"Ha perdido su antiguo ánimo, su coraje".
Konstantino Kavafis, La batalla de Magnesia.
Ya ves, extranjero, tú llegaste a esta tierra por primera vez y dices sentirte como en casa. Yo, en cambio, aun deseando el retorno me parece estar en otro lugar. Esto le dice Esciros, el cautivo, al joven Naxos. Está confidencial con él. Tú te asentaste en lo desconocido y no te fue difícil aceptar nuestro modo de vida. Por mi parte, aun siendo tan familiares las costumbres y los paisajes, me asalta una especie de orfandad. Naxos le pide explicación: ¿Por el estado en que has hallado la ciudad? ¿Porque te faltan amigos? En parte, responde Esciros, por la devastación. En parte por las ausencias. También por la desconfianza. Tras lo que aconteció, en que las traiciones pesaron tanto como la fuerza invasora, ¿en quién puedo confiar ahora? Guárdame discreción, Naxos. El día de mi llegada me dirigí con palabras estimulantes y sinceras a quienes acudieron a recibirme, y yo mismo me dejé llevar por el calor y la efusión de la acogida. No mentía. Y la gente necesitaba escuchar palabras esperanzadas de un superviviente que no se dejó sojuzgar. Pero los días de la euforia han transcurrido y asentada la cabeza en la nueva realidad observo. Contemplo con precisión las limitaciones de los que han quedado y me pregunto por la capacidad de restauración que tenemos con esta población diezmada, no solo en número sino en individuos con aptitudes. No, no tengo el mismo temple que me caracterizaba y no sé bien en quién apoyarme. Quiero hacer, pero no sé si puedo hacer, pues la reconstrucción de una ciudad no depende de soflamas, de gente abatida y mucho menos de los dioses. El cautiverio ha hecho mella en mí, a ti te lo puedo decir. La edad, la quiebra de las viejas perspectivas y una resistencia íntima debilitada me ponen los pies en el suelo. ¡Y sin embargo, ellos, los habitantes de esta urbe venida a menos esperan que yo los saque para adelante! Yo, que no creo ya en próceres, ni en proyectos antiguos. Cuanto más medito sobre cómo levantar de nuevo todo esto sin caer en los errores pasados, sin dejar las decisiones en manos de desaprensivos, más me demoro en ver con claridad. Naxos, tú que eres aún fuerte de mente y de ilusiones. Que dices estar en esta tu nueva patria con más mérito que en aquella de la que provienes, ¿tendrías valor para tomar el timón? Todo el mundo te admira. Los pobres, afanados en sus emociones, porque te ven diligente y bondadoso. Los ricos, tan avariciosos como siniestros, porque creen que podrían manipularte. Pero yo te enseñaría a andar un camino de riesgo, y que también es necesario recorrer. Piensa mi propuesta, deja que las aguas sigan su curso de momento. Que nadie advierta que podemos generar un gran río a partir de los pequeños arroyos que canalicemos. Que nadie descubra que el mar indómito, si bien no se puede reducir, sí podemos hacerlo más navegable. Entonces Naxos recuerda cuando Thasos, el ciego, le propuso algo semejante. Aquel veía la necesidad más allá de la opacidad de sus ojos. El hombre del retorno urge desde su impotencia que alguien capaz tome el relevo.
(Fotografía de Ata Kandó)
Con relevos o sin ellos, hay gente que no gana en sabiduría aunque el camino a Ítaca sea largo, lleno de experiencias y plagado de cíclopes y lestrigones.
ResponderEliminarSaludos, Fackel.
Ciertamente, ni en sabiduría ni en visión de perspectiva ni en capacidad comprensiva de lo que ha sido la vida. Saludo.
EliminarHace algún tiempo quizás hubiera podido aportar alguna sugerencia pero ese tiempo pasó y la que fue me ha abandonado. Debe ser condición natural de la condición humana. Y eso no consuela en este mundo tal y cómo nos fue vendido. Tampoco resulta suficiente decir que comprendo la emoción del veterano.
ResponderEliminarAhora comprendo mejor por qué nuestros antecesores se concentraban en sus buenos recuerdos para paliar sus vacíos. No desfallezca la veteranía!
La capacidad de hoy día no está nada clara. Los adultos jóvenes dan lo que dan al intentar gobernar. Los adultos ancianos se encuentran desprestigiados. ¿Hay término medio? Desde luego no si procede el gruñido desde lo profundo de las cavernas.
EliminarA lo profundo de las cavernas no llega la luz, tan plenas ellas de lodo ignoto . Aún así reciben nombre! Falaz distintivo!
ResponderEliminarPues hoy de la metáfora se ha hecho conducta humana en este país: lodo, oscuridad, caverna, intento de retorno...
EliminarCuando hay decencia y ganas de arrimar el hombro todo es posible hasta generar un gran río.
ResponderEliminarEsciros que sufrió la vesania de sus opositores no se achanta y planta cara en primera o en la línea que considere oportuna. Bien por él.
Adriana
Es probable que no se achante, pero teme no estar a la altura. Es lo que trae la experiencia, que también aporta una dosis de realismo que desplaza el gesto voluntarista. Si. tal vez hay varias líneas, aunque alguna pasen desapercibidas.
EliminarEs sabio quien sabe cuál es su sitio y ayuda si se mantiene en él.
ResponderEliminarTiempos difíciles para mantenerse, pero habrá que esforzarse por no perder el temple y la fortaleza. Gracias, Manuela.
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