"No podía ser amigo ni enemigo de mis aparentes contemporáneos, sincero ni hipócrita, generoso ni egoísta; nada quería de aquel mundo, porque el exilado no concurre con los naturales del país; simplemente observa, compara y sueña con su imposible patria".
Miguel Espinosa, Asklepios.
Me tienen como su loco. Yo lo sé. Un loco es importante para una ciudad, aunque no haya reconocimiento alguno de ello. Es esa voz a la que nadie quiere llevar la contraria. Contra la que nada se puede. Cuando en mi juventud me tenían por díscolo se permitían llamarme la atención, castigarme, pedirme cuentas. Pero ahora los sumisos son ellos. ¿Que armo griterío? Es el pobre Alónnisos que tiene un mal día, dicen. ¿Que digo lo que nadie se atreve a reconocer? Callan y me lo permiten. Cuando intervengo a mi manera en un acto público quienes solo se fijan en el tono caótico de mis palabras ríen. Los que entienden su sentido se abochornan para sí. Cuántos de mis vecinos no han agachado la cabeza y murmurado quedamente a mi favor. Algunos me han llegado a decir: por tu boca salen verdades, Alónnisos; sigue diciéndolas por nosotros. Pero yo no busco siquiera verdades. Me conformo con poner el dedo en la vergüenza de las conductas y de los hechos propiciados por ellas. Me marché fuera y mi patria no existía en mi corazón. Ahora estoy aquí y es como si estuviera alejado. ¿Estoy condenado a un ostracismo sin fin? Mi país es mi locura. No compito con nadie, no aspiro a nada, no reclamo ni lo necesario ni lo superfluo. Que crean ellos que solo adoro a la razón perdida. Si piensan que mis tumbos van perturbando su orden aparente, que no teman. ¿A quién puede hacer daño un loco? Y si se mira por el lado cuerdo, ¿quién empezó a quebrar ese orden tan loado como vacío sino los mismos que han vivido de él? El orden siempre es frágil, y queda más en peligro cuando las decisiones colectivas se ignoran. O se traicionan, que es más grave. Ah, pero también aquello que parece optado y aprobado por todos puede ser una ficción. Hay oradores que saben conducir a los hombres por donde ellos quieren. Gente influyente que compran voluntades. Unas veces con moneda, otras en especie, las más con promesas vagas. Si algo me gusta de mis compatriotas es que son benévolos conmigo. Me dejan a mi aire, que es lo más que puede apetecer un hombre. No me falta alimento ni suelo donde descansar mis huesos, que no siempre mi mente enfurecida. Mi locura, ellos lo saben, es pacífica. La violencia la reservo para mí mismo, lo cual me convierte en víctima de mi furor. Podría ser un poeta de la locura, y en cierto sentido lo soy. El tiempo que pasé fuera de esta tierra lo aproveché para instruirme. Pero no soy como los que utilizan la instrucción para medrar y sacar beneficio. El alfabeto, la gramática o las cuentas son dones de mi esfuerzo y no espero más provecho que el disfrute. ¿Acaso podría verme yo como funcionario o cargo electo o sacerdote de cualquier santuario dedicado a los dioses? Me instruí para huir del engaño, para distinguir aquello que me da conocimiento de lo que produce confusión. Me instruí para hacer música con la palabra. Soy un aedo en la oscuridad. Podría recitar a mis vecinos con la misma frescura y agilidad que el viento cimbrea los juncos o bate los olivos. Pero a ellos no les interesa la poesía y yo no la voy a poner en riesgo para que se mofen o digan: los poetas son unos locos. Sí, hay personas cercanas que aceptan de buen grado mis canciones. Pregunta a Ikaria, la chica de las flores, que siempre me espera junto a una fontana. Pregunta a los artistas del taller de Lemnos, con los que en ocasiones me reúno para sumar a un arte otro arte. Pregunta a la pitonisa, que domina sobre las tinieblas de los hombres pero que se deja vencer por la sensibilidad del cantor. ¿Tú también estarías dispuesto a escuchar mis declamaciones, Naxos?
(Fotografía de Ata Kandó)
La voz que clama en el desierto. Su hogar de origen: el desierto, desierto.
ResponderEliminarMe explayaria con gusto pero mi fragua incesante me espera, ahora anioro la paz de mis desiertos, me doy un par de meses minimo para el retorno.
Las voces en el desierto tampoco deberían creerse mucho su misión. Acaban siendo fanáticos, como bien enseña la Historia. El orate ocacional y cercano es otra cosa.
EliminarNo me refería a misión alguna, solo a tranquilidad sin prejuicios culturales. Ya me dirás, el siguiente paso sería enmudecer más aún, del todo y aún me cuesta.
EliminarConsidera que la mayoría de las jornadas no pronunció palabra aunque debido a mi actual y larguísima mudanza últimamente no me queda más remedio que ser educada con mis vecinos y para eso hay que usar la voz. Ja los más convencionales me toman por chalada desde sus escalas de valores, pero todo lo que hago tiene un más que razonable origen que me condiciona y que no merece justificación. Acabo de llegar “del tajo” y caigo rendida pero satisfecha, Un universo diametralmente opuesto al intelectual del que haces gala. Si, lo mejor será que enmudezca por este jardín’hasta haberme asentado en mi nuevo y definitivo hogar de una vez por todas. Con suerte volveré a interesarme por el entorno si resulta grato.
Una verdadera fuga de locatis al uso del personaje que nos presentas!
No te inhibas, y menos cohibas, por hacer lo que te plazca, piense lo que piense cada cual, y no olvides que todos venimos o hemos venido del "tajo".
EliminarDeseando leer los poemas y canciones del " loco", el primer trazo,¡que maravilla!.
ResponderEliminarAdriana
Muchos testimonios y textos del tiempo de Naxos se han perdido, no creo que sea fácil hallar aquellos cantos.
EliminarSólo con criterio propio y principios se puede hacer frente a la manipulación que nos embarga. La instrucción, que citas, es el camino...
ResponderEliminarABSOLUTAMENTE de acuerdo, y más en estos tiempos en que las llamadas redes sociales solo transmiten la mentira, el chascarrillo y la manipulación. Excepciones aparte, si las hay. La clase política no tiene demasiada instrucción, como mucho títulos, lo cual no les califica para dirigir, gobernar y gestionar un país o una parcela del mismo. Los titulados de las empresas dirigen la instrucción para la fábrica productiva de su empresa, sin más, el humanismo no está al alza en el saber hoy día.
EliminarTe paso un enlace que me ha dejado más de piedra de lo que ya estoy últimamente, y en algo tiene que ver con lo anterior:
https://elpais.com/elpais/2019/01/22/ciencia/1548172912_976395.html
La mejor recompensa de la instrucción es el propio esfuerzo.
ResponderEliminarY viceversa: es el esfuerzo el que proporciona conocimiento y visión.
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