"...Y es que en la noche hay siempre un fuego oculto". Claudio Rodríguez





martes, 28 de marzo de 2017

Bosníaca. Huellas





Un antiguo francotirador arrepentido hace pedagogía a la contra en un corro de hombres de edad, mayormente. La metralla de las casas son huellas. Pero no hay que seguirlas, pues no conducen a ninguna parte. Pero no hay que borrarlas, cada vecino debe tenerlas a la vista por si se vuelve desmemoriado. Y para que los que tuvieron que irse vean algo más de lo que oyeron. Y para que los que sobrevivieron reflexionen sobre el odio y su espiral sin salida. Y para que el viajero que viene a visitarnos sepa que la historia no son los libros ni los relatos sino las heridas infligidas y sufridas. Esos agujeros, dice el arrepentido con complejo de culpa, son cordones umbilicales que nos vinculan a nuestra propia barbarie. Aún nos atan a ella y no acaban de cicatrizar y caer. Muchos no quieren cortarlos porque no ven la barbarie como el cuerpo madre. Aún buscan en sus tradiciones e identidades la justificación. Ni perdonan ni se arrepienten. Por ellos las fachadas de muchas casas se habrían revocado borrando los boquetes. Yo mismo causé la historia de este modo tan destructivo. Porque, en contra de lo que es creencia generalizada, la historia no se hace ni se escribe, se causa, se provoca. Se vive con el riesgo al acecho en su propio embrión. ¿Por qué la historia acaba siendo siempre devastación? Mientras habla en la tertulia escucho comentarios. Desde entonces está trastornado, dicen algunos. De qué se arrepiente, a buenas horas, dicen otros. El mal sí se hizo y él fue de los que lo ganaron a pulso, desvaría uno desde el rincón. Ahora dice que es de los nuestros. ¿De los nuestros y se obstinó desde aquel nido a hacer la vida imposible a los que iban al mercado?, le disputa otro. Él, que ha oído cada opinión, y ha escuchado ya tantas, no se atreve a llevarles la contraria. El maestro de la escuela cercana, que no es ni joven ni viejo, me lo aclara. No es un hombre muy hablador. Estuvo varios años preso, luego desapareció de la ciudad. Hace lo posible para pasar desapercibido, pero a veces viene a la plaza y se siente extrañamente obligado a perorar. Los turistas le hacen fotos y él les muestra la metralla en muros y taludes, y les acompaña por la orilla del río. No pide dinero, aunque está en la miseria. Cuenten en sus lugares de procedencia lo que les cuento, les dice a cambio.      

 


(Fotografía de Inés González)



8 comentarios:

  1. Un francotirador arrepentido convierte siempre en personas a aquellos que despersonalizó para matarlos. Interesante.

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    1. Hay quien piensa o duda de que un asesino de élite pueda arrepentirse, pero sea o no resulta muy excepcional, seguro. Y en el tema del relato acaso reconozca de ese modo al otro individuo al que ha matado.

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  2. me gusto mucho, y es que si los hombres miramos la historia de esa forma, felicidades y si me lo permites por aqui andare

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    1. Puedes pasar cuando quieras, todo aquí está siempre muy abierto.

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  3. Qué incapacidad para la paz, el fruto del árbol del mal no dejamos de rumiarlo.A la guerra le siguen agravios imperdonables, horrores que claman venganzas. El dolor como abono inagotable para aniquilar la bondad. ¿Algún día superaremos el odio?

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    1. De manera definitiva, nunca. El próximo sapiens puede ser de otra manera, el actual lo dudo. Pero el próximo ya no será el mismo de ahora y otras revoluciones cognitivas que afectarán a la especie no tendrán mucho que ver con lo que somos o fuimos nosotros. La evolución no para.

      Y las cosas en la Bosnia tampoco deben estar muy seguras, según noticias...

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  4. Un saludo, ya estoy casi por casa...
    Salut

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    1. Me alegro, también yo tuve que estar fuera por fuerza mayor.

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