Los ciudadanos que encontraron la demediada cabeza de mármol disputaban entre sí. ¿Divinidad o héroe? ¿Diosa o vestal? ¿Protectora del hogar o vigilante de los caminos? Nadie acertaba a qué representación correspondía el apacible gesto de aquel rostro.
Pongamos la escultura a prueba, dijeron. Y subieron a lo alto de un monte. A medida que ascendían el cielo se fue cubriendo. Nada más llegar a la cima se desencadenó una feroz tormenta que asustó a todos. Dios no debe ser, puesto que la tormenta es cosa del mayor de los dioses y siente celo de que hayamos subido la cabeza hasta aquí. Bajemos a la zona escarpada que hay antes del valle, allí donde nuestros guerreros hicieron frente a un poderoso enemigo.
Nada más descender el aparato eléctrico cesó. Los tortuosos suelos dieron ganas a algunos de elegir un camino menos incómodo y rendirse al desconocimiento. Pero aguantaron. El lugar al que llegaron era una hondonada agreste, amenazada por una alturas desde las que de vez en cuando se producían desprendimientos de roca. Hubo quien lo recordó, pero fue contestado por los demás, que le tildaron de miedoso. Sacaron la escultura y al poco se produjo el desprendimiento de una masa enorme que aplastó a algunos y obligó a refugiarse a la mayoría. Esta cara tampoco puede ser de un héroe. Los héroes que dominan las alturas intermedias desde donde afrontan los dobles peligros, las encomiendas de los dioses y la competencia belicista de otros hombres, han hablado. No nos quieren aquí, no se reconocen en la cabeza misteriosa. Vayámonos.
Entonces se dirigieron al templo dedicado a la Diosa Madre. Acababan de pisar el estilóbato donde reposaban las estilizadas columnas cuando se toparon con las puertas del templo cerradas. Mala señal, dijeron. Si la Diosa no quiere que entremos es porque no siente que nuestra escultura sea de otra Diosa. O bien no desea ser disputada en su advocación o simplemente le parece el rostro de una mujer ordinaria. Y llamaron a gritos a las vestales. Estas no respondieron, no obstante el vocerío del grupo. Raro es que no estén, se dijeron, y muy improbable porque de por vida su lugar es este. No deben querer saber nada de lo que venimos a aclarar. Uno dijo: su dedicación es a una Diosa única, no desearán interferencias y menos complicaciones que pudieran arriesgar su papel. Debemos seguir buscando una explicación.
Descendieron desde aquel lugar sagrado a las calles de la ciudad. Probemos a ver si se trata de una divinidad protectora del hogar, propuso el líder. Pero nadie se ofreció a introducirla en su casa. Como se hiciera el silencio razonó el más cuerdo. Imaginemos que no lo es y que por el mero hecho de que entre en la casa de cualquiera de nosotros se produce una muerte o un incendio o un desahucio. Todos se miraron y asintieron. La misma duda era una explicación suficiente y, sobre todo, cargada de prudencia y de temor. Sí, confirmaron todos. Esta argumentación es un signo de que nuestra cabeza no tiene nada que ver con la salvaguarda de nuestros domicilios.
El cálculo de posibilidades se había reducido de tal modo que solo les quedaba comprobar si se trataría de una advocación de los caminos. Es decir, una divinidad menor en cuanto a poderes pero no menos importante respecto a un papel muy concreto, el del viajero. Avanzaron por la carretera mejor empedrada con suma comodidad. Se les iluminó el rostro. Eligieron un camino menos fácil pero igualmente firme. No sucedió nada extraño. La euforia les llevó a probar por último una senda bacheada donde los carros se bloqueaban con frecuencia y pocos la tomaban. La espesura cubría algunas zonas y la visibilidad era reducida. Alguien avisó. Nadie suele venir últimamente por aquí. Mayor razón para poner a prueba la acción benefactora de esta cabeza, respondió el líder mientras acariciaba con afecto la frente y los pómulos gélidos de aquel trozo de estatua. De pronto todos se detuvieron. El líder, que aferraba aquella cabeza, había desaparecido. Apartaron la floresta a machetazo limpio, tantearon los bordes y el piso irregular, hasta que advirtieron que a un lado se abría un abismo traidor.
Todos se quedaron sin voz. La respuesta a la búsqueda parecía estar implícita entre ellos. El más inteligente, que tenía nociones elementales de física, pero sacaba conclusiones filosóficas y las expresaba incluso con poesía, algo muy relacionado entre los sabios y quienes se miraban en ellos, buscó una explicación. Se nos había olvidado una pregunta definitiva, compañeros. Esa hermosa cabeza que hemos perdido, ¿será masa o evanescencia?
Nadie quiso recordar en ese instante al hombre que capitaneaba el grupo. Y en la memoria futura quedó como culpable de la desaparición de la escultura. Al fin y al cabo a los hombres vivos no les gusta quedar en evidencia y eligen culpar al otro, al que no puede ya defenderse.
El resultado es bestial, muy bueno, FACKEL.
ResponderEliminarY ahora te pido permiso para poner un simil, que no viene a colación, pero se puede incluir como apostilla.
Resultado: se derrumba un basurero al aire libre, con él y en ello empiezan a arder en su interior toneladas de restos orgánicos. Los vascos y las vascas (pues allí ocurre el suceso) se dan cuenta que hay mezcla de otros productos químicos, como la uralita, que también emite su correspondiente dósis.
Todos los pueblos de la comarca se quejan. ¡No podemos respirar¡, dicen.
Los políticos ya han encontrado a los culpables. Por lo que se ve, habían dos obreros que han quedado sepultados y por los que el pueblo no apremia, dado que lo apremiante es el respirar de los vivos, que no se sabe bien porqué estaban allí , en ese momento y en ese justo lugar , en el que no tendrían que estar.
PD: En ninguna de las manifestaciones de los tres pueblos afectados y que sigo por Canal 24 horas (la sexta, TVEN3, la quinta y las demases no me aportan credibilidad), he visto en ningún momento, por parte del portavoz de turno, la reclamación de de los dos cuerpos. La premisa es que no se puede respirar y que aquello ha sido una estafa por parte de los políticos de turno que les han llevado a engaño.
"...Al fin y al cabo a los hombres vivos no les gusta quedar en evidencia y eligen culpar al otro, al que no puede ya defenderse...."
No sé qué decir. Hoy he escuchado a un técnico de allí decir que va para tres meses o más el rescate de los cadáveres, porque ahora hay un riesgo de desplome mayor. Lo chocante es que si un suceso como este tiene lugar en la región más rica de España qué puede ocurrir en otras partes en un momento determinado en que la caja de Pandora de las obras mal hechas se abran a lo bestia.
EliminarPor otra parte es lógico que los vecinos estén preocupados, son millares. Ignoro si desde el primer momento a las autoridades una constructora de vertedero les metió un gol o las autoridades son cómplices.Ignoro si los vecinos tragaron y han seguido tragando, y eso que el País Vasco tiene fama de ser de lo más asociativo y reivindicativo que hay. En fin, supongo que iremos viendo el desenlace que irá para largo del asunto, con los muertos en el hoyo, claro. Y si la contaminación es grave los vivos irán poco a poco por la misma senda.
Siempre va bien tener un chivo expiatorio a quien colgarle el muerto.
ResponderEliminarSaludos.
Siempre, siempre. Lo vemos en cualquier historia. Creo que en los juicios de corrupción de los altos cargos involucrados se da mucho el caso de si ha habido algún corresponsable implicado que ha fallecido es el que carga con la culpa. Saludo.
EliminarPara que se vea que hay misterios, de naturaleza o de utilidad que tal vez vale la pena dejar como están. Me ah encantado cómo ibas buscando escenarios y pruebas para determinar la esencia de esa escultura, y sí, cuando hay muchos dioses, los humanos ya podemos aprender de física, de química y de filosofía.
ResponderEliminarUn abrazo y por ese líder que acaba desapareciendo, quizás para bien.
Los líderes efectivos, de trabajo cotidiano y honrado, siempre son necesarios. Los de propaganda, mentirijillas y corrupción mejor que se retiren a jugar al mus. Pero esa solo es la conclusión.
EliminarEn esta vida siempre hay que hacer las cosas con cabeza, aunque no siempre es conveniente llevar una de mármol bajo el brazo.
ResponderEliminarUn saludo.
Muy bueno, así es. Y no pretender que una cabeza encontrada por el camino piense por el colectivo de cabezas, que luego pasa lo que pasa, que todo el mundo renuncia a la propia.
EliminarSaludo.
Quizá no era más que un pícaro que decidió desaparecer con el trofeo. A veces nos empeñamos en buscar demasiadas explicaciones filosóficas. El ser humano es un animal muy complicado.
ResponderEliminarQuizá, quizás. Esa gente se debatía entre la curiosidad y la deconstrucción de sus tradicionales creencias.
EliminarMe has dejado sin comentario
ResponderEliminarMe gusta leerte
y asimilar lo que escribes
rodeada del silencio
solo escuchando el tecleo de mis letras
Me alegra que leas y saques tus conclusiones. Se admiten sugerencias, críticas, derivas varias...
EliminarExcelente narración. Como siempre, un placer compartir tus relatos.
ResponderEliminarConclusión: reconozcamos nuestros propios errores. Por si nos piden cuentas y por salud mental...
Buena tarde.
Y entre los grandes errores están las erróneas creencias y el culto a los misterios. La higiene mental es clave, Soco, coincido contigo. Gracias.
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