Agria pero clarividente y deliciosa descripción que el erudito inglés Robert Burton (1577-1640) nos ofrece en la introducción a su espléndida obra Memoria de la melancolía. Cualquier parecido con la realidad no es parecido, ¿verdad? Por supuesto, el escrito es de un tiempo pasado de entresiglos. ¿Sólo de aquella época y de la Albión? Dejo el divertido y enrabietado texto a la lectura sagaz de vuesas mercedes blogueras:
"...Donde son generalmente sediciosos y litigiosos, donde hay muchas discordias, muchas leyes, muchos pleitos, muchos abogados y muchos médicos, es un signo manifiesto de un estado destemplado y melancólico, como mantenía hace tiempo Platón. Pues donde bulle tal clase de hombres, harán más trabajo para sí mismos, de modo que el cuerpo político enferma, pero de otra manera estaría sano. Es un mal general en nuestros tiempos, una plaga dura, y nunca tantos de «los que ahora se multiplican» (dice Mal. Geraldus, legista él mismo) «como las langostas, no los padres, sino las plagas del país, y en su mayor parte una generación de hombres orgullosos, malos, codiciosos y litigiosos». Una nación que exprime los bolsillos, una compañía clamorosa de buitres con toga, «que viven de la injuria y de la sangre de sus conciudadanos», ladrones y sembradores de discordias. Son peores que cualquier depredador en un lado del camino; «que se encargan de hacer la paz, pero que son en realidad los verdaderos perturbadores de nuestra paz, una compañía de harpías irreligiosas, alguaciles que arañan y pellizcan» (quiero decir que nuestros habituales leguleyos hambrientos, aman y honran a la vez todas las buenas leyes y nuestros legistas notables, que son tantos oráculos y pilotos de una república bien gobernada) sin arte, sin juicio, que hacen más daño, como dijo Livio , «que la enfermedad, las guerras, el hambre o las dolencias»; «y causan una destrucción mucho mayor de la república», dice Seselio, en otro tiempo famoso civilista en París. Como la hiedra hace con el roble, lo abraza durante tanto tiempo que consigue sacarle el corazón, así hacen en los lugares donde habitan. No se ha de tener en cuenta ningún consejo, ni justicia, ni discurso, a no ser que los corrompas, debe ser pagado siempre, o si no, estará mudo como un pez; es más fácil abrir una ostra sin cuchillo. «Hablo por experiencia, dice Juan de Salisbury, he estado mil veces entre ellos, y el mismo Caronte es más apacible que ellos; él se contenta con una sola paga, pero ellos la multiplican, nunca están satisfechos». Además tienen «lenguas venenosas» (como las llama), «a menos que se aten con cadenas de plata», hay que pagarlos para que no digan nada, y ganan más por mantener silencio de lo que podemos ganar nosotros por hablar lo mejor posible. Hablarán bien a sus clientes, les invitarán a sus mesas, pero según sigue, «de todas las injusticias no hay ninguna tan perniciosa como la suya, que cuando más nos engañan, parecerán ser más honestos». Ellos se responsabilizan de ser pacificadores, y «de defender las causas de los más humildes», de ayudarles en sus derechos, de proteger a los afligidos, pero todo es por su propio bien, para vaciar los bolsillos de los más ricos; defienden a los pobres gratis, pero no es más que como reclamo para coger a los demás. Si no hay una disputa, pueden hacer una disputa sacándola de la misma ley, encuentran algún que otro recoveco, desunen a los hombres, hacen continuar las causas tanto tiempo, durante lustros, no sé cuántos años deben pasar antes de que una causa se atienda, y cuando se juzga y se resuelve, debido a algunos trucos y engaños, está tan fresca para volver a empezar, después de dos veces siete años a veces, como lo estaba al principio. Y así prolongan el tiempo, retrasan los pleitos hasta que se han enriquecido y han arruinado a sus clientes hasta la mendicidad".
(Texto tomado de la Revista de la Asociación Española de Neuropsiquiatría, 1995)
hay que ver lo poco que hemos cambiado o evolucionado, este texto podría ser de ayer, y me temo que de mañana.
ResponderEliminarPensé lo mismo, aun cuando introduzcamos algunos matices.
EliminarExperientia docet, pero ese tipo de instrucción no entra en organismos limitados y perezosos, quizá ya herrumbrados de fábrica, o desde el principio de los tiempos. También lo asumo como factor propio, por supuesto, por el hecho de nacer. También patético no percibirlo hasta edades avanzadas, y eso con suerte, pero no sigo que es peor.
ResponderEliminarCreo que el corpus social humano repite la experientia docet, y proyecta la trayectoria detallándola y complejizándola, pero acaso con análogas intenciones.
EliminarCierto que muy sagaz este personaje. Mucho.
ResponderEliminarFermín.
Siempre me ha parecido un bálsamo, aunque no siempre suave, la lectura de Robert Burton. ¿Demuestra que el mundo sigue igual, como cantaba el tango Cambalache?
EliminarAquí estamos, tal cual. Cambia lo externo, pero permanece la manera de obtener beneficios a costa del prójimo, poco importa si el perjuicio es grande, la cuestión es recrear la realidad y seguir fastidiando al personal.
ResponderEliminarEs altamente recomendable leer la obra de Burton, sobre todo esa introducción. Esa sensación de que en lo fundamental siguen los mismos modos, perturbaciones, formas de medrar y conflictos de hace siglos ayuda a no dramatizar nuestro presente y a compartir pesimismos con nuestros ancestros seculares. A ver si este enlace puedes pescarlo.
Eliminarwww.ww.revistaaen.es/index.php/aen/article/download/15459/15319
pues yo soy optimista, aunque a veces me cueste! pero cualquier tiempo pasado no es lo mismo... claro que todo es mejorable... y en eso estamos, no es verdad?
ResponderEliminarSí, por estar y ser optimista no pasa nada, a gusto de cada cual. Pero el pasado es siempre un gran maestro al que no solemos atender los alumnos del presente. Te recomiendo esa introducción, donde salen a relucir bastantes temas del tiempo de Burton y de la antigüedad clásica. No se trata de comparar al pie de la letra, pero sí observar cómo sigue larvado lo volcánico en nuestras sociedades de primitivos actuales.
EliminarLa ignorancia es muy atrevida.
ResponderEliminarAnónimo, eres moderado. Para mí es una desgracia y en ocasiones un crimen. Entiéndaseme.
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