Max y yo hemos comido hoy juntos. Para celebrar nada. De aperitivo un Eiswen, el vino de hielo de los germanos que entra solo pero con el que nos apetecía acompañar a unos mejillones de la Gallaecia de donde acaba el orbe. Después nos hemos comido una escalivada mojada por el aceite de arbequina de Tarraco, con un punto de vinagre de la Emilia Romaña francamente sutil. A continuación, tatatachán, una fuente mediana de jamón ibérico de Al-Andalus. Luego, aquí redoble de tambores y fanfarria, cuarto de lechazo de la vieja y profunda Castella, regado por un tinto crianza de Toro. Y de postre un delicioso turrón de Agramunt acompañado de cava del Penedès. Parecerá poco pero ha sido algo intenso y poliédrico para nuestros gustos. Max aún se ha tomado tras el postre una copita de pacharán navarro, pero yo no podía más.
La charla ha fluido sin fronteras, es decir sin prejuicios ni soberbias ni pedanterías ni fantasmas ni temores.
No hemos brindado por otra patria ni por otra fe que por la amistad. La única en la que ambos creemos. El más allá del más acá.
(Pintura de Jacob Jordaens)
Se ve que lo han pasado de maravillas... y bien regado!
ResponderEliminar=D
Naturalmente, hedonismo puro versión gastronómica.
Eliminarjejeje...No hay como tener amigos de Flandes.
ResponderEliminarDudo que los de Flandes coman tan multinacional o multiterritorial o multiregional o multiloquesea como Max y yo comimos ayer.
EliminarPor cierto, ya que nombras al fugado y camaradas la foto de portada de hoy de El País, supongo que en otros medios ídem, me avergonzaría a mí de ser secesionista. No sé qué pensarán los de la cárcel.
Me apunto a la hermandad de "gourmets sin fronteras".
ResponderEliminarAbrazos
Francesc Cornadó
Y no tendrás que pedir permiso al Puchi. Salut y bon vino de Berceo.
EliminarSe nota que habéis sufrido una barbaridad.
ResponderEliminarLo que contaba era que fuera un menú transnacionalista y nada endogámico, pues en plena estupidez de ciertos españoles que preconizan boicot a los productos de vuestra tierra hay que demostrar que incluso en el tema de comer la patria es lo que se come, y su calidad, por supuesto. Podría haber sido otro menú, donde se incluyeran también alimentos extremeños o cántabros sin hacer de menos a las setas de Olot, por ejemplo. Pero había que ser frugales y no pantagruélicos, jaj.
EliminarA mí tampoco me gusta nada eso del boicot, ni el que promocionó Ômnium Cultural para los productos que no pusieran su etiqueta en catalán, ni tampoco los posteriores a los productos catalanes. Una auténtica bobada que no nos lleva a nada bueno.
ResponderEliminar¡Ah, se me olvidaba!: Excelente menú el suyo y no menos excelente la pintura de Jordaens escogida por usted para acompañarlo.
El boicot, sea cual sea la dirección y el objetivo, es una negación entre seres humanos que dice poco a favor de quienes se dejen arrastrar por esa consigna. Hoy está todo tan interrelacionado, donde pagan justos por pecadores, como productores, obreros, empresarios o consumidores, que hay que ser un tipo de pocas luces para prestarse a boicot alguno.
EliminarEn todas partes se cocina de miedo y Jordaens debía vivirlo a tope. Gracias.