado en la ambigüedad, no sé si lo dejaré ahí, y tú no has andado descaminada pero no necesariamente sea quien piensas. Podría. Me lo pienso. Que sigas el curso de los acontecimientos de cada cual, pero con salud.
EliminarDesenrolladas las vendas y despojados los falsos mantos está la esencia de la mujer silvestre o salvaje, allí en el Río bajo el Río. ( Clarissa Pinkola en Mujeres que corren con los lobos.)
ResponderEliminarTu indómito me llevó a esta psicóloga.
Adriana
Vaya, si que es coincidencia. Se ve que la corriente jungiana trascurre sin que algunos nos enteremos. Te creí desaparecida en combate.
Eliminar"Tan plena y tan sin tiempo"... ¿Eternamente fuerte? Hay un halo de misterio en ella que resulta tan conciliador como inquietante...
ResponderEliminarEn tu historia no hay un río bravo sino un arroyo manso, pero también aparece el junco... imagen metafórica de lo flexible, adaptable y resistente...
Tu historia, en ese significado del nombre del arroyo, tras consultar sobre su existencia la wikipedia, me ha llevado a mi infancia y al arroyo que discurre por mitad del pueblo donde nací, plagado de juncos, donde jugábamos en verano, cuando casi siempre se secaba, y resulta que a la flor del junco nosotros (localismo puro y duro) la llamabamos "pelujo" (me gusta más Piri Poty), incluso la intentábamos fumar a modo de puro... (perdona esta deriva por los recuerdos de mi infancia).
Estos relatos tuyos me conectan con la naturaleza, con lo tribal, con lo universal y con la esencia y con el misterio de la vida y de la muerte.
Abrazo.
Abrazo
Es que hay distintos tipos de junco. Unos muy finos tenían -digo tenían porque me sitúo en la infancia con el recuerdo- una pequeña flor en el extremo superior. Otros, que supongo que son los que citas, eran altos y altivos, con esa especie de puro que se despeluchaba con los dedos si se quería. Se les llamaba espadañas en unos sitios, tifas o aneas en otros, según.
EliminarMe alegra saber que un relato puede tener significados en la memoria de otras personas, Impersonem. Estimula saberlo. Gracias.