Max, que últimamente habita en el inframundo, me envía una fotografía y un comentario, por si te es de utilidad, apostilla:
" (...) Hace unos días han derribado un edificio frente a donde vivo. Lo que han hecho me parece un gesto descarnado, un ataque a la intimidad, un despropósito. Han dejado al descubierto el ámbito más íntimo del ser humano. No me refiero a eso que los idealistas de todos los tiempos denominan el alma y que hoy, aun cuando se siga usando el mismo término, sabemos que consiste en esas cuatro reglas llamadas suma, resta, multiplicación y división de los caracteres, sentimientos, afectos, emociones, en fin todo ese acervo de digestión mental con el que nos movemos por la vida. Hablo de la otra alma hecha corporeidad plena. Es decir, el Ser y la Nada. Lo que queda a la vista es un receptáculo que en otra época era considerado sacro. Una concavidad mistérica, una reliquia, un sancta sanctorum, una cella, un útero, en fin, de la regeneración del cuerpo. En otro tiempo se añadía al piso en una zona ganada al exterior, y cumplía, del mismo modo que los más discretos pero lujosos servicios de ahora, la función de acoger el desalojo de nuestras entrañas más profundas. Algunos dirán que estas solo son de carácter fisiológico, pero a mí no me cabe duda de que la fosa séptica, la letrina, el retrete son espacios personales sublimes, espacios de pensamiento y de memoria, de ocio y de experimentación, de control y de higiene, de toma de decisiones y de imprudencias decididas, de fluidez y de contención, de desahogos varios y de accidentes vasculares en ocasiones. Pero es que esta tribuna del ser humano, añadida con inteligencia a un piso cuyos habitadores seguramente tenían antes que compartir su función con otros vecinos en otro lugar colectivo del edificio, la veo tan solitaria, mostrando su desconsuelo. abandonada a la intemperie y a la obviedad a que las someten los viandantes que ganas me dan de hacer gestiones en la administración municipal para que sea catalogada y respetada para observación y disfrute de las próximas generaciones. Un monumento, sí, consideremos esta habitación diminuta pero esencial un monumento que los defensores del patrimonio histórico y arquitectónico de una ciudad que se precie deberían proteger (...)
Desde luego, este Max es la repanocha. Su sensibilidad con la herencia histórica no tiene límites. Y su aprecio por las formas de vida humana, no obstante todo lo que rabia, es incontenible.
En la Habana esto es el pan de cada dia, lo reflejé en este poema:
ResponderEliminarHe visto edificios desmoronados
técnicamente en ruinas,
los restos que se han caído
seguirán en el suelo,
nadie los recogerá jamás.
Lo que se aguanta
- milagrosamente
está habitado
Una mujer de un bloque de esos
nos contempla desde un balcón
de un sexto piso que
por no tener, no tiene ni baranda.
Nosotros la contemplamos
estupefactos, sin decir palabra
Hay mas valor en la miseria
que en las guerras,
si no hay más na, todo vale
y si se cae, simple y llanamente
a tomar pal culo, que pa eso están
los pobres y los desheredados
de la Revolución Socialista.
Mira qué sagaz tú en tu visión habanera. Em el caso de la fotografía es un efecto del derribo por la especulación inmobiliaria. Siempre he mirado las fachadas, por supuesto. Pero me ha interesado el envés de los edificio -también los sótanos y las azoteas, pero por otros morivos- pero los interiores de casas de otro tiempo que daban a patios con pozo e incluso algún árbol tenían su punto. Esta parte de atrás lúgubre me llamó la intención por el cubículo. Otro día sacaré alguna galería de las casas de antes e la guerra, que aún queda alguna. Me resultan entrañables.
EliminarAfinado escrito. Te diré que una de las cosas que me gustó a la hora de adquirir la vivienda donde pasaré el último capitulo de mi vida y su epílogo, fue el hecho de que esa noble estancia tuviera un tamaño casi equivalente al de uno de los dormitorios. Dispone. además de los accesorios esperables, de algunos elementos que creo entender no son muy comunes. Entre ellos: base de carga para móvil, tableta, lector electrónico. Dispone de radio de internet (no fm, ni om, ni oc). Pequeño altar (agnóstico) con su base para velas, incienso.
ResponderEliminarRevistero. Botiquín y armario de medicamentos.
Creo que con esta pequeña descripción ya es suficiente para dar a entender, la importancia que le doy al hecho de desprenderse de cualquier clase de mierda (perdón) lo cual convierto gozosamente en un ritual que ensombrece las liturgias eclesiásticas.
Buen fin de semana, compañero.
Solo una advertencia. Conviene, no obstante, situar las posaderas el tiempo justo para no enviciar el intestino y su parte última, tan dada a congestiones vasculares inadecuadas o a extreñimientos nocivos. Pero eso corresponde a la conciencia del Ser y la Nada de cada cual. Por lo demás, la distribución del aposento y su disponibilidad de medios me parece una joya. Puede ser un búnker para salir del paso en caso de necesidad si los marcianos atacan (bueno, precisamente los marcianos...)
EliminarSalud y divertimento sabatino. hermano.
Muchos derribos dejan al descubierto paredes medianeras y trazas de algunas estructuras vividas, espacios que ahora no existen y que contuvieron intimidades, momentos de alegría o de dolor, o simplemente experiencia espacial por donde anduvieron unos pasos domésticos. Enseguida me olvido de ello, quiero apartar de mi mente todo hábito o sentimiento ajeno y, quizás por deformación profesional, observo si hay alguna grieta o deterioro en las paredes que quedaron en pie. Grietas o deterioros materiales que evocan otras grietas y deterioros del pensamiento, invocan fisuras de la virtud e intersticios del pecado. Uno no sabe a qué atenerse. En qué “concavidad mistérica” se aloja el juicio.
ResponderEliminarLa zona ganada, amigo Fackel, es un límite del espacio. Para ser ocupado, sin embargo, deberá dotarse de servicios que, de una manera u otra, también limitan nuestro pensamiento.
Pensar libremente es pensar sin limitaciones, ni siquiera espaciales.
Saludos
Francesc Cornadó
Muy bien esa extrapolación de lo físico edificado a lo físico pensado o en ciernes de pensar. Yo evoco siempre, cuando veo estas medianeras desnudas, con huellas de pinturas de habitaciones, marcas de escaleras o simple ladrilería, imágenes que he conocido de formas de vida de otro tiempo. Y fantasear, o recordar, porque yo he vivido en casas sencillas, la distribución interior, sus fachadas anterior o posterior, los patios, el portal, el zaguán, la escalera, todo ello me trae caras conocidas, formas de vida, comentarios, inquietudes, lucha por la vida, en fin que ambos sabemos cómo fue para nuestros padres y demás familia. Se ganaba espacio donde se podía, siempre que el propietario lo permitiera. Y creo que muchos edificios, al menos aquí, en determinada época, acaso después de la guerra civil, levantaron un piso más. Muchos edificios, entonces y aún ahora, tenían un propietario único que nos tenía alquiladas las viviendas. En fin, si me pongo en este plan, cuento mi vida, pero me saldría el lado sentimental -al estilo y criterio de Vázquez Montalbán- que se reveló que era o es el efecto de observación callada de aquel niño o aquel joven fenecidos como tales.
EliminarMe gusta la frase ácrata: " Pensar libremente es pensar sin limitaciones, ni siquiera espaciales." Que así sea.
Max ha removido muy diplomáticamente demasiadas vivencias ancestrales y me recuerda el factor de tanta energía disipada de cualquier lucha por una vida justa y satisfactoria.
ResponderEliminarLo peor es que agazapado tras demasiadas comodidades el virus de la necedad humana hace tales estragos que aburre hasta el punto extremo de convertir en deseable la disipación, especialmente entre nihilistas convencid@s y experimentad@s en fase de decadencia.
Parece que aburrimiento vaya derribando lentamente la imaginación creativa. Algo claramente indeseable aun sin enterarse que comparten la condición de difuntos aunque sigan consumiendo oxígeno y demás bienes de la naturaleza.
Así de “automática y repetitiva” resulta la naturaleza de sí misma manifestada claramente a través de dichos denostados entes, pues Ella (la naturaleza) es justo lo contrario de nihilista.
Me parece que casi todos los que estamos escribiendo en este post coincidimos en situarnos en vivencias de otro tiempo. Lo cual me hace pensar -y aquí Cornadó sabe más- en la influencia del espacio físico sobre los individuos. Influencia no quiere decir más. El encorsetamiento, el encarcelamiento voluntario en un hábitat, es otra cosa que, a veces lo trae desgraciadamente con la edad avanzada, obra con su losa de limitación y aislamiento sobre los moradores. Las viviendas deben estar para habitarlas pero no para que nos secuestren, pero a veces el secuestro no es sino autosecuestro: la huída de la comunicación con otros seres, el apartamiento de la participación en ámbitos de intercambio cultural o de entretenimiento, aunque a veces apetece la soleddad elegida, el hastío por circunstancias diversas.
EliminarAfortunadamente, hay recursos hábiles y amplios para la mente, y al alcance de la mano, que no solo gimnasios, yogas, visualización deportiva, etc., que nos proporcionan satisfacciones, dinámica para nuestras neuronas, conocimiento de doble dirección, sentido de la existencia. Por lo tanto, nada de ceder a aburrimientos. El aburrimiento es una injusticia que cometemos con nosotros mismos. El aburrimiento es la pérdida. El aburrimiento es negación. No dejemos de lado nunca la imaginación creativa o recreativa: nadie va a ponerse nunca en el lugar de uno. Ni falta que hace, en ese sentido. Naturalmente que la naturaleza es lo contrario que lo nihilista, simplemente porque es lo real. El nihilismo es inherente a las religiones, las viejas y las nuevas. No es ni tu caso ni el mío, creo.
Brillante. Irónico e inteligente texto.
ResponderEliminarUn abrazo
Lo que se ve en una ciudad a mí me suscita ironía, perplejidad, curiosidad enorme, ganas de saber por qué y cómo es aquello que veo...La ciudad tiene tantas posibilidades. Ahora bien, ¿cuántos de los que pasen por la calle donde he visto ese solar y esas medianeras interiores, se han detenido a preguntarse de qué va aquello?
EliminarSaluda al Paraná de mi parte.
Soy arquitecta. Cada vez que veo medianeras desnudas con restos, apenas, de lo que antes fue una casa habitada te confieso que siento una especie de nudo en la boca del estómago cuando imagino lo que antes fuera una casa habitada y después termina siendo un registro roto y expuesto de la vida de la gente que ya no está. Conmueve, sin dudas
EliminarPues mira, yo no lo soy, pero siempre he sido mirón y siento algo parecido, me llega como un reproche del pasado. Y no te cuento cuando derriban edificios -en nuestra ciudad se hicieron barbaridades en los años 60 y 70 e incluso en los 80 del siglo pasadoo, menos en décadas posteriores- que tenían que haber sido protegidos, espectaculares muchos de ellos, pero interesaba al negocio inmobiliario. En parte fue acción directa de la dictadura -esta trajo más lacras que la represión- y luego de sus herederos, sin visión ni conocimientos de casi nada. Y con una falta de respeto a la ciudadanía y a la herencia de una ciudad que apestaba. En fin.
EliminarSe ve que las las dictaduras tienen afición por la picota. En general la preocupación por el valor histórico de los edificios y las ciudades llega de la mano de gobiernos más progresistas.
EliminarAquí llegó ya en la Transición avanzada, en la etapa democrática. Ya se habían cargado muchos palacios y casas nobiliarias que configuraban un casco histórico que quedó venido a poco. Y levantado en zonas antiguas edificios de considerable altura que herían el espacio. Irreparable.
EliminarSiempre me han llamado la atención estas huellas de los edificios derribados. Desde el solar vemos puertas que no conducen a ningún sitio, azulejos blancos de cuartos de baño, papel pintado de hace décadas... y el hueco de lo que fue.
ResponderEliminarAún se ven algunos restos por la ciudad, al producirse derribos y quedar el solar. Cuando veo esas marcas se me dispara la imaginación y el recuerdo. El hueco de lo que fue, el vacío. Si vieran los antiguos albañiles, los que participaron en las casas derribadas o a punto de piqueta, ese abandono ¿llorarían?
EliminarEstá en la calle Gallegos, junto a la Plaza de Cantarranillas.
La había identificado. Tengo varias fotografías así y algún cuento en el que los fantasmas seguían habitando el vacío. Son todo interrogantes.
EliminarPues en efecto, ¿qué otra cosa sino interrogantes nos pueden sugerir?
EliminarMe suele poner triste el hecho de ver las paredes con vestigios. Pienso que el ser humano es similar a ellas, poco a poco se va vaciando hasta que se derrumba.
ResponderEliminarSalut
Pues el símil es válido. Si nos deploran esas paredes es porque somos sensibles a la vida en general, ¿no?
Eliminar¿Qué le pasa a Max que no pública?
ResponderEliminarPaso por reptilandia y nada. Ni rastro.
Adriana
No sé, como anda en el inframundo últimamente...
EliminarEs como visitar los intestinos, las entrañas de un ser de cemento y ladrillo que un día albergó historias, risas, lamentos, alegrías y tristezas de otros. Como ver la intimidad de los que habitaron lo que hoy son ruinas. Una especia de ecografía de nosotros mismos.
ResponderEliminarUn saludo.
Cuando entras en edificios abandonados es estremecedor: colegios, sanatorios, fábricas, búnkeres, una simple casa...te vienen mil representaciones y gritos. Hace tiempo había algunos blogs que reflejaban imágenes de este tipo de edificaciones vacías y solitarias. Hace tiempo que no miro. Saludo.
EliminarMe ha gustado mucho porque se ha hecho un ensayo a la intimidad que igual que el alma requiere una introspección de por medio. Gracias por compartir un abrazo.
ResponderEliminarBienvenido, se agradece tu lectura, Pablo. Hay que escribir de lo que sale de las entrañas, aun cuando parezca a veces superficial, que no lo es. Todo lo que vemos nos conduce al interior. El interior de nosotros decide enseguida qué nos interesa y qué no. La memoria, imprescindible. Buen día.
EliminarMe ha gustado mucho la reflexión de Max y no podría estar más de acuerdo. Pensaba que lo que apreciamos de los yacimientos arqueológicos que se descubren es la información que nos ofrece sobre cómo se vivía en la época. Si siguiéramos ese criterio para determinar qué es o no monumento histórico probablemente este retrete (puedo llamarlo así, ¿no?) hable más de la vida de esta época que un palacio o una catedral (que no digo que tiren palacios y catedrales...).
ResponderEliminarCuando veo el perfil de un edificio derruido, y más si todavía quedan "restos", me quedo mirando fascinada. ¿Serán los efectos de 13, rue del Percebe?
Besos
Al lugar de evacuar fisiológicamente se le puede llamar como quieras, ningún problema. Hasta el campo abierto er aun espacio que a veces de niños -y muchos pastores y gentes de campo- utilizábamos. A mí las ruinas me han hablado siempre mucho, mucho. No es difícil imaginar a gente celtíbera trajinar por Tiermes o Pintia o Ulaca o Ullastret...o Medina Azahara.
Eliminar¿Crees que solo será lo de 13 Rue del Percebe? La infancia también te perseguirá, como a todos. Supongo.
Me llega una voz muy potente desde el inframundo que dice: " Max, derriba tus recovecos identitarios "
ResponderEliminar¿Qué querrá decir?
Adriana
Pues si me ayudas a interpretarlo lo agradeceré. Aunque Max es tan celoso de su intimidad que yo siempre he respetado sus prontos y le he dejado la iniciativa de la comunicación.
EliminarUn hogar acaba siendo tan parte de ti como tú eres de él; los edificios derribados dan siempre un vuelco al corazón para los que aún lo tenemos.
ResponderEliminarUn beso admirador, Fackel.
No hay rincón en un hogar que no tenga significado para sus moradores. Y aquel de la infancia permanece en la memoria. Yo podría trazar ahora mismo el plano de la casa donde me crié de niño -e incluso una que habitaba en verano- detallando habitación por habitación. Prodigio de la memoria y de un sentido soterrado, subconsciente, de las sensaciones percibidas en el lento tiempo de la niñez. Saludo y agradecido.
EliminarMuy acertada reflexión, con una imagen brutal. Todo lo que fue y ha desaparecido, dónde quedó ¿verdad?, si bien el soporte físico ya no esté, sigue ahí, en la memoria, en los verdugones de tiempo y sus vivencias.
ResponderEliminarUn abrazo y por un martes gozoso
¿O acaso por eso mismo reproducimos a lo largo de la vida imágenes o recursos o jalones o personas donde aferrarnos? Acaso es lo que siempre subyace aunque polaricemos nuestros anhelos en la belleza, el enamoramiento o el conocimiento que nos compense la pérdida. Gracias por desear el goce de una jornada, simplemente que nos dejen como estamos, visto lo visto.
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ResponderEliminarLe doy a Max toda la razón: considerar un monumento esa diminuta-necesaria-íntima habitación. Yo, por ejemplo, esa forma de construcción en los antiguos edificios, la desconocía totalmente.
Saludos con retraso, Fackel
Los tiempos pretéritos nos depararían sorpresas si actualmente quedaran huellas como esta. Salir a un patio, compartir un wc colectivo (yo lo he conocido en París, ojo), o habilitarse tal espacio bajo una escalera son diversas fisionomías interiores de edificios que han existido, y habrá tantas que uno no conoce...
EliminarSoco, mantén siempre los ojos muy abierto, sea ante unas ruinas o ante un texto.
Diosmio ya lo habéis dicho todo.... No quiero repetirme. Un abrazo !!
ResponderEliminarGracias, Chordi, por pasar y leer. Nada de lo que está próximo me es lejano (suena a Lao Tsé, pero no)
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