Naida, sentada en un café del casco viejo de Tuzla, se dispone a escribir a su amante extranjero. Contempla las flores colocadas en un alféizar y que lentamente se van ajando. No quiere pensar en la condición de las flores, para no sentirse atrapada por paralelismos humanos. Ha comprado una postal antigua, de esa clase en que vienen colocadas varias fotografías pequeñas como formando un puzzle, con distintos rincones representativos de la ciudad. Las casas alegremente pintadas de la Stari Grad, una vista del río Jala, la mezquita de Turali Beg, algún edificio importante de época del urbanismo austro húngaro. Es tan grande el contraste de lo antiguo y lo actual en esta ciudad que te desconciertas un poco, empieza diciendo. El río Jala atraviesa la ciudad pero no forma un paisaje tan recogido y sereno como el de Sarajevo. ¿Será que en cuanto una sale de su patio más frecuentado empieza a echarlo en falta? Según por qué zonas vaya se tiene la impresión de que la modernidad es más ruidosa aquí. Pero si se compara la parte histórica de ambas ciudades parecen primas hermanas, que dirías tú. Fue una ciudad con un pasado industrial importante, eso se deja notar, pero ¿a qué viene desplegar un atlas para tus ojos como si no hubiera temas más interesantes?
Detiene su escritura porque ya ha ocupado gran parte del espacio de la tarjeta. Y porque no está convencida de lo que dice; suena tan formal, como si le escribiera a un extraño. Una postal debe incluir solo unas cuantas líneas, muy precisas, piensa, lo más significativas posibles, que se aderecen con un detalle afectuoso. Una postal se caracteriza por ser una especie de recordatorio, no obstante haber caído en desuso. Pero a mí me gusta utilizar aquellos objetos que van siendo desplazados. Objetos o sujetos, como fue el caso del empleado de edad avanzada, casado, de la Vijecnica. Acaso nos usamos mutuamente, así que no debo tener mala conciencia si él quedó desolado tras romper la sinuosa relación. Era un hombre sabio y bueno, también torturado e insatisfecho, pero ¿quién no lo ha estado más o menos en nuestra bendita ciudad? Una tarjeta postal es, o era, o debería ser, un puente, y no solo simbólico, tendido para paliar separaciones temporales. Para crear un margen en que espacio y tiempo queden congelados, y disimulen la frialdad de las interrupciones afectivas. A veces simplemente una excusa para saber si existe todavía la otra orilla. Me pregunto qué suponen estas postales que escribo a mi amigo. ¿Un mero recuerdo? ¿Un cebo para que no deje de picar en la mujer que le dio amor en medio de la nieve o adentrados en la silenciosa soledad de aquel caserón sombrío? ¿Un lazo melancólico de sujeción como si fuéramos adolescentes?
Detiene su escritura porque ya ha ocupado gran parte del espacio de la tarjeta. Y porque no está convencida de lo que dice; suena tan formal, como si le escribiera a un extraño. Una postal debe incluir solo unas cuantas líneas, muy precisas, piensa, lo más significativas posibles, que se aderecen con un detalle afectuoso. Una postal se caracteriza por ser una especie de recordatorio, no obstante haber caído en desuso. Pero a mí me gusta utilizar aquellos objetos que van siendo desplazados. Objetos o sujetos, como fue el caso del empleado de edad avanzada, casado, de la Vijecnica. Acaso nos usamos mutuamente, así que no debo tener mala conciencia si él quedó desolado tras romper la sinuosa relación. Era un hombre sabio y bueno, también torturado e insatisfecho, pero ¿quién no lo ha estado más o menos en nuestra bendita ciudad? Una tarjeta postal es, o era, o debería ser, un puente, y no solo simbólico, tendido para paliar separaciones temporales. Para crear un margen en que espacio y tiempo queden congelados, y disimulen la frialdad de las interrupciones afectivas. A veces simplemente una excusa para saber si existe todavía la otra orilla. Me pregunto qué suponen estas postales que escribo a mi amigo. ¿Un mero recuerdo? ¿Un cebo para que no deje de picar en la mujer que le dio amor en medio de la nieve o adentrados en la silenciosa soledad de aquel caserón sombrío? ¿Un lazo melancólico de sujeción como si fuéramos adolescentes?
Naida alza la vista y otea nuevamente la flor. Va perdiendo lozanía a cada instante, medita. Pero se sigue resistiendo a comparaciones turbias. Vuelve de un lado y otro la tarjeta. Se habla insatisfecha: Debía haberme limitado a escribir: Espero que no estés perdiendo el tiempo, que es tanto como decir la ocasión. Me gusta proponer frases oscuras, cuya redacción atrape el interés y la preocupación. Que haga pensar al otro y desajuste su pensamiento. Son imágenes que retraen o incitan al que las recibe, según se deje impresionar o bien confundir. No, en modo alguno es juego sucio, aunque reconozco que es poner el suelo resbaladizo. Bien, en la dificultad se crecen las personas, ¿no? Se crecen y se revelan unas a otras. En nuestro caso, una desea saber hasta dónde quiere llegar él. Es un hombre que habla con sencillez pausada, pero intuyo que no es sencillo interiormente. No quiero decir que sea falso ni retorcido, sino que no expone claramente todo cuanto piensa, al menos en relación a nosotros. ¿Será que me he precipitado y él se debate entre dudas y escasa seguridad en sí mismo? Y sin embargo aparenta tan firme, tan inequívoco en sus criterios sobre el mundo. Muestra tanta sinceridad afectiva y se entrega a canalizar sus emociones con una necesidad que no deja lugar a dudas. Cuando estamos juntos, está, con intensidad. Se diría único y no se deja sustituir por ninguna otra personalidad. Pero a medida que me habla con fluidez y entusiasmo se deja llevar por un arrebatamiento extraño, incluso excesivo. Tengo la sensación de que me llegan desde él voces de procedencias diferentes. Y entonces pienso: ¿cuántos hombres le habitan dentro? ¿Qué hombre de ellos es el que está conmigo? Naturalmente, podría preguntárselo pero, además de parecer una pregunta capciosa, al plantearla tan directa arriesgo obtener una respuesta escapista. ¿No será mejor que lo descubra por mí misma?
(Fotografía de Inés González)
Recorrer rincones donde se ha vivido, recordando el pasado de un paisaje, siempre es para pensar en el paso del tiempo, en la flor de la vida paseando estaciones.
ResponderEliminarUn abrazo
El asunto es qué clase de flores tiene la vida: amapolas efímeras, cardos exigentes, ortigas agudas, claveles luminosos... de todo un poco, ¿no? La flor como metáfora está bien, lo más duro que antes o después una flor fenece, se aja lenta o rápidamente, así son la vidas.
EliminarQué manía la de tu protagonista. A lo mejor se le pasaría con una buena variedad de amantes de alto nivel intelectual, psicológico y físico si es que necesita sentirse amada!, pero resultaría demasiada exigencia personal!
ResponderEliminarAcaso no agrada la variedad palatal?, pues algo semejante, imagino.
A lo mejor lo que le atrae es el reto sobre la dificultad, el misterio o lo desconocido, luego intervendría la distorsión entre su química y la ajena lo cual implicaría tragedias de todo género y en toda dirección.
Aparentemente su supuesto amante sabe manejar demasiado bien su baraja, lo cual se le supondría mayor edad y experiencia o simplemente una mayor complicación psicológica. Algo que ocurre entre personas con gran diferencia de edad. Con suerte la vida se lo mostrará a la moza a poco que envejezca! Claro que primero debería tener claras las consecuencias de sus deseos.
Si, con mucha suerte, porque demasiadas personas se quedan colgadas en algún momento de su experiencia vital y no paran de repetirse. Un verdadero rollazo para los inquit@s quienes nunca permiten descanso a sus conexiones neuronales. Lo del descanso del guerrer@ solo debería ocurrir durante el sueño físico y no conviene confundirlo con el ensueño juvenil.
Conseguir un buen ensamblaje psicológico debe ser tan complicado como elaborar un guiso exquisito y espontáneo a cuatro manos, pero claro, no todos tenemos paladares semejantes y acordes. La mayoría se conforma con lo convencional y lo envuelve con palabritas de imaginaciones agradables y necesarias para mantener algún vínculo.
A tu protagonista femenina seguro que no le gustarían mis palabras por imprecisas. Ahora bien una vez se cree que se conoce a cualquier sujet@ se pueden aplicar las mismas consecuencias con palabras y acciones directas pero diametralmente diferentes.....y meter la pata hasta el fondo.
Así es la vida que conozco, demasiado semejante al guisoteo tan propio de mi circunstancia.
Últimamente ando rebuscando relaciones analógicas por el concepto de lo cuántico para explicármelo todo de otra manera.
Vaya “cuántico” implica multiplicidad, me digo, .... huy, no le gustarían a tu protagonista las conclusiones que me andan surgiendo puesto que la materia que compone mi actividad está frenando y mostrándome como un verdadero peñazo! pero qué bruta!
Por si induce a confusión: el último adjetivo está dirigido a la comentarista, obviamente en plena devaluación.
ResponderEliminarTengo leer con atención tu mensaje. Te corrijo: uno se puede devaluar según desde qué ángulo se mire, pero nada de precipitaciones. Y además la devaluación de un ser es válida hasta el fin. De momento no digo nada más.
EliminarPues mira, no voy a comentar más, porque todo lo que dices puede ser, es provechoso, tiene sustancia y me permite meditar en ello, pero no lo considero objeto de aceptar o rebatir simplemente porque tocas temas de enjundia con acierto y, en todo caso, el desarrollo de los acontecimientos, si lo hay ya nos dirá. Gracias mil por esos puntos de vista.
ResponderEliminarNunca me he sentido cómodo ante el género de la postal. Uno incurre en tópicos y evidencias que significan bien poco. Prefiero la carta de más largo aliento. La postal, además de ser visible el texto para todos si se envía tal cual, es un género que, efectivamente, ha caído totalmente en desuso. Comprendo el dilema o el problema de Naida a la hora de escribir un texto que sea significativo y no prolijo. Más bien un texto breve y enigmático, como ella parece escoger para dirigirse a un hombre que le es un misterio y que parece encerrar varios hombres. Es el misterio del enamoramiento, cuando la persona amada nos resulta todavía seductora y ambigua. Y un amor con una persona de otro país, ello alcanza de entrada una intensidad máxima, algo que luego si la relación se resuelve y se alcanza la estabilidad, se disuelve el misterio.
ResponderEliminarMe ha gustado mucho el estilo del texto que aborda la escritura de una postal al hombre deseado. Sin duda, trabajas mucho la forma para conseguir un producto acendrado y elegante, lleno de capacidad de sugerir. Así lo leemos los lectores, interesados por las vidas que nos planteas. Saludos.
La postal siempre ha sido una excusa; aquí va en esa línea. Por lo demás, tus benévolas observaciones estimulan pero uno no sabe hasta dónde puede llegar (o quiere o pretende) Saludo.
EliminarFáckel:
ResponderEliminarcreo que ya voy cogiendo el hilo de Naida, Emina y Naxos.
He estando recorriendo hacia atrás tu blog buscando una foto que había colgado el día de tu cumpleaños o cuando salías de viaje, pero la has debido borrar. Curiosidad por ver cómo eres. No me acordaba de tu cara.
En fin.
Me gusta escribir postales cuando voy de viaje, pero como nadie escribe, sólo lo hago con tres personas. Y dos personas me mandan alguna vez. Todo el mundo prefiere la inmediatez de un Wpp.
Naida es muy reflexiva.
Salu2.
No sé a qué foto te refieres, pero no creo que fuera mía, y no soy propenso a borrar nada, salvo excepciones, me tienes confuso. Bueno, no tiene importancia.
EliminarPues aunque esté fuera de uso -los medios técnicos actuales han desplazado hasta nuestro respirar, si nos descuidamos- me parece bonito. Soy de aquel tiempo de postaleo, además servían para coleccionarlas, creo tener aún muchas de juventud, no sé para qué, para que acaben un día en un mercadillo de calle. Esto me recuerda que en una ocasión, en Praga, compré a un señor normal, anciano, varias postales y sobres que llevaban sellos de la época del Imperio austrohúngaro. En alguna parte del blog ha salido alguna. El hombre. humilde, las vendía para sacar dinerillo, a precio mínimo para nosotros. Mi hija decía que el hombre estaba vendiendo sus recuerdos. Me dio pena, el hombre y la expresión de mi hija. La vida es ansí. Sigue postaleando, un abrazo.
"... Mi hija decía que el hombre estaba vendiendo sus recuerdos..."
ResponderEliminarYa ves, me ha interesado más esta frase que todo el contexto, no es que no me interese lo escrito, pero esta frase supera, y de largo, cualquier reflexión, porque es la realidad pura y dura de la vida.
Por lo que parece, la expresión de tu hija fue tan triste como el acto que representaba lo que vendía aquella persona. Acción/reacción, y las dos de la misma índole, tristeza.
A eso llamo yo Trascendencia.
¿Ves porqué me especialicé en metafísica?
Un abrazo
salut
Veo, veo. Qué te voy a decir. Los hechos son los hechos. Cada uno puede proyectar sobre ellos una conceptualización, un nombre, una dirección. No lo discuto. Pero sí, le compré a aquel viejito pequeñas cosas, después sentí no haberle ayudado más. Las conservo con más sentimiento que interés. Queramos o no queramos, nuestros propios recuerdos se irán al carajo más allá de nosotros (no sé si esto es metafísica o física elemental) Un abrazo.
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