"...de agua poco a poco se van llenando
las huellas de unos pies que ya han desaparecido".
Zbigniew Herbert. Episodio.
Durante todo el día estuvieron buscando al agrimensor desaparecido. Hallaron el equipo con los instrumentos en la orilla del Piri Poty. El pantalón y la ropa interior, sobre los juncos. El calzado, a cierta distancia. Sospecharon lo peor, pero no acertaron. Los buceadores más experimentados rastrearon el río. Removieron el lodo del fondo. Apartaron algunos troncos de árboles y la exuberante hojarasca náufraga. Inspeccionaron un tramo considerable, incluso las pozas más negras. Ni rastro del hombre. Ahogado no parece, dijeron los mirones que se acercaron. Y la corriente habría retenido el cuerpo en la presa, informaron los guardias. Un misterio, afirmó un fotógrafo local ávido de sensacionalismo. Un enigma, replicó el representante de la empresa del agrimensor. Tal vez se metiera en el agua y alcanzase la otra orilla, sugirió el pastor de una secta religiosa que convertía cualquier detalle físico en un símbolo de salvación. El juez de guardia, al que alguien avisó en falso, aseveró categórico: encuentro no más que indicios de una turbia oscuridad en este caso. Nada aporta pruebas de que el agrimensor haya perecido. Puede que tan solo haya perdido la cabeza. Todos los presentes se miraron perplejos. Era un empleado muy equilibrado, certificó a favor del desaparecido el otro agrimensor. Miren, tranquilizó el juez, lo mejor es dar parte a los puestos de policía de los pueblos cercanos y esperar a que se le localice. Eso sí, ordenen que se provean de ropa para el caso de que se den de bruces con él. No es cosa de que le tomen como exhibicionista. Llámenme si encuentran de verdad el cadáver, tengo más quehaceres. Luego levantaron el operativo y dejaron al arroyo de nuevo apacible y solitario, como casi siempre solía estar.
Pero los ríos suelen ser más anómalos de lo que se piensa la gente. Porque, ¿cuántas dimensiones tiene un río? ¿Basta con cuantificar las distancias de su curso en ambas direcciones? ¿Qué datos proporciona medir su profundidad? ¿Son las cifras las que resuelven el carácter y la personalidad de un río? Los barqueros, ¿navegan exclusivamente para alcanzar un puerto certero o se sienten además superiores? Los bañistas, ¿se sumergen en él solo para refrescarse o echan un pulso que consideran heroico? Las tierras que hay a cada lado de sus riberas, ¿alimentan su feracidad únicamente por las aguas que las riegan o intentan generar nuevos ríos subterráneos? Los viajeros, ¿los atraviesan como si salvaran un obstáculo o imaginan visiones tentadoras al atravesar el vacío de la luz de los puentes? En un río hay una atracción poderosa que desconcierta a toda clase de hombres. Quien se aproxima a él no se limita a cumplir una función práctica, sino que fantasea, se reencarna, se alza con soberbia sobre el elemento. El agrimensor lo sabía. Sabía que su fuerza era también una invitación. Pero, ¿se trataba de la convocatoria de la mujer aparecida o más bien de la búsqueda que late recóndita en cada hombre lo que le arrastró hasta un mundo ignoto?
La joven Piri Poty se acercó al agrimensor. Te están buscando arduamente, le dijo. Él se limitó a encogerse de hombros. Era de esperar, es parte del protocolo de una investigación. ¿Sabes que antes o después pondrán tu nombre en la lista de los que desaparecen de este mundo sin dejar rastro?, insistió ella. El hombre se hallaba relajado. Me trae sin cuidado. Me basta con estar en tu cercanía. ¿A ti no te buscan? La chica hizo un gesto desenfadado, casi arrogante. De mí no han sabido nunca. Si me han visto, no me han reconocido. Soy invisible para la mayoría. Solo puede verme quien explora dentro de sí mismo. Solo puede llegar a mí quien anhela alcanzar dimensiones que las medidas ordinarias de la vida no pueden proporcionar. No te escogí por casualidad. Lamentaba que tu oficio no te facilitara el salto al conocimiento. Pero no tengo la impresión de que me hayas conducido a ningún lado, Piri Poty, objetó el hombre. Me siento como si no hubiera lugar alrededor mío. Ni suelo donde pisar. Ni vínculos a los que estar sujeto. Ni pasiones que envenenen. Como si me viera carente de necesidades. ¿Acaso no estamos en ninguna parte y todo estará un mero sueño? Piri Poty se levantó, horadando con sus formas de mujer la mirada del agrimensor. Aventando con el aire floral de su cuerpo la quietud imperturbable del hombre. Luego, tomó unas piedras de la orilla y las hizo saltar horizontalmente sobre la planitud del agua reposada en una carrera sin fin. ¿Acaso ves que los guijarros detengan en algún punto su trayectoria?, dijo. Imagina, pues, que nosotros tampoco.
La joven Piri Poty se acercó al agrimensor. Te están buscando arduamente, le dijo. Él se limitó a encogerse de hombros. Era de esperar, es parte del protocolo de una investigación. ¿Sabes que antes o después pondrán tu nombre en la lista de los que desaparecen de este mundo sin dejar rastro?, insistió ella. El hombre se hallaba relajado. Me trae sin cuidado. Me basta con estar en tu cercanía. ¿A ti no te buscan? La chica hizo un gesto desenfadado, casi arrogante. De mí no han sabido nunca. Si me han visto, no me han reconocido. Soy invisible para la mayoría. Solo puede verme quien explora dentro de sí mismo. Solo puede llegar a mí quien anhela alcanzar dimensiones que las medidas ordinarias de la vida no pueden proporcionar. No te escogí por casualidad. Lamentaba que tu oficio no te facilitara el salto al conocimiento. Pero no tengo la impresión de que me hayas conducido a ningún lado, Piri Poty, objetó el hombre. Me siento como si no hubiera lugar alrededor mío. Ni suelo donde pisar. Ni vínculos a los que estar sujeto. Ni pasiones que envenenen. Como si me viera carente de necesidades. ¿Acaso no estamos en ninguna parte y todo estará un mero sueño? Piri Poty se levantó, horadando con sus formas de mujer la mirada del agrimensor. Aventando con el aire floral de su cuerpo la quietud imperturbable del hombre. Luego, tomó unas piedras de la orilla y las hizo saltar horizontalmente sobre la planitud del agua reposada en una carrera sin fin. ¿Acaso ves que los guijarros detengan en algún punto su trayectoria?, dijo. Imagina, pues, que nosotros tampoco.
(Fotografía de Leonard Nimoy)
Lo dicho, una sirena... de río, pero sirena; porque ha encantado -nunca mejor dicho- al agrimensor.
ResponderEliminarSaludos.
Un ofidio particular, capaz de llevarse a otras dimensiones alos incautos. Saludo.
EliminarEste comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarPues mira, tal vez esa es la búsqueda y la desaparición, perseguir el eterno femenino, muy sagaz vos. La técnica se ha desarrollado para que se produzca menos energía tradicional. Pero en el caso del juego de las piedras me retrotrae más que a la fuerza en sí, al vigor y ala decisión con que hacíamos las cosas más insignificantes en la infancia y juventud.
EliminarParecía que el agrimensor se había encontrado con una mujer seductora y peligrosa, como las sirenas de La Odisea. Pero tal vez sea como otro episodio mitológico. Como el de Hylas y las ninfas, el escudero de Heracles que se encontró con unas ninfas y no tuvo motivos para volver. Salvo que en este caso, sería una sola. Una sola la mujer irresisistible.
ResponderEliminarSaludos.
Más que las personas a veces son ciertos principios y símbolos los irresistibles y seductores. Ahí tienes a la Marianne como símbolo de la Republique FranÇaise. O el cuadro de Delacroix. Pero dejémosla encarnada en el relato como una mujer corriente y creciente.
EliminarHay rios que no son agua clara.
ResponderEliminarSalut
También hay capas acuáticas y miopía de los que se sumergen. Salut.
Eliminar¿Y si fuera posible para siempre desaparecer y seguir siendo?
ResponderEliminarEn un relato es posible. Propiedades de la ficción. Más allá de esa posibilidad...pues eso, ¿y si fuera posible?
EliminarEl hechizo del agua.
ResponderEliminarSaludos.
Y de las guardianas de las aguas, que haberlas haylas.
EliminarYo le diría al agrimensor que se dejara llevar, que cerrara los ojos y sucumbiera al embrujo de Piri Poty, que con ese nombre nada malo podría ocurrirle.
ResponderEliminarLa flor del junco: con ese nombre, ¿quién se resiste? Con lo que me gustaba de pequeño coger juncos aunque fuera para nada. O para poder contarlo ahora e imaginar un cuento de ribera fluvial.
EliminarUma ninfa, uma deusa! Oxum, deusa das águas doces dos rios e das cachoeiras, da riqueza do amor e da prosperidade? Por detrás de bela narrativa se descreve um símbolo. Cabe ao leitor atribuir-lhe sentido...
ResponderEliminarUm abraço,
É isso mesmo, concordo totalmente, José Carlos. Deusa ou simple sedutora humana leva o homem ao mesmo destino.
EliminarBienvenido y se agradece el estímulo de tu comentario. Obrigado.
Un río que no tenga su náyade ni es río ni es nada.
ResponderEliminarSalu2.
Y otros personajes más que solo la mente de un niño puede generar y retener para el futuro de adulto.
EliminarSigue el rito del agua. El agua trae misterio y emoción. Fluir dejándose llevar.
ResponderEliminarMe gusta mucho este relato continuación del anterior porque se superponen varios planos de realidad.
La realidad real, de la tercera dimensión, la realidad onírica de la cuarta dimensión, la del amor... y la realidad simbólica, de la quinta dimensión.
El encuentro con la muchacha ¿Es simplemente un momento de ceder a la seducción? ¿Es un fogonazo amoroso? ¿Es un encuentro con el ánima como la describía Jung, es decir... el aspecto femenino escondido de un hombre? En cualquier caso el misterio está servido.
Me encanta esta trama que se va expandiendo como si tuviera vida propia...
Un abrazo
¿Dónde incluirías la realidad de la Nada?
EliminarOtro.
Hoje só quero agradecer a visita. Esta história parece ser a continuação de outra; vou voltar para ler.
ResponderEliminarAbraço
Marta
Bienvenida, Marta. Así es, hay tres entradas al menos sobre esta historia del río y mujer Piri Poty.
EliminarObrigado pela sua leitura e seu comentário. Saúde.
El anterior Indómito era la llave, este solo es la puerta abierta... Me intriga el o los siguientes, que se sospechan muy interesantes. Que los dioses inmortales te iluminen.
ResponderEliminarNo sé, tal vez es mejor quedarse corto. Además, como los dioses me iluminen mal vamos: son cegadores en extremo. Sobre la marcha, Soco.
EliminarSupongo que cuando alguien desaparece, la especulación por parte de quienes comparten el mismo espacio o conocidos, resulta inevitable.
ResponderEliminarDejarse arrastrar por la corriente de las circunstancias o de las atracciones es una posibilidad que está ahí... saber las características de los ríos en los que nos metemos, no es fácil; y en las razones por las que nos metemos en ellos, operan innúmeros factores que a veces controlamos y a veces se nos van de las manos... y, en la mayoría de las ocasiones, nos generan muchas dudas...
A veces, obnubilados por bellezas, espejismos y "otros imanes" que atraen el interés humano, nos despreocupamos de todo lo demás y de todos los demás, sin importarnos cuán preocupados estén por nosotros y por la suerte que hayamos corrido...
Esta vez he pensado que la seductora, más que la muerte, es la consciencia...
Abrazo
El río como símbolo del curso de la vida. Pero esta es plural. Nuestros cuerpos son plurales. Tienen tantas manifestaciones para adaptarse y encarar relaciones, actividades, ubicaciones, pertenencias. La seducción siempre está, como está la obligación, la adaptación, el compromiso, las diversas realizaciones en común con otros. Puede que la conciencia de vivir sea realmente la seductora...de un sueño.
EliminarAdelante.
Quizás sea hasta deseable una forma así de la muerte. Sin noción concreta de nada más que de la esencia de las cosas
ResponderEliminarLa muerte no tiene mérito por sí misma. Y debe ser terrible para el individuo despedir la vida envuelto en una sedación que le priva de la conciencia del fin. Porque esta conciencia es la que envuelve con mimo todo el recuerdo de lo vivido. Pero el dolor físico es más terrible. En fin, Neo, día a día.
EliminarComprendo al agrimensor y le envidio. Le sobran motivos para desaparecer.
ResponderEliminarBello y seductor cuento, Fackel
Pues cautela ante las fantasías, nos pueden arrebatar, como a los místicos. Gracias, Luis Antonio, por estar cerca.
EliminarHubiera aventurado una desaparición sin más, quién no ha sentido esas ganas de desvanecerse por completo ante lo que le rodea. El hecho de topar con esa guardiana de las aguas perturba el entendimiento, y le confiere una pátina de irrealidad inquietante. Desaparecer y, a la vez, permanecer... más allá de lo evidente.
ResponderEliminarGran forma de contarlo Fackel.
Pues a veces se tienen esas ganas, en este período de la crisis uno quisiera desaparecer -no morir- no solo por el miedo al virus sino por el pánico a los abyectos que solo saben de criar hijos de Caín, a cuenta de la desgracia de muchos. Así que prefiero volver al misterio del río antes que a las aguas turbias de los eternos turbios. Me alegraré si me comprendes.
EliminarGracias y ánimo, G.
yo desaparezco por momentos me vuelo en silencios y ahí me quedo para volver a sentir lo que viene sin pensar en el hoy o ayer
ResponderEliminarNo es fácil tu intento, supongo, porque vivimos en el hoy con el condicionante del ayer y la expectativa del mañana. Pero si rescatamos un trozo de silencio que nos haga sentir como la respiración, algo del instante, pues ya es mucho, Mucha.
EliminarNo parece mal lugar ése al que ha llegado el agrimensor, aunque tambien parece que necesitamos sentir que tenemos dónde pisar, vínculos, pasiones... La respuesta de Piri Poty sobre que no podemos detener nuestra trayectoria a mí me genera cierta angustia, tal vez porque ando últimamente a vueltas con cuál será la mía.
ResponderEliminarMe gustó el ejercicio de ver cómo los distintos espectadores presentan interpretaciones diferentes de lo ocurrido desde sus distinciones, sus propias miradas (y limitaciones para mirar).
Besos
Estoy pensando que habría que preguntar al río. Necesitamos sentir siempre, desde el primer al último día, por muy anciano que este último sea. Pero con la edad llegan sentimientos y sensaciones no advertidos o valorados antes. El cansancio, el hastío, la presencia más clara que nunca del Laberinto. La trayectoria no está prefijada al cien por cien, aunque se parta de un punto que puede indicar el camino. Pero ¿cuántas veces no nos hemos desviado de él?
EliminarA mí me parece enriquecedor que cada lector tenga su propia mirada y deduzca conforme a ella. Gracias por leer y decir.
Creio que, às vezes, todos necessitamos de meditar, estar sozinho e apenas observar o Mundo...
ResponderEliminarOs rios, o Mar... escutam segredos, escondem histórias e nem todos as descobrem.
Interessante...
Obrigada pela partilha, pela visita
Beijos e abraços
Marta
Pero no olvides, Marta, que las historias y los secretos suelen estar con frecuencia dentro de nosotros. Un río, como una montaña o un animal, por ejemplo, son elementos en que nos proyectamos y que los adaptamos a nuestros sentimientos y sensaciones. Los humanos somos así desde antiguo.
EliminarSalud y calma.