"La canica gira entre mis dedos en el fondo del bolsillo. Es mi preferida, nunca me separo de ella. Y lo bueno es que es la más fea de todas, no se parece en nada a las de ágata, o a las grandes canicas metálicas que suelo mirar en el escaparate de de la tienda del tío Ruben, en la esquina de la calle Ramey; es una canica de barro, con el barniz medio saltado. Por eso tiene asperezas en la superficie, y dibujos, parece el planisferio de la clase en pequeño.
Me gusta mucho, es bonito tener la Tierra en el bolsillo, las montañas, los mares, todo bien guardado
Soy un gigante, y llevo encima todos los planetas.
- Bueno, ¿tiras o qué?"
Joseph Joffo, Un saco de canicas.
Joseph Joffo, Un saco de canicas.
Joseph Joffo echó anteayer su última partida de canicas, que seguramente era la de los recuerdos. Ahora, con canicas y todo, se ha convertido en un saco de átomos dispersos a través del vacío y de la nada. ¿Saltarines y deslizantes también como las canicas? Ochenta y siete años le han dado materia vital para mil y una partidas de la compleja vida que un judío, aún niño, padeció en su propia carne. La muerte de Joffo bien puede ser un motivo para releer su novela Un saco de canicas, o invitar a quien no la conozca a que la lea. La peripecia de la huída de los nazis, junto con su hermano, la cuenta Joffo de modo desenfadado y bondadoso en el libro desde la perspectiva de un niño de diez años. El relato de una infancia partida, alterada, hurtada sin duda, no oculta que siempre permanece el recurso infantil del juego, de la chanza, de las risas, de las trampas, del ingenio para afrontar la supervivencia y escapar del miedo. Donde ellos mismos, en su orfandad, eran alumnos y maestros de un aprendizaje autóctono. ¿Testimonio personal o lección de ética? ¿O un tratado de saber subsistir instintivamente? ¿O todo ello a la vez? En el epílogo del libro el Joseph Joffo adulto que dejó atrás hacía tiempo las vicisitudes de la persecución dice:
"...Mientras miro cómo duerme mi hijo, solo puedo desearle una cosa: que jamás conozca el tiempo del sufrimiento y el miedo como lo viví yo durante aquellos años. Pero, ¿por qué temer? Estas cosas no volverán a producirse más, nunca más".
Quiero entender estas palabras como una buenaventura. Como un deseo, más: como un conjuro. Ojalá se cumplan.
(En la fotografía, un Joseph Joffo adulto observa divertido cómo un grupo de niños echan una partida de canicas)
"...Mientras miro cómo duerme mi hijo, solo puedo desearle una cosa: que jamás conozca el tiempo del sufrimiento y el miedo como lo viví yo durante aquellos años. Pero, ¿por qué temer? Estas cosas no volverán a producirse más, nunca más".
Quiero entender estas palabras como una buenaventura. Como un deseo, más: como un conjuro. Ojalá se cumplan.
(En la fotografía, un Joseph Joffo adulto observa divertido cómo un grupo de niños echan una partida de canicas)
Decía Marx que todo se repetía, y en ese todo la historia, primero como drama y luego como farsa.
ResponderEliminarAunque Marx, y de eso se ha hablado poco por no decir nada, tenía formación teológica (incluso él mismo le decía a su yerno que no era marxista), y quizá por eso, temía tanto al ser humano, porque es incapaz de aprender, y hace que la historia se repita.
Salut
Al ser humano hay que temerle simplemente por la experiencia vital. No hace falta recurrir a ideólogos o pensadores. Cada cual saca sus conclusiones del vivir cotidiano, Homo homini lupus, acaso?
EliminarGracias. Sabiduría intrínseca de un buen corazón inocente.
ResponderEliminarRecuerdo esas canicas!
Y quién no. Pero las canicas de una familia confortable o existente, hablo por mí, eran muy distintas de las canicas de quien ya no posee nada y encima quieren desproveerle de la existencia. Ya entiendes.
EliminarCalla, calla que sobre la cuestión “existencia” me podría pasar más de 7 pueblos en las direcciones más contrapuestas imaginables con mi rebeldía y nihilismo para molestar a todios. Hasta atentar contra mi persona, por monigote, o hacer que otros lo hagan por mi a eso que soltara lo que no soportarían escuchar.! El negro manto de la vejez me oculta, no sé hasta qué punto y si afortunadamente o no.
EliminarHoy no curro, lo cual me induce a pensar ....... Malo, muy remalo!
Ves, te has acostumbrado a la inducción del pensamiento, con lo efectiva que era la lumbre a fuego lento...
EliminarEste comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarLejos de pretender uno hacer crítica de ese u otro libro, modestamente puedo decir si me gusta o no, pero lo mínimamente válido es sugerir a otro que lea y vea qué provecho puede obtener. Se ha escrito tanto y sobre tantos temas y de maneras tan diversas que la lectura se ha convertido en un ejercicio superficial y a gusto del intelecto personal del lector. Por ese camino ¿se obtiene algo nuevo?
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