"...Cada libro era una ranura por la que veía el interior del cráneo de un hombre. Eran unos cráneos con las protuberancias de la inteligencia, del valor, del orgullo, de la melancolía, de la vileza, delimitados y numerados con un bolígrafo. Abría cada libro como un cirujano que trepanara un cráneo y, para sorpresa del médico, en lugar de las mismas circunvoluciones y la misma sustancia cenicienta-marrón, irrigada por la arborescencia de los vasos sanguíneos, encontrara algo diferente en cada una de las duramadres desentrañadas: un niño acurrucado, a punto de nacer, una araña gigante, una ciudad en las primeras horas del alba, un pomelo grande y tierno, una cabeza de muñeca con los ojos vueltos hacia el interior. ¡Qué ósmosis tan curiosa se producía entonces entre mi cráneo y el de algún autor antiguo, de qué forma tan extraña se aclaraban entonces nuestras frentes!"
Mircea Cartarescu. Solenoide.
¿Por qué perder el tiempo en mirar las tontadas de los personajes que salen cada día en los informativos y periódicos? ¿Qué nos aportan las insidiosas tramas que, una vez transcurra el tiempo del escándalo, quedarán mortecinas para siempre? ¿Qué cuento de esos feos que presenciamos cada día no nos resultan farragosos, grotescos y carentes del mínimo interés? Y esos rostros con máscaras que hablan o alardean o sacan pecho para camelar a un público idiota o responden con dedos en uve a los vítores de una grey infatigable ante la farsa, ¿no son cansinos? Y esas figuras que se crecen ante un flash y prometen conceder y dicen que harán y aseguran con la boca pequeña integridad, ¿no nos resultan acaso increíbles a fuerza de lograr que descreamos? Y toda la matraca de los grandes anuncios para que compres el mundo y todas sus trivialidades de mínima duración en las grandes fechas en ciernes, ¿qué nos producen sino sordera, pesimismo y enojo? No nos dejan tiempo en ninguna parte para descubrir al hombre, sustituido por su propia banalidad. Para buscar lo que sea que haya sido y deba ser el hombre mejor asomarnos por la ranura de aquellas buenas lecturas que nos aportan la oculta veracidad. Para no sentirnos frustrados por el tiempo robado y las energías malgastadas. Dejemos las pérdidas para los que no saben sino procurarnos perder.
(Imagen de Andrés Vesalio)
Mircea Cartarescu. Solenoide.
¿Por qué perder el tiempo en mirar las tontadas de los personajes que salen cada día en los informativos y periódicos? ¿Qué nos aportan las insidiosas tramas que, una vez transcurra el tiempo del escándalo, quedarán mortecinas para siempre? ¿Qué cuento de esos feos que presenciamos cada día no nos resultan farragosos, grotescos y carentes del mínimo interés? Y esos rostros con máscaras que hablan o alardean o sacan pecho para camelar a un público idiota o responden con dedos en uve a los vítores de una grey infatigable ante la farsa, ¿no son cansinos? Y esas figuras que se crecen ante un flash y prometen conceder y dicen que harán y aseguran con la boca pequeña integridad, ¿no nos resultan acaso increíbles a fuerza de lograr que descreamos? Y toda la matraca de los grandes anuncios para que compres el mundo y todas sus trivialidades de mínima duración en las grandes fechas en ciernes, ¿qué nos producen sino sordera, pesimismo y enojo? No nos dejan tiempo en ninguna parte para descubrir al hombre, sustituido por su propia banalidad. Para buscar lo que sea que haya sido y deba ser el hombre mejor asomarnos por la ranura de aquellas buenas lecturas que nos aportan la oculta veracidad. Para no sentirnos frustrados por el tiempo robado y las energías malgastadas. Dejemos las pérdidas para los que no saben sino procurarnos perder.
(Imagen de Andrés Vesalio)
Creo que hemos banalizado tanto las palabras que mirar un telediario es un sacrificio que ya pocos quieren darse.
ResponderEliminarCon la prensa está empezando a ser similar.
Un abrazo
Banalizar los hechos, las búsquedas de la vida, los sentimientos, las ideas, etc. con palabras superficiales es no solo una trampa sino un error que pagaremos caro. En política, por ejemplo, ya se ve cómo se atiende más a la andanada verbal grosera y sin sentido que a un debate honesto que debería interesar a todos. Muy zafias las relaciones que buscan representar a los ciudadanos. Se abre la puerta al monstruo, una vez más, con la liquidez superficial de tantas palabras y discursos vanos. En eso, ya lo hemos hablado, Cataluña está ofreciendo una pésima imagen que no solo creo que va contra su trayectoria cultural secular sino contra su propia capacidad de convivencia entre vosotros y con los demás ciudadanos de otras partes. Lástima.
EliminarLos necios no merecen la a tención de los sabios, salvo que entre necios ande el juego, pero esa no será la partida del sabio.
EliminarMi interrogante: Sabrá el necio que lo es?, porque el sabio si supiera lo que es automáticamente dejaría de serlo para descender al plano del soberbio. Lo malo es que el necio difícilmente puede caer más bajo. Dejémosle que sea su propia víctima.
Ahora relacionemos las palabras con la impresionante imagen que nos ofreces. Tras hacerlo siento mi propia irrelevancia de forma más intensa. Ello me hace obrar en consecuencia y me impulsa a asumirme en silencio. Afortunadamente a la paz le importan las palabras mas bien poco y lo asumo.
Cada vez me cuesta concluir qué hacer colectivamente y cómo. Cada vez tengo más claro que me debo ante todo a una opción personal, la mía propia, donde elegiré si creo y a quién, si no creo y a cuántos, etc., en este medio ambiente torticero que nos rodea. El parlamento democrático de una España del que ha carecido casi toda su vida se ha vuelto un juego de frontón. Como nadie toca el fondo de los temas, o aunque unos lo pretendan los otros lo impiden, el hemiciclo de Madrid -ya hemos visto lo que ha dado de sí el Parlament Catalá- es una galería de shows con escaso interés y con personajes que preparan el show, se exhiben, se dejan aplaudir y a casa. Seguramente el espectáculo se multiplica por todas las autonomías y a seguir manteniendo el statu quo. El pueblo llano, que se decía antes, permanece confuso, víctima y cómplice de la superficialidad de las cosas, se deja llevar por oleadas de opinión y como mucho a votar. No incido más, pero me das pie.
EliminarPor supuesto que la imagen de Vesalio es impresionante, como todos sus dibujos. Si sabía de otras facetas del hombre tanto como de su anatomía tenía que ser un sabio.
No hay que perder ni un segundo viendo a todos estos idiotas del horror y la presunción que aparecen en las pantallas. El circo mediático es ponzoñoso, solo produce malestar. En unos acordes de Schubert, en unos versos de la Comedia, o en un instante de amistad siempre descubriremos mucho más que en todas las noticias que, debidamente manipuladas, nos sirven los medios.
ResponderEliminarLas páginas de los libros son como radiografías, como un escáner, que nos muestra la grandeza del pensamiento. En los libros encontramos la mejor expresión del conocimiento, sin embargo, hay que andarse con cuidado, ahora se publica mucha bazofia y parece que hasta lo más chusco y trivial se pueda encuadernar.
Abrazos
Francesc Cornadó
Las televisiones solo prestan atención a los despropósitos, se ve que eso genera audiencia, que a mucho pueblo llano le va el morbo de la trivialidad. Las alternativas que propones las ratifico. Naturalmente que hay mucha literatura de pacotilla, pero en nosotros está saber elegir. También esta relación de blogueros libres nos permite intercambiar sugerencias, descubrir lo que merece la pena, procurar consuelo vívido y refrescante con cualquiera de las artes y de las conversaciones placenteras que cada cual tenga en su ciudad y fuera de su ciudad, ¿no crees?.
EliminarSalud siempre.
Mejor, mucho mejor, dirigir la curiosidad innata hacia la verdad de los textos, porque para mentiras ya están los medios que obedecen al capital.
ResponderEliminarE incluso, diría yo, relativizar la verdad de los textos literarios. Valorar lo que nos transmiten y disfrutar de ellos. Por eso los clásicos son bastante seguros en cuanto a las conclusiones que extraen sobre la vida. Gracias por pasar.
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