"¿Te has atrevido tú a vender a otros caricias que eran mías y en tu locura a dar a otros besos que eran míos?
Tibulo, Elegías. Libro I
Antes de seguir mi ruta hacia otras islas quisiera visitar a la hetaira, dice Ténedos el comerciante a Naxos. ¿Cómo puedo llegar hasta ella? El orate, que aparentaba dormitar en el zaguán del alfar, interviene. ¿La buscas para acrecentar tus conocimientos o simplemente por placer? Al mercader le parece una pregunta sarcástica y responde molesto: ¿Desde cuándo una hetaira puede aportar conocimiento? El loco ríe. En su carcajada hay un tono protector de Therasia, a la que tiene por buena amiga. Lo dice con claridad. La hetaira es de las pocas personas que me respetan y me tienen en consideración. Para Therasia no soy un descerebrado, sino alguien que interpreta las reglas de otra manera. En ese sentido ella y yo nos parecemos bastante. El comerciante, que no quiere entrar en polémica, trata de ir a lo práctico. Jamás busco otra expresión con una mujer de la vida que la que me proporcione un buen rato y me deje el cuerpo despejado de tensiones, precisa. Nuestra hetaira, y el loco Alónnisos muestra la dureza de su mirada fija a aquel comerciante, no es una hetaira cualquiera. Sabe más que muchos cargos públicos, más que los técnicos que han edificado suntuosos edificios, más que los sacerdotes que pasan su vida amparando a los dioses a cambio de prebendas que pagamos todos. Te diré más. Ella ha navegado sin ser marino, ha juzgado sin ser juez, ha mercadeado sin ser comerciante, ha gobernado en la ciudad, en fin, sin aparecer que gobierna. Dirás también, dice burlón Ténedos, que ha guerreado sin ser soldado. Y así es, replica el loco. Nuestra hetaira sabe por lo que otros saben y por lo que desconocen. De cada hombre que ha atendido ha extraído conocimiento y ha devuelto experiencia. Es la que escucha y aconseja. La que comprende sin que nadie dé explicaciones. La que atempera a los más nerviosos. La que enseña a la juventud a quien nadie ha enseñado a amar. Muchos creen que esa mujer solo vende su cuerpo, pero lo que recibe en monedas es poco al lado de lo que ella da en especie. Devuelve con creces aquello que cada hombre deja con debilidad y escasa firmeza en su regazo. No hay nadie que no haya estado con ella y no salga reconfortado. Quien ha buscado el placer con urgencia ha obtenido una deferencia que supera lo pasajero.Therasia atiende mejor a los humildes que a los pudientes. A los desconsolados más que a los seguros de sí mismos. Los bienes no deslumbran a Therasia, sino la bondad y el trato delicado, el tono prudente y la sencillez de quien se siente abatido. Ella elige siempre. He visto a hombres vigorosos pero exigentes ser rechazados por Therasia. O cómo a nobles y príncipes no ha abierto su puerta. Su precio es ese, la elección.
Tibulo, Elegías. Libro I
Antes de seguir mi ruta hacia otras islas quisiera visitar a la hetaira, dice Ténedos el comerciante a Naxos. ¿Cómo puedo llegar hasta ella? El orate, que aparentaba dormitar en el zaguán del alfar, interviene. ¿La buscas para acrecentar tus conocimientos o simplemente por placer? Al mercader le parece una pregunta sarcástica y responde molesto: ¿Desde cuándo una hetaira puede aportar conocimiento? El loco ríe. En su carcajada hay un tono protector de Therasia, a la que tiene por buena amiga. Lo dice con claridad. La hetaira es de las pocas personas que me respetan y me tienen en consideración. Para Therasia no soy un descerebrado, sino alguien que interpreta las reglas de otra manera. En ese sentido ella y yo nos parecemos bastante. El comerciante, que no quiere entrar en polémica, trata de ir a lo práctico. Jamás busco otra expresión con una mujer de la vida que la que me proporcione un buen rato y me deje el cuerpo despejado de tensiones, precisa. Nuestra hetaira, y el loco Alónnisos muestra la dureza de su mirada fija a aquel comerciante, no es una hetaira cualquiera. Sabe más que muchos cargos públicos, más que los técnicos que han edificado suntuosos edificios, más que los sacerdotes que pasan su vida amparando a los dioses a cambio de prebendas que pagamos todos. Te diré más. Ella ha navegado sin ser marino, ha juzgado sin ser juez, ha mercadeado sin ser comerciante, ha gobernado en la ciudad, en fin, sin aparecer que gobierna. Dirás también, dice burlón Ténedos, que ha guerreado sin ser soldado. Y así es, replica el loco. Nuestra hetaira sabe por lo que otros saben y por lo que desconocen. De cada hombre que ha atendido ha extraído conocimiento y ha devuelto experiencia. Es la que escucha y aconseja. La que comprende sin que nadie dé explicaciones. La que atempera a los más nerviosos. La que enseña a la juventud a quien nadie ha enseñado a amar. Muchos creen que esa mujer solo vende su cuerpo, pero lo que recibe en monedas es poco al lado de lo que ella da en especie. Devuelve con creces aquello que cada hombre deja con debilidad y escasa firmeza en su regazo. No hay nadie que no haya estado con ella y no salga reconfortado. Quien ha buscado el placer con urgencia ha obtenido una deferencia que supera lo pasajero.Therasia atiende mejor a los humildes que a los pudientes. A los desconsolados más que a los seguros de sí mismos. Los bienes no deslumbran a Therasia, sino la bondad y el trato delicado, el tono prudente y la sencillez de quien se siente abatido. Ella elige siempre. He visto a hombres vigorosos pero exigentes ser rechazados por Therasia. O cómo a nobles y príncipes no ha abierto su puerta. Su precio es ese, la elección.
(Fotografía de Ata Kandó)
Al estilo de las cortesanas de la antigua Grecia: prostitutas con estilo, con cultura, que prestan más servicios que el simple trato carnal, para clientes que necesitan algo más que sexo.
ResponderEliminarSaludos, Fackel.
Therasia sabe distinguir entre la apreciación al individuo y el comercio que practica. Ese desdoblamiento la ha hecho una mujer fuerte y valerosa. ¿Solo el orate lo entiende, hasta el punto que da la cara por ella?
EliminarGracias por hacerme pensar en base a tu comment.
Bien sabes que existen diversidad de locuras y que su gama resulta infinitamente diversa al igual que las percepciones. La capacidad de percibir un mayor número de me antoja riqueza. No será en balde que este término sea sinónimo de valor, en acepciones económicas.
ResponderEliminarEsta narración me ha recordado la fábula oriental de los sabios ciegos palpando un elefante, aunque aparentemente no tenga nada que ver.
En estos tiempos nuestros los territorios inmensos -del tipo que sean, físicos o humanos- no deberían ser obstáculo para un acercamiento a su comprensión. Hay medios para percibir al elefante aunque seamos gnomos. Pero hay mucha gente empeñada en seguir siendo enana.
EliminarUnos venden sus cuerpos y otros sus mentes. Chaqueteros a tutiplén.
ResponderEliminarAdriana
¿Hay alguien que no lo haga, en cualquiera de sus formas mercantiles?
EliminarQue no se ría el loco. Estoy convencido que algunas hetairas pueden aportar más conocimiento que algunos maestrillos adoctrinadores. Sea mercader o trujamán encontrarán más consideración y respeto en una cortesana experimentada que en un racista que considera a los que no son como él, son bestias taradas.
ResponderEliminarSalud
Francesc Cornadó
A mí no me cabe duda tampoco. En el mundo subrepticio y oculto en el que han permanecido han adquirido muchos y grandes conocimientos. Como muestra puede valer un botón que, aunque parte del mito, bien lo expresa: lo de que cierto profeta que hablaba arameo dicen que dijo de que las hetairas nos precederían en el reino celeste. Por algo será.
EliminarSalud.
Poco habrá más clarividente que la alianza entre un loco y una prostituta. Cuando la vida lleva tiempo instalada en los extremos… es que ya está de vuelta de todo, o también valga una frase que leí a Ferlosio, y sin ser exactamente igual, decía algo así; las miradas que parten de lo marginal, o periférico, son las que abarcan más horizonte.
ResponderEliminarAmplitud de miras.
Therasia y Alónnisos llegan con sus miradas… hasta donde da la vuelta el aire. Y eso es lejísimos.
Me ha gustado, curioseando, encontrarme con Ribeyro, a quien estuve releyendo por navidades, y a Larra, leído a sorbos, hoy mismo, (Antología fugaz), mientras esperaba en el cole de mi hija.
Un saludo, Fackel.
Los que viven en los márgenes de lo social suelen tener más información y sobre todo más capacidad de observación, y de extraer conclusiones, que los que estamos empantanados en la rutina cotidiana, sin duda. Además se sienten más libres en cierto sentido para tener criterios y a veces exponerlos.
EliminarLarra es imprescindible. No es un autor que te limite a saber algo de la sociedad española -y en concreto de la villa y corte- de su tiempo, sino que se proyecta todavía a nuestros días por su mirada aguzada y traviesa. Oxígeno puro, miradas en el espejo.
Sañudo, se agradece la visita, Paco.
Aunque sea un mito literario, Therasia seduce y arrastra. ¡ Quién tuviera la dicha de encontrarla en su camino...!
ResponderEliminarCreo que es la mitificación que hacemos de personajes, situaciones y encuentros lo que hace que nos sintamos seducidos. Las seducciones repentinas tienen su atractivo, evidentemente, pero las que se consolidan, incluso sin mayor compromiso, son las que adquieren un gran valor. Hay Therasias que lo han conseguido entre muchos hombres.
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