"Si alguna vez quisieras volverte hacia las cosas exteriores a fin de complacer a alguien, debes saber que eso significa que has extraviado tu camino en la vida".
Epicteto, Enquiridión.
¿Quién es ese hombre que va solo hablando a voces por las calles?, pregunta Naxos a Scíathos el herrero mientras este deja de golpear en el yunque. Ah, es Alónnisos, el loco de toda la vida. Uno de los nuestros. No pienses, extranjero, que está así por la impresión del último desastre. De adolescente aún era normal, aunque podría decirse que ya entonces manifestaba una rebeldía con sus hermanos y con los demás chicos de la pandilla que le hacía difícil de tratar. Sus padres intentaban lo imposible por evitar que entrara en discordias y para que aprendiera un oficio. Pero él salía con la monserga de que no había nacido para trabajar, que lo suyo era tocar el aulós, ya sabes ese instrumento de dos tubos que convergen en las boquillas. Supongo que en tu país también lo habrá. Se pasaba el día monte arriba monte abajo haciéndolo sonar y, por cierto, lo hacía muy bien. Todos los días iba al hontanar de donde toman el agua las mujeres. Era feliz entre ellas y todas le apreciaban. Las únicas a las que ayudaba. Y entretenerlas no era una ayuda baladí. Fue cuando nuestros aliados de otras ciudades llegaron aquí para una leva con objeto de realizar incursiones sobre gente hostil, o eso dijeron, cuando desapareció por un tiempo. Un día volvió pero se mostraba huraño, seguía sin tener oficio, con aquella imagen de abandono de sus propios cuidados, y que se sepa no volvió a recrear a nadie con su flauta. Decía cuando le preguntaban por qué no tocaba el aulós o la flauta que lo había olvidado todo. Que no tenía aire dentro de sí para sacar sonidos musicales. Que nadie se merecía escuchar las tonadas que él tocaba. Que quien quisiera música que se buscara a otro o si no que ahí tenía al viento con sus mil silbidos. Cosas así decía. Y le dio entonces por increpar a la gente y chillar por los rincones. Sciathos es un hombre robusto al que le falta un ojo. Nadie sabe si debido a un accidente del oficio o por algún lance de juego o entregado a la causa de alguna guerra. Mientras habla con Naxos no detiene su labor. Se acerca a la forja, pisa el fuelle y pone un hierro sobre la brasa para moldear su forma. A naxos le intriga la historia del orate. ¿Y desde entonces va ese Alónnisos dando tumbos por la ciudad? Incluso a veces parece que estuviera beodo. El herrero es afable. Va a su aire, amigo extranjero, pero muchas de las cosas que grita no son dislates, en absoluto.Va diciendo a la gente lo que no quisiera esta oír, pero aunque les moleste nadie se atreve a reprenderle. ¿Sabes por qué? Porque saben que sus imprecaciones llevan mucha razón. Le escucho gritar casi siempre lo mismo: os lo advertí, os lo advertí, interviene Naxos. El herrero es comprensivo. Oh, eso es lo que repite, pero cuando se encara con alguno de los que tuvieron mandato en la ciudad o con un grupo de vecinos es mucho más contundente. Y más exacto, con conocimiento. El humo de la fragua traspasa el tejadillo de caña de la herrería. Una voz tronante se aproxima para interrumpir el diálogo que los dos hombres sostienen. El herrero no se detiene por ello. Naxos sale justo en el momento en que el loco Alónnisos llega. Todos tenéis la culpa de lo que pasó, dice con mal humor, y el joven se impresiona. De pronto se encara con Naxos. Tú, no, le dice. Tú no estabas entonces, pero estáte atento, no caigas en los mismos errores que estos. En los ojos del loco brilla un hilo de complicidad con el joven. Este se aturde.
(Fotografía de Ata Kandó)
"Y en mi locura he hallado libertad y seguridad; la libertad de la soledad y la seguridad de no ser comprendido, pues quienes nos comprenden nos esclavizan.
ResponderEliminarAh, ni siquiera el ladrón encarcelado está a salvo de otro ladrón " G.K. Gibran
Adriana
De todos modos el tema locura suele trivializarse en la literatura neorromántica y en cierta opinión de lugares comunes. Dudo seriamente de que la locura de verdad proporcione libertad y mucho menos seguridad.
EliminarLa advertencia de Epicteto teniendo como tiene carga de profundidad, en ocasiones no podemos cumplirla.
ResponderEliminarNo será la primera vez, ni creo la última, que te vuelques hacia algún placer mundano (cosas exteriores, denomina el autor) con el afán no de complacer, sino de calmar las aguas.
Todo tiene su momento y su caudal. Y todo su tiempo y su manera de obrar. No por ello extraviamos el camino de nuestra vida.
¿Cuántas veces no habremos aflojado para no hacer de esta estancia una lucha de la cual saldríamos mal parados?.
También es cierto que el susodicho dijo estas palabras hace unos dos mil años, y que desde entonces, y en su circunstancias (era esclavo), las cosas se ven de otra forma.
Un abrazo
Yo creo que Epicteto hace hincapié en la libertad de elección personal. En no someter las decisiones y los pasos a lo que te indiquen otros, ni a hacer las cosas en función de dar satisfacción a otros.
EliminarPor cierto la máxima que se expone como cita continua así: "Conténtate, pues, en todo, con ser un filósofo; y si quieres aparecer ante los ojos de otros como filósofo, aparece como tal ante ti mismo, y que esto te baste".
Es decir la satisfacción de tu propia búsqueda del conocimiento, del conocimiento como forma de placer y satisfacción interior.
La narración me provoca una gran solidaridad con Alónnisos
ResponderEliminarBonita y pedagógica historia, Fackel. Te felicito
Gracias por leer y opinar, Luis Antonio. Los orates son tan admirados como temidos, tan atrayentes como inquietantes, pero ni se les debería marcar como tabú ni sublimar como portadores de verdades, si bien decirlas puede que en muchos casos y circunstancias las digan. Saludo.
EliminarMuy hábil, pequeño amigo, tu alusión a los lugares comunes me ha impresionado. Disculpa mi intromisión en predio ajeno.
ResponderEliminarOh, no, no. Este es el sitio perfecto para entrometerse. Los lugares comunes...¿rigen la opinión de los individuos o estos la generan con las tripas?
EliminarBien dicen que "la boca de los niños y de los locos derraman sabiduría".
ResponderEliminarUn abrazo
Tanto como sabiduría...pero decir al pan, pan y al vino, vino suelen hacerlo, unos por ingenuidad y los otros por venganza.
EliminarSalutem.
Me has recordado un tiempo en el que se vivían los barrios de otra manera y todos los barrios tenían personajes como este. Conocí varios: uno "radiaba" partidos de fútbol inventados, otro hablaba continuamente con su madre. Aquellos personajes del barrio: el loco que hablaba a voces, pero hacía una vida tranquila y rutinaria sin meterse con nadie; el alcohólico que seguía su ronda habitual; la mujer sola llena de gatos... Supongo que hoy siguen existiendo, pero la velocidad y el anonimato de la ciudad nos impiden verlos.
ResponderEliminarSiguen existiendo personajes de ese estilo -los antiguos ya desaparecieron físicamente, por supuesto- pero como cunden un nuevo tipo o multitipo de afectados, menos risueños y cantarines, pues prácticamente pasan desapercibidos. O les reprimen con pastillas terapias y en su caso familias. Los orates de antes estaban al margen en un sentido pero integrados en otro. La gente podía pasar de ellos o tenerlos en consideración o al menos respeto o tolerancia. Sí, es lo que dices.
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