"...Y es que en la noche hay siempre un fuego oculto". Claudio Rodríguez





martes, 24 de diciembre de 2019

Redacción infantil al calor del TBO




"Mi padre me acaba de traer el TBO. Esta semana es especial porque está acabando el año. Lo llaman el almanaque. Qué excitado me pongo cuando cae en mis manos. No sé ni por dónde empezarlo.

Hace frío en toda la casa. Solo vivimos tres familias en el edificio, dos arriba y una abajo. La galeria no hay quien la pise en invierno, y en verano el calor pega lo suyo. Aquí en la cocina se está calentito. Es donde hacemos la vida. 

Mi madre prepara la cena de la Nochebuena mientras en la radio ponen canciones de uno que canta no sé qué de unos angelitos negros. También dan villancicos. Mi madre tiene encendida la radio mientras para en casa. Por las noches escucha bajito una emisora con muchas interferencias y ruidos donde hablan desde fuera de España y que al principio ponen una canción que le gusta mucho a ella titulada algo así como Suspiros de España. A veces la voz se va, otras vuelve, mi madre tiene mucha curiosidad por lo que dicen, pero no me quiere explicar de qué se trata. Me hace callar. Yo suelo seguir jugando o leyendo un cuento de aventuras.

El fogón donde se cocina es de esos que llaman bilbaína, y se calienta con piñas y carbón. Para encenderlo mi madre quita primero las arandelas por donde se mete el combustible y con una hoja de periódico prende las piñas. Cosa de la resina que aún conservan; cuando cojo alguna de esas piñas me pringo de esa sustancia pegajosa. Luego las piñas transmiten el fuego al carbón y el calor arreciará. Ver cómo las bolas de carbón se convierten poco a poco en brasas es algo que me gusta mirar, y dan ganas de tocarlas. Eso sí, hay que vigilar de vez en cuando que no falte y que no se apague. Y cuidar el tiro de la chimenea para que el humo salga y no se concentre dentro. La cocina es el alma de la casa. Para hacer las comidas y para refugiarnos. 

Los pucheros y las cazuelas tienen ya sus años y, por lo tanto, sus abolladuras. O algún asa desprendida. En el horno siempre hay uno o dos ladrillos, porque por la noche, envueltos en papel de periódico, se meten en las camas y así uno no tirita. En un vasar hay tazas, unos platos de sopa y otros planos, y en un cajón se recogen los cubiertos. Mi cuchara y tenedor son pequeños, como corresponde a mi edad y al tamaño de mi boca. Mis padres utilizan además un objeto circular para la servilleta, o bien hacen un nudo con ella y así diferenciarlas.

Mi madre ahora está aderezando el besugo, es el plato rey de esta noche. Antes, entre mi padre y mi madre han estado pelando un cardo monumental. Poca gente conoce el cardo en esta ciudad y en el mercado las mujeres le preguntan a mi madre cómo lo prepara. Ella, todo orgullosa, se deleita explicando lo que hay que hacer. Lo sé porque la acompaño algunos días a los puestos de fruta y verdura que hay al aire libre. En estos días fríos las mujeres que venden suelen ponerse un brasero. Se echan encima un chal. Mientras, algunos hombres acarrean desde el mercado de abastos lo que ellas van a vender en sus puestos. Así que la calle se llena de carros, los que se llevan a mano, otros con caballería. De vez en cuando aparece el carro de piñas arrastrado por una mula lenta y vieja o el lechero con el burro y las alforjas de lecheras grandes para ir repartiendo por las casas.

Es un espectáculo ver cómo limpian mis padres ese tronco pesado, separando las hojas duras de fuera, rallando las que se van a aprovechar, para quedarse con el cogollo interior limpio. Se les ponen las manos de un tinte verdoso que les cuesta quitar, pero frotando con arena y estropajo lo consiguen. Luego mi madre ha partido en trozos lo más tierno del cardo porque va a servir para dos comidas. El cardo de primer plato en la cena y otra parte la reserva para la menestra de mañana, que es también fiesta grande, como dice mi padre. La menestra es un plato único, completo, y mi madre prepara una perola enorme porque suele participarla con vecinos. Luego los vecinos, como otros años, la elogiarán y mi madre con esos halagos suma puntos para lo que ella piensa que será ganarse el cielo. Tal vez ahora yo no lo entienda bien, pero de mayor seguro que apreciaré no solo la bondad de mi madre, sino cualquier clase de bondad que tengamos unas personas con otras. 

Así que como la cocina es pequeña va tomando olor a lo que se cuece en los pucheros. Mientras, en el rincón desde el que me siento para las comidas echo nervioso un primer vistazo al TBO y también al Pumby. Mi padre se ha permitido en esta ocasión comprarme dos tebeos. Hay que celebrar las vacaciones con la Familia Ulises, dice. Y encima me regala otro, aunque añade: para que seas buen chico. ¿Qué mas querrá? ¿Pensará alguna vez que no lo soy? Desde aquí veo en la poyata de la ventana que da a la galería una bandeja con el turrón. Mis padres dicen que es el único gasto extra que quieren permitirse. Pero yo creo que es que mi madre es muy golosa y como mujer del Norte más próximo a Francia tiene el sentido del gusto más finolis.

A la familia Ulises no siempre la entiendo, pero mis padres se ríen mucho con los despropósitos del cabeza de familia y la bronca que tiene con los demás, y las ocurrencias y chaladuras de la abuela. Yo prefiero a Morcillón y Babalí, porque el criado negro es más listo que el cazador blanco, que es un tontorrón y le salen mal las cosas. Y también me gustan los grandes inventos del TBO, que son como un laberinto, que nunca consigo saber si funcionan o no, si son de verdad o de mentira, pero eso me da igual porque me entretienen. En este número extra del TBO viene también una página con figuritas de belén para recortar y pegarlas a una cartulina. Luego se doblan por la base y ya está. El año pasado empecé a recortarlas pero me cansé pronto, porque no teníamos pegamento y mi madre preparó un engrudo con harina y era un rollo porque se pegaba mal.

Han llamado a la puerta. Seguro que son los vecinos de al lado. Nos llevamos bien entre familias. No sé por qué me da que la señora María ha hecho mantecados y rosquillas ricas y trae un plato para nosotros. Sí, es ella. El olorcillo de las pastas me abre el apetito".



(Aquí se corta la redacción infantil. Ocupaba cinco hojas, escritas a mano por las dos caras, de un cuaderno cuadriculado. Estaban metidas en el libro Miguel Strogoff, editado por Ramón Sopena, que adquirí en una librería de lance)


30 comentarios:

  1. Precioso recuerdo de una escena familiar tan común como grata. Que nostalgia de ese TBO. O de ese tiempo :-)

    Feliz Navidad, que disfrutes tanto como con aquellos ojos de niño, vivo.

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    1. La memoria hace disfrutar, siempre que se controle la angustia que se puede suscitar sobre lo perdido. Pero eso mismo es una seña de identidad clara de la vida. No hay otra tan leal en esencia, aunque alteremos en ocasiones, sin mala intención, la fidelidad de lo recordado. Saludable estar para ti.

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  2. Quizá me hice fervoroso coleccionista de dibujos del TBO por mi niñez, seguro que si.
    Si hay algo grato en este trayecto que llevo, y que ya empiezan a pesar, son los momentos de la niñez.
    Benejam me hacía feliz.
    Salut

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    1. Rubrico cuanto dices. El TBO y los otros tebeos -qué maravilloso es el lenguaje que genera sustantivos, hoy desgraciadamente sustituidos por anglicismos- fueron fundamentales en nuestra educación racional y sentimental.

      Revisar momentos de infancia cumplen variadas funciones que yo valoro mucho.

      Salud siempre.

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    2. Precioso. Se borró un largo comentario y ya no me queda tiempo!

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    3. Pues que reencuentres tu tiempo, un abrazo.

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    4. Pronto, cada vez más pronto.... el año que viene! Ahora solo me puedo asomar por aquí a saltitos! a lo cangurillo.

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  3. Voy a poner algo sobre el TBO...tengo un original de calendario de Serra Massana que es muy curioso.
    Un abrazo

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  4. Me traes tiempo de la infancia. Hacerse con un almanaque del TBO, del Pulgarcito o del Tiovivo ya era todo un lujo. Alguna vez cayó alguno en mis manos. Entonces era el no va más. Lo recuerdo bien. En plenas fiestas, con lo que esto suponía de celebraciones, vacaciones y regalos, encima te hacías con un almanaque que incrementaba aún más la alegría navideña. Recuerdo bien a esos personajes celebrando la cena de Nochebuena, trinchando el pavo (la alegría de Carpanta), todos con la nariz roja, hasta los niños.
    Un saludo y felices días de fiesta.

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    1. Hala qué bonito. Y recuerda que los Inocentes tenían un punto de excitación impresionante, qué bien me lo he pasado el 28...Saludo grande y estar bien con los que se quiere.

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  5. Me has hecho recordar muchas cosas de la infancia. Está genial.
    ¡Feliz Navidad!

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    1. Por eso lo he puesto, para que recordemos y reivindiquemos con gratitud a los que fueron generosos y gratos con nosotros. Gracias por leer y sentir. Un abrazo y bien estar.

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  6. Solo me faltaba tu relato. Ahora sí tengo el cazo de la nostalgia rebosando y se me caen las emociones por el recuerdo de los que una vez nos llenaban la vida y ahora ya no están.
    Moita saudade pero tamén os mellores desexos para ti.

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    1. Controlemos la saudade, si bien nos da claves para comprender lo que vivimos. Las emociones son siempre una expresión higiénica de nuestra mente. Cuidémoslas. Un abrazo. Los mejores deseos, sí.

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  7. Eso eran auténticas Navidades. ¿Qué recuerdo tendrá un niño de hoy cuando sea mayor?

    Extraordinario Fackel.
    Disfruta estos días.

    Saludos

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    1. Para mí y mi tiempo eran las navidades reales, con todo su acervo de ideales, obviamente. Supongo que los niños de hoy tendrán sus referencias, no tienen que ser -ni puede serlo- las nuestras, pero cada cual es hijo de su época.

      Gracias, Rosa Mª, disfruta tú también. Soy de los que creo que el disfrute no tiene fechas especiales, o que hay que hacer todas las fechas con alguna clase de contenido que nos haga sentirnos bien, que logramos algo por nimio que sea. Salud y mirada clara.

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  8. ...Qué bien se está aquí, donde me he reencontrado inevitablemente -o por la magia de aquellas Navidades- con mi madre y mis dos hermanos mayores... allí, en aquella casa fría, tan caliente...

    Saludos

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    1. Pues me alegra que leer sobre las vivencias y sentimientos de unos sirva para reencuentro de las experiencias de otros. Agradezco que pases, Soco, saludo.

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  9. Todavía recuerdo la galería, a tus padres, a ti, al cardo, que también hacía mi madre, y, por supuesto, los TBOs que mi padre me compraba los domingos...ahora solo queda el recuerdo... Me los tiraron todos cuando cambiaron de casa.. Pero, al menos, recordamos.. Y nos emocionamos,y disfrutamos de la emoción.

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    1. ¿Te parece poco que quede el recuerdo y que aún nuestra mente controle el recuerdo? Aunque losa recuerdos siempre vuelan, se mezclan, se retuercen, inventan también, valoremos lo que significa esa memoria latente sobre la que apenas tenemos que esforzarnos. Valoremos lo que vivimos. Reconozcamos a los personajes de nuestra vida que hicieron mucho por nosotros. Deleitémonos en crear huecos habitables a nuestra edad para ellos y sus vidas de lucha por la supervivencia.

      A todos nos han tirado tebeos, pues solían decir nuestros padres que nos despistaban de estudiar. Yo creo que estimaban los tebeos en sentido diferente al de un niño -ellos no habrían tenido tebeos nunca, al menos por lo que sé de mis padres y su vida anterior- pero te diré que yo tuve sobredosis de ellos. No tanto por los que me compraban porque era lo justo, sino por intercambio y préstamos de otros chicos. Sé de un primo de mi ciudad del Norte que en una ocasión llegó a pedir colecciones completas -no sé de dónde sacaría la pela en un tiempo que no sobraba la pela- y fue una indigestión para mí. Era verano y nos subíamos a los árboles.

      En fin, podríamos hablar mucho del tema, que e smuy sano y nos reiríamos mucho. Me has sorprendido con tu aparición y comentario. Espero que no sea la última vez. Un abrazo.

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  10. Hola, Fáckel:
    he intentando lo menos en siete ocasiones mandarte un comentario desde el móvil, pero no ha sido posible, creo, ya que no lo has publicado.
    Lo intento desde el ordenador.
    Te decía que da cierto pudor leer textos ajenos que no van dedicados a uno, pero en este caso, no creo que el autor se moleste.
    Me siento reflejado en muchos momentos.
    Salu2 y feliz navidad.
    Si no te comento es porque desde el móvil no puedo/sé.

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    1. Descuida que si parece un comment lo hubiera publicado, luego no ha llegado.

      Te puedo asegurar con total franqueza que el autor no se molesta.

      Y me alegra que me comprendas. Un abrazo.

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  11. Tu relato navideño es entrañable. Lectura placentera y lleva a recordar otros tiempos. El frío invierno, los sabañones y el pollo de Navidad. TBO y Pumby eran unos clásicos. A las niñas les compraban Azucena pero yo no lo quise nunca.Me has recordado una persona entrañable a la que quise mucho.
    Feliz Navidad y 2020 venturoso. Eso de dice ¿no?

    Salud,
    Anna

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    1. Me alegro si por asociación de ideas has recordado a alguien que te significó. Eso está bien. Estas conexiones e intercambios de ideas y experiencias nos hermanan un poco a todos, ¿verdad? Afortunadamente no tuve nunca sabañones, aunque con los pantalones cortos se te herían los muslos.

      Los tebeos de Azucena los leían algunas primas. Y unas vecinas tenían uno titulado Florita, que a mí me picaba la curiosidad por ciertas escenas. Aunque lo mío entonces fue siempre lo bélico o parabélico, obviamente.

      Felices Pascuas y Próspero Año Nuevo era la fórmula antes. Se ve que los católicos creían más en sus símbolos que ahora, menos mediatizado por el consumo de hoy que todo lo devora para su provecho. Yo prefiero centrar el deseo gentil en el año que llega, dígase venturoso, próspero, feliz o afortunado. Particularmente prefiero usar la lengua castellana para desear bienes de la personalidad: temple, prudencia, entendimiento, fortaleza...¿A que son más concretos y accesibles? Lo que desees, Anna Babra. Salud.

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  12. Entrañables recuerdos, Fackel. En mi casa mis hermanos leían "El capitán trueno", el Tebeo también, yo "Sisi" unos preciosos tebeos para niñas que todavía conservo. Nunca me tiraron tebeos, afortunadamente.

    En Navidades nos juntábamos mucha gente porque venían parientes de otras latitudes, como unos primos de mi padre que venían desde Argentina (se habían marchado en la guerra por ser rojos y librepensadores). O una tía mía pianista que viajaba muchísimo. Las navidades estaban llenas de emoción. Para mí todo era mágico.

    Gracias por compartir...

    Un abrazo de febrero

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    1. Esos tebeos que cito fueron los primeros. Me olvidé de Jaimito, otro de los que me compraban. Pero según fui creciendo leía Roberto Alcázar y Pedrín, El capitán Trueno y El Jabato. El primero era más simple de trazos y de argumento y muy en la onda nacional, los otros dos eran de alta calidad, de hecho creo que hubo diversos dibujantes y guionistas. Pero entonces leías más: El guerrero del antifaz, Pantera negra, Diego valor, Flecha roja, en fin, los que cayesen en mis manos, en las manos de toda la chavalería. Y ya camino de púber un tebeo que impactaba era Hazañas bélicas, impresionantes dibujos, argumento en que los nazis perdían, claro. En fin, aún veo alguno de vez en cuando porque es como leer un libro de juventud, siempre encuentras alguna clave de tu propio pasado.

      Por supuesto que las navidades eran algo especial, estimulante y aderezado por las ¡vacaciones! Los padres, en mi caso sobre todo mi madre, sabían mantener un mundo especial esos días, muy familiar y por qué no decirlo, mimoso.

      Lo de parientes emigrados a Argentina también puedo compartir, solo que mis tíos lo hicieron en la primera o segunda década del XX. Y es que la Guerra de Marruecos existía.

      Da de sí mucho la Historia de España, pero algunos quieren reducirla como si solo fuese la de ellos y como ellos quisieran. Gracias a ti por leer.

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