"Dicen unos que una tropa de jinetes, otros la infantería
y otros que una escuadra de navíos, sobre la tierra
oscura es lo más bello; mas yo digo
que es lo que una ama".
Safo de Mitilene
¿Has oído lo que dice de ti el maestro, Thera?, pregunta Naxos a la joven artista en el paseo, tras ceder la luz de la jornada. Yo diría que bien podría prescindir de sus deidades protectoras, pero no de ti. El maestro Lemnos exagera, responde la muchacha. Si no me hubiera proporcionado este trabajo tampoco habría afinado el estilo. Podría haber estado en otra parte, haciendo trabajos más burdos, ya lo sé. Naxos quiere saber más. Pero ya venías con tus conocimientos, es él quien debe agradecer que hayas caído en su taller y remozado su repertorio. Te deja hacer porque le gustan las formas fantásticas que aplicas y porque te sales de lo convencional. Además tal vez él vea unas posibilidades de renovar su negocio. Si las piezas que salen de tus manos son conocidas en otras costas vendrán más mercaderes a hacer nuevos pedidos. Lo que se hace en abundancia se repite y pierde interés, replica Thera. Yo quiero trabajar lo justo, lo que da satisfacción a la imaginación y a la habilidad. Sin presiones ni agobios ni temas obligados. Lo de siempre ya lo hacen otros. Mi actividad no se parece en nada a la que tú has tenido. ¿Qué creabas agitando los músculos sino un ritmo constante que te desgastaba? ¿Qué sueños podías llevar a efecto mientras sujetabas la vela con tus compañeros en plena acometida del océano? ¿Cuántas veces has visto el rostro complaciente de tu capitán? Y cuando llegabais a puerto, ¿qué compañía desinteresada se te ofrecía? Naxos se rasca su barba hirsuta, perplejo y desarmado ante la mujer. ¿Es la misma Thera que confecciona los vasos en medio de un silencio y de un ensimismamiento sagrados?, piensa. Thera teme haberle herido. Y sin embargo, continua, sin trabajos rudos y persistentes como el tuyo no sería posible que gentes de los territorios más extremos de estos mares se conocieran o intercambiaran sus saberes. ¿Tu patria está lejos, Thera?, pregunta Naxos. Mi patria está donde pongo los pies, responde ella. Sin la conquista del barro por mis manos yo no sería ahora libre. Y soy libre no solo por lo aprendido sino por los sueños que puedo volcar en mis pinturas. ¿Por qué crees, Naxos, que quienes adquieren los vasos del alfar de Lemnos se sienten satisfechos? ¿No te lo ha dicho el maestro? Porque están cansados de los conflictos y trampas entre dioses, de los combates archisabidos entre héroes, de la belleza ficticia de los efebos y de la vanidad de las escenas de convites. Quieren otra visión, y si es irónica y divertida, mejor. Quieren que en las imágenes que salen de mis manos se sientan en cierto modo representados sus sueños, encarnados sus deseos y cuestionadas sus vidas estériles. Naxos calla, juega a hacer patinar piedras planas sobre la superficie de un pequeño arroyo que serpentea la ciudad. ¿Sabes cuál es mi anhelo ahora mismo?, dice a Thera. Meter las manos entre la arcilla, modelar con ella las formas más toscas, sentir que la tierra húmeda acaricia y cura la callosidad que me causó la madera del remo. ¿Quieres acaso ser de los míos?, le interpela la mujer. Ahora mismo no sé de quién soy, responde. Tal vez de la tierra que piso, como tú, tal vez del viento que me arrastrará antes o después a otra parte. Cuando se hurga en el barro, uno se convierte para siempre en barro, dice Thera.
(Fotografía de Ata Kandó)
"Y soy libre no solo por lo aprendido sino por los sueños que puedo volcar en mis pinturas"
ResponderEliminarGran sabiduría y dicha
La libertad es hacer. Gracias, Neo.
Eliminar"Lo de siempre ya lo hacen otros". A mi em diuen que no soc cursi i que soc sincera. Si dius el que diu tothom, quina gràcia té?
ResponderEliminarBueno, cuando escribimos tampoco descubrimos el Universo. Ni cuando se pinta ni cuando se hace música ni cuando se proclaman ideas (muchas de ellas ya superadas) También se dice que todo está inventado. Dentro de poco los inventos de cualquier clase estarán en manos de los robots.
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ResponderEliminarAnda, ¿y eso?
EliminarVersión más catulesca:
"Celio, mi Lesbia, aquella Lesbia, la famosa Lesbia aquella, la única, a quien Catulo amó más que a sí mismo y que a todos los suyos, ahora por las esquinas y callejas se la pela a los nietos del magnánimo Remo"
¿No es más propia de Catulo esta versión?
Maravilloso Catulo, olvidé decir. Leerlo en latín tiene que ser una gloria, pero tengo ya olvidada la lengua mater.
EliminarSin duda. La primera versión ha sido de mi libre apreciación. Pero tampoco ha estado mal ¿no?
EliminarHum, Catulo era mucho Catulo, no sé no sé si te la habría aceptado.
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EliminarPor ese lado me consuelo con creces. Solo que no solo es la memoria deficiente.Es la falta de práctica. El tipo de Stratford-upon-Avon se concentró en su inglés y yo, pobre de mí, en el castellano demótico (y en mi caso demagógico, con sus consiguientes resultados; pero como no se va a entender esto lo dejo para la ocasión que se brinde)
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EliminarDe lo cual nos hemos beneficiado.
EliminarHay algo que me gusta mucho de esta serie última de entradas tuyas: el diálogo. Qué somos de verdad sin el diálogo.
ResponderEliminarNada somos. Pero te diré que si el monólogo interior se convierte en diálogo con uno mismo entonces el valor es añadido.Y además se proyecta con los otros o nos dota de más elementos para mantener un diálogo fructífero.
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