MISERABLES
¡MISERABLES!
He aquí una palabra aparentemente inmutable. Recorres sus diez letras latinas de izquierda a derecha y estéticamente se trata de la misma; idéntica forma, tamaño, estructura. Pero no significa lo mismo cuando queremos utilizarla para precisar algo: una calidad humana, una manera de ser personal, una condición social, una valoración objetiva, una constatación de estado anímico. De pronunciarla lo tendríamos más cómodo, más evidente. Simplemente nuestra cadencia de voz o nuestro énfasis ya situaría de qué clase de miserables hablamos cuando nos referimos a los miserables. Una entonación serena, una pronunciación benevolente o una afinación iracunda situaría nuestro punto de vista sobre el objeto. Sin embargo en la escritura se nos exige algún matiz diferente, y lo descubrimos a través del contexto de una frase, del enunciado de un párrafo. Del texto. Ahí hallamos su sentido. Pero, ¿qué hacer cuando apenas hay contexto y nos apremia un posicionamiento urgente ante una imagen externa, como si nos exigiera una definición? Ah prodigio de la bella lengua -tanta belleza hay en una lengua- es en ese momento de la redacción cuando viene en nuestra ayuda un signo. Un elemento que no es letra pero que viene a aportar significado a las palabras anteriores, que tiene vida exclamativa propia. Esa especie de monolito rematado por un bolo que desde su emersión o su inmersión verticales abre y cierra la carga de la palabra o de la frase, desatando la furia de la naturaleza expresiva. Admiren al signo de admiración. Utilícenlo para manifestar alegría, gozo, sorpresa, descubrimiento, reencuentro. Hagan una loa a un signo que no debe morir jamás, porque el día que lo haga habrá muerto nuestra capacidad de asombro, nuestra disposición a maravillarnos, nuestra reacción indignada ante lo que no nos gusta. Eso sí, no olviden de aplicarlo con plena libertad donde consideren de uso debido o de necesidad de desahogo emocional ante tanto miserable que nos quiere fastidiar la existencia.
Denominación del adjetivo en el Diccionario de la lengua española:
Del lat. miserabĭlis 'digno de compasión', 'lamentable'.
1. adj. Ruin o canalla. Apl. a pers., u. t. c. s.
2. adj. Extremadamente tacaño. Apl. a pers., u. t. c. s.
3. adj. Extremadamente pobre. Apl. a pers., u. t. c. s.
4. adj. Dicho de una cosa: Insignificante o sin importancia.
5. adj. Desdichado, abatido o infeliz. U. t. c. s.
He dudado sobre qué foto poner aquí relacionada con
el caso , si una del entorno patrio o de un lugar más lejano. He elegido la del territorio más lejano porque creo que allí, en Siria, ocurren cosas mucho más graves e irreparables que en la finca hispana para la consideración del vocable miserables y porque ya la cosa no puede ir a peor. Aunque puede que para el exterminio no
quede mucho.
Rescate de víctimas de un bombardeo en una población de Siria.
No se si lo es más el que gobierna o el que le ayuda en el hecho (me refiero a Putin).
ResponderEliminarAmbos, con objetivos que confluyen. Lo mismo que los USA han hecho en otras zonas del mundo. ¿O ya nadie se acuerda de la gran devastación y muerte en Vietnam cuando tomaron el relevo a los franceses?
EliminarY Guta es una comarca que ya no existe. Su geografía fecunda y verde ha desaparecido. ¡Se la han robado!
ResponderEliminarExterminio, exterminio. (Y dicen que la ONU existe...¿para qué?)
EliminarEstupendo texto en el logras describir magistralmente tanto la riqueza de nuestra lengua como la necesidad de pronunciarnos con compromiso y énfasis sobre la realidad que nos circunda y contiene.
ResponderEliminarUn abrazo
Se pueden hacer tantos ejercicios de estilo como reflexiones. Lengua y pensamiento van de la mano. Un abrazo.
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