Me ha llamado la atención la ilustración de cabecera del grabador mexicano Artemio Rodríguez en su blog. Este magnífico ilustrador, que bebe de la extensa tradición europea medieval del grabado y que tiene como maestro, entre otros, al satírico e imaginativo José Guadalupe Posada, lleva años de un trabajo intenso y creativo. Grabados, series y libros se han combinado para hacernos la mirada más clarividente. No solo me ha atrapado el dibujo sino que me ha entusiasmado. Ese bosque intrincado, esas criaturas de mirada torva, esas caras emergentes de los troncos de los árboles, ese diablo del bosque del que se me antoja más de una lectura. O bien protege a los niños, o bien trata de salvarlos de ser más salvaje que él mismo (en el peor sentido, basta ver lo armadas que van las criaturas, y un salvaje no es un bárbaro) o bien es un salvaje ingenuo que no sabe que el corazón del bosque está poblado de almas turbias capaces de acabar con el medio. ¿Será por eso que, en previsión de algo inevitable, el salvaje esté dotado de dos rostros?
La representación de estas criaturas imaginarias viene desde tiempos primitivos, aunque sean objeto iconográfico y literario abundante durante la Edad Media e incluso entrado el Renacimiento. Adjunto fotografía de uno de los salvajes de la fachada del Colegio de San Gregorio de Valladolid, de finales del siglo XV, para aportar similitudes.
Pues bien, mi amigo Jean, al que no veo desde hace tiempo, parece que se ha lanzado en su blog a la aventura de poner palabras caprichosas (él lo dice) a uno de los trabajos de Artemio Rodríguez, el Juego de la oca, que ya tenía en Méjico su currículo de representación de mano del genial Posada. Pues ya se verá, yo aviso de los riesgos de traducir imágenes a escritura. Pero ¿no es acaso algo natural y consecuente interpretar en nuestro interior la obra gráfica ajena? Por otra parte, ya le diré lo que tenga que decir a Jean por activa, por pasiva o por semipensionista. O bien me calle y simplemente siga su curso de ocurrencias y devaneos.
http://tulaevanescente.blogspot.com.es/2017/07/el-juego-de-la-oca-de-artemio-rodriguez.html
Miedito me inspiran las criaturicas, tanto como el inconsciente de su autor.
ResponderEliminarSabía que lo ibas a detectar enseguida. La verdad es que me gustaría saber lo que tenía in mente el ilustrador para hacer tamaña viñeta. Que Artemio haya recurrido al tema del salvaje da idea de los conocimientos de representaciones fantásticas ancestrales que tiene. A mí el tema de los salvajes me fascina.
EliminarSalvajes, dices, pues estamos rodeados y visten manto de cordero y muchos modales, tendrás para "jartarte" a fascinación. Hasta puede que mi personaje lo haya vuelto a ser, pero ya sin temor y de frente, una vez enterrados los moldes que me dominaron por un tiempo. Me parece que recientemente acabo de enterrar a una "buena persona". La propia. Duro de narices, bestial, Fackel. Algo que ni me agrada ni me fascina. Ahora me van cuadrando mejor ciertas cuestiones.
EliminarEl salvaje es un concepto diferente del energúmeno y bárbaro de casa que nos rodea. De éste estoy harto. El salvaje es una figura imaginaria vinculada a medios donde la bestia hombre domina menos, el salvaje tradicional no acecha, quien acecha es el homo consumus y culto de nuestro lado. El salvaje es el Otro.
Eliminarhttps://elpaseantevallisoletano.blogspot.com.es/search?q=salvajes
Siempre es interesante descubrir nuevos artistas como también ajenas interpretaciones de sus obras. También me produjo bastante curiosidad la representación de esos niños tan fuertemente armados, como buscando algo en el suelo (o en el agua), se me ocurre, sin notar quizás el peligro de lo que tienen a sus espaldas, tan bien camuflados en la naturaleza. Pero claro, si uno quiere variar el criterio interpretativo, quizás el aparente salvaje no es nada bestial ni peligroso, y sólo los acompaña en la búsqueda. Se me ocurre que la representación del "salvaje" alimentada por la imaginación de quien jamás ha visto uno, sirve como metáfora de lo que se idealiza o se teme.
ResponderEliminarUn abrazo
Naturalmente que hay seres en la oscuridad de nuestra mente desde que somos niños. Algunos puramente imaginativos, producto de cuentos, leyendas o relatos de alguien de la familia. Pero otros son monstruos derivados de algún comportamiento siniestro que haya tenido lugar en el entorno. Imagina la de monstruos que tienen que fijarse en la mente infantil durante una guerra, una familia con violencia latente o una desgracia acontecida. Pero en el caso del viñetista creo que va el tema a dos bandas, por una se conecta con las lejanas y primitivas representaciones del salvaje protector o habitante sin más del bosque, figura inexistente pero a la que la humanidad dio pábulo en todas las culturas. Pero por otra parte, Artemio introduce el sarcasmo de dos niños dispuestos a hacerse valer, pero no contra el salvaje, acaso contra las caras de su propia imaginación, y siempre con la sospecha de que algo más cercano y conocido, no precisamente el salvaje, sea donde se incube el mal. ¿O ellos también perecen en el mismo mal por muy niños que sean?
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