Era el más alegre de la localidad. Ni en las circunstancias más luctuosas dejaba de animar con alguna expresión a los deudos de un fallecido. Si bien con extrema cautela. Cuando se encontraba solo en el cementerio realizando las tareas propias de su oficio no se inhibía de cantar las tonadas más clásicas y las canciones del momento más pegadizas. A la vez que trabajaba y cantaba dialogaba a su manera con los muertos. Qué buenos tragos nos echamos, decía ante la sepultura de M.L. O bien al pasar junto a la de otro conocido: ay pillín, cómo me acuerdo de aquella vez que nos corrimos la juerga en la ciudad de H. Y mirando la lápida de otro cómplice de diversiones: suerte la tuya, nunca supiste cómo te la jugaba tu mujer. Y en este caso reía casi soez y falto de respeto.
Un día claro y cálido se acercó por allí la Muerte, simulando que era una forastera de visita. El sepulturero daba los últimos toques a la colocación de la lápida impoluta de una tumba. ¿Reciente?, preguntó la visitante curiosa. De ayer mismo, respondió el hacendoso trabajador. Y ella: ¿joven o viejo? El hombre, que había parado de canturrear, adquirió un tono lúgubre. Una muchacha en su mejor juventud, dijo con voz quebrada. La Muerte simuló sentirse afectada, pues temía que el otro, experimentado en los personajes que pasaban ocasionalmente por aquel lugar, la reconociera. Un accidente, supongo, añadió la Muerte. Una enfermedad extraña según el forense, informó el sepulturero. Y bajando inútilmente la voz, porque allí no había nadie más: pero yo creo que murió por amor. Qué horror, tan joven y morir por amor, replicó la hipócrita. ¿O fue de amor? Por, por, insistió el funcionario. Ya conocí otro caso, porque ¿sabe usted?, el amor primero tantea, luego entra con precipitación, más tarde afila sus garras dentro del individuo y por último lo devora. Y nadie sabe realmente qué ha pasado porque todo el mal tiene lugar dentro de la persona a la que afecta. La Muerte, que estaba por tirar al otro de la lengua, prosiguió: ¿de tanta brutalidad es capaz el amor? Ah, sí, rio, puede ser tan brutal que a unos ata de por vida y a otros sentencia de por muerte, como es el caso.
La Muerte caviló. Me he encontrado con un filósofo de verdad, alguien que extrae conclusiones de la vida real y no solo de las teorías indemostrables. Prosiguió la conversación. Pero si circunstancias de esta clase son trágicas, ¿cómo es que usted no cesa de cantar con tanto ánimo? Mire usted, no se sorprenda, dijo el sepulturero. Llevo toda la vida en esto. Para mí más que para nadie la muerte es un acontecimiento que no se puede sortear llegado el instante fatal. Me duele el sufrimiento de cualquier vecino o familiar, pero no dejo que influya en mí. El canto me sale de dentro, sin más, porque algo me dice que la vida debe continuar más allá de cada entierro o cada herida de los deudos. Eso está bien, es muy saludable, agregó la Muerte con cinismo. Pero dígame, le provocó, ¿ha pensado alguna vez en verse tal como yacen aquí otros? El sepulturero miró con desparpajo a la otra. No sé por qué, pero sospechaba que me iba a preguntar algo así. Claro, en cada ataúd que sepulto me veo también en gerundio. Solo espero que el que actúe en esa ocasión lo haga bien y no cause desperfectos, que yo siempre he realizado esta labor con sumo cuidado y cariño.
La Muerte, que no sabía cómo ni por dónde pillarlo, estuvo a punto de echarse a reír, pero esta actitud refleja no le está permitida. Admiro su talante, dijo despidiéndose del hombre. No les deje nunca -y en este adverbio se demoró con gesto mefistofélico- a los vecinos sin su buen hacer. Jamás lo haré, no le quepa duda, apostilló enérgico y convencido el sepulturero. Le diré algo que acaso ya habrá escuchado. Dormir y cantar apartan a la muerte. Y siguió rematando el trabajo.
(Francesca y Paolo de Rimini, ilustración de Gustavo Doré para La divina comedia)
Quien canta su mal espanta. Yo no podría ser sepulturero, tengo mal oído.
ResponderEliminarY no hay mal mayor o más asustadizo que la muerte.
EliminarMejor cantar a la vida que llorar a la muerte.
ResponderEliminarSaludos.
Sin duda. Es una constante del género humano, sobre todo del pueblo sencillo. Los Requiem son otra cosa.
EliminarA la Muerte no la reconocen ni los sepultureros.
ResponderEliminarLos hombres y mujeres que habitan este mundo no parecen reconocer la brutalidad del amor y tiene que venir La Muerte para hacérselo saber.
Cornadó
Son como dos polos en la constante humana, el Amor y la Muerte. O dos ejes, o dos complementarios Ambos tienen sus tiempos de triunfo, pero se desequilibra en favor de quien rompe el tiempo.
EliminarUn sepulturero que no tenía un pelo de tonto, y mira, podrá esquivar a la Parca con su actitud :-), bueno, hasta un punto, que la eternidad ha de ser enojosa hasta para un sepulturero.
ResponderEliminarUn abrazo y feliz tarde
Para un sepulturero la eternidad sería enojosa si no tuviera actividad. El sepulturero tradicional era el que más claro tenía que no había retorno. Bueno, ellos y los curas, por mucho que estos hablen de vidas eternas.
EliminarNada mejor que tratar a diario con ella para perderle miedo.
ResponderEliminarUn saludo.
En efecto. Además ya sabes que todos los oficios se acaban convirtiendo en algo rutinario. Y la rutina normaliza lo más dramático.
EliminarCon el tiempo, en todos los trabajos se adquiere un cierto grado de confianza. Supongo que un sepulturero tiene una forma personal de ver la muerte. En su caso la muerte le da trabajo, y ese trabajo le da el sustento. No sé si es tétrico o no, pero es una realidad que está ahí y cada cual la ve desde su perspectiva. Canta y normaliza su labor; y esa conversación unidireccional con los muertos y su pasado pues es un poco ventajosa, pues sabe que no va ha obtener réplica...
ResponderEliminarCreo que a este personaje tuyo de la Muerte le estoy dando corporeidad antropomórfica; incluso a veces me la imagino con una especie de aura amable y comprensiva que resulta más bien contraria al concepto escatológico que tenemos de la muerte el común de los mortales...
Por otra parte, esa seriedad de la Muerte que se aprecia al final de tu relato por falta de las facultades necesarias la aleja un poco de las facultades antropomórficas; estaría bien que tuviera esa facultad, así podría apreciar la diferencia entre los sentimientos que producen seriedad y los que poducen sonrisa...
Tues relatos están tan bien hilados que me los creo como si de realidad palpable se tratara.
Abrazo
Es curioso esto que dices de la corporeidad que estás dando al personaje. Yo también la imagino pero su propia dinámica viajera me confunde. Ese tránsito constante para arriba y abajo, entre geografías u oficios, con acercamiento a edades y sexos me confunde. Puede tener todas las caracterizaciones y a veces la encuentro tensa. Suele salir con el rabo entre las piernas de muchas visitas, pero siempre ufana, como si pensara: ya volveré. Empiezo a concebir una Muerte a ratos tensa porque en el fondo le abruma que le pongan las cosas fáciles. ¿Tal vez por eso perdona temporalmente las vidas?
EliminarLo seguiré pensando. Siempre parto de que la Muerte o la muerte no tienen mérito alguno. Se lo encuentran casi siempre hecho.
Salud y cuidado.
Interesante talante el del sepulturero. Un amigo mío sacó una oposición del Ayuntamiento. De subalterno. Y... le pasó algo asombroso. Tuvo que trabajar de enterrador en el cementerio de Derio. Pensó no aceptar el trabajo. Pero si no lo aceptaba ya no le iban a dar más trabajo (a pesar de haber sacado la oposición). Entonces estuvo varios meses enterrando a los muertos. Al principio no podìa soportarlo.
ResponderEliminarSe le quitó el hambre y dormía mal. Cuando llevaba dos meses, de pronto le cambió la percepción de la muerte. Pasó de tener miedo a la muerte a contemplarla como un hecho normal.
Tu relato me ha recordado a la experiencia de mi amigo.
Muy buen relato
Felicidades
Un abrazo
Hombre, me alegro por ese amigo. Los hombres, al menos la mayoría, nos hacemos a todo, a casi todo, si quieres. Pero hoy día tal oficio está mucho más sofisticado, digamos, que cuando había un sepulturero o dos cavando la fosa de tierra y etc. Y se dedican a más trabajos, obviamente. Hoy son funcionarios.
EliminarSalud contra el miedo. Un abrazo.
Siempre se ha dicho que el que canta, sus males espanta.
ResponderEliminarTendremos que cantar mucho y fuerte.
Salu2 y mis deseos de salud.
Depende de la garganta que se tenga, De haber cantado de niño en el coro a lo cascada que tengo ahora la faringe va todo un abanico ¡de años! Pero la canción puede ser interior, debe serlo, que la música y el canto fluya entre la sangre.
EliminarOstras, pasé a ver qué había de nuevo y al releer los comentarios he visto que al final del primer párrafo del mío puse una "h" donde no tocaba... quise escribir "... a obtener..." , bueno, sin "h" queda mejor...
ResponderEliminarTranquilo, por el contexto y la persona se sabe cuándo es un error de dedo y no de ortografía, pero te doy la razón: sin hache queda como debe ser. Salud y humor.
EliminarPues he pasado un buen rato leyendo. No puedo opinar porque escribiría lo obvio, como ando de intenso laboreo diario solo debo concentrarme en la actividad de cada momento. Debo agradecer poder solazarme durante el ratito de lectura!
ResponderEliminarSi has pasado un rato grato ya es bastante opinión. No te estreses con las actividades propias del recogimiento.
EliminarDormir y cantar... buena estrategia...aunque más no sea para ir auto engañándose.
ResponderEliminar=)
Y así es, y así nos pasamos toda la vida. Autoengañándonos con casi todo. No íbamos a librarnos del acontecimiento más importante después de nuestro nacimiento. Avanti.
EliminarSiempre inmejorables, impresionantes, indispensables e imparables tus in-dómitos... Este, y creo que el primero: La Muerte infeliz, mis preferidos. Ya sabes, si como parece, a la Irreverente e Irremediable Dama, le agradan, tu has encontrado el antídoto, mientras consigas entretenerla...
ResponderEliminarY si, además, se trata de cantar, yo también tendría asegurada una larga vida, puesto que lo hago cada día, sin mas ni mas, sin darme cuenta. A todos mis hijos los acuné con canciones: El brujito de Gulubú, Manuelita la Tortuga y etc, etc... Y hasta La nana del cabrerillo de Miguel de Molina, que mamá me había enseñado... Ahora, aún en los días mas torcidos y rotos, siempre hay canciones en algún momento...
Bueno, aunque tarde, yo, siempre tan pesada, no?... Disculpa el rollo. Un saludoalado . Y mas indómitos.
Pues es una suerte que mantengas esas dotes cantarinas para dentro y para fuera de ti. Me has hecho recordar que mi madre era de esa guisa, tenía buena voz y se sabía muchas letras. No había labor doméstica cotidiana que no estuviese acompañada de alguna canción de su tiempo. Estas actitudes se nos quedan grabadas y ahora sucede que cuando sale por algún lado algún tango o trozo de zarzuela de las que canturreaba mi madre me embarga el recuerdo y me emociono como una cosa tonta. Ya ves, ahora el pesado fui yo con estas bagatelas. Un saludo desde esta obligada clausura, con el deseo de que no acabe siendo insoportable.
EliminarEl amor apasionado y sus consecuencias también pueden ser el catalizador que nos lleva a la muerte.
ResponderEliminarAsí es. Las consecuencias de una equivocada dirección de la pasión, supongo. Pero hay que arriesgarse.
EliminarUy, soy mala para dormir y peor para cantar...
ResponderEliminarParece que la muerte no tuvo en consideración que el sepulturero está demasiado acostumbrado a ella como para que pueda pillarlo.
Me hiciste recordar a un enterrador de un pueblo de A Coruña que era todo un personaje. Sólo como muestra: saludaba a los vecinos llamándoles "futuriños". Tenía reflexiones muy interesantes, como tu sepulturero
Besos
Pues entonces buscar otras maneras de hacer un guiño a la Tal, supongo que las hay.
EliminarCreo que en el fondo ella admira las facultades de muchas personas para vivir regateándola o, simplemente, y eso es lo que más la duele, ignorándola.
Qué bueno eso de futuriños. Hay una tradición en un pueblo de Galicia de llevar a vivos en ataúdes. Te paso el enlace:
https://www.panibericana.com/2016/07/27/la-romeria-de-los-ataudes/
Como ves la realidad siempre es como poco paralela a la ficción (no menos real)
Gracias por el enlace. Muy interesante. No conocía esta romería. Es cierto que en Galicia tenemos una relación muy particular con la muerte En casa, especialmente con mi madre, siempre hemos hablado con naturalidad sobre el tema. La muerte forma parte de la vida.
EliminarMás besos
Aunque esa tradición sea muy propia de ese lugar en realidad las hay abundantes por todas las culturas, países y tiempos. Pero esa en concreto es espectacular. ¿No te ha llamado la atención que todo el mundo está serio y graves como si de un entierro colectivo y de verdad se tratase? Alucinas.
EliminarEs que cuando haces algo con devoción es más fácil meterse en el papel, supongo. Los que van cargando los ataúdes es normal que tengan esa cara (pesan mucho). Y los que van dentro, aparte de la emoción que debe de dar cumplir la promesa, ¿alguna vez te has metido en un ataúd? Yo sí y me acongojó bastante.
EliminarEso sí, entre ser porteadora o que me paseen dentro del ataúd, prefiero la segunda opción.
Pero es que es todo el público el que está con gesto severo. Hasta los de la banda de música. Es una verdadera representación teatral que nos llevaría a sacar muchas y bonitas conclusiones. Supongo que como es un rito que se repite de padres a hijos estarán acostumbrados.
EliminarLa segunda opción, ¿en vida o en no vida? jaj
No la reconocen, pero actúan como si la reconocieran, como disimulando para sorprenderla con una respuesta contundente.
ResponderEliminarBien contado.
Sí, pero eso en nuestra vida cotidiana solo podemos saberlo si la sorteamos. Porque todos somos un poco así, como cualquiera de esos personajes normales a los que visita la muerte en los relatos, cuando en algún momento nos ha cercado la Fatal.
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