"...ese episodio de la imaginación a que llamamos realidad".
Fernando Pessoa, de Libro del desasosiego.
¿Nació realmente aquí el poeta? La visitante oriental preguntó a un transeúnte. Este dudó en su respuesta, como si la placa de la fachada fuera imprecisa y no constituyera suficiente prueba. Ahí pone eso, pero no estoy de acuerdo. Quien nació fue fulano de tal y tal, que andando el tiempo fue escritor, de prosa y de verso, de sí mismo y de otros cuantos que él parió. La oriental permaneció perpleja. Solo quiero saber si el célebre escritor de la ciudad nació en esta casa. El poeta no nació aquí, nadie nace poeta, el poeta se hizo mucho más tarde, dijo el hombre. En ese edificio, como mucho, nació un primer personaje de sí mismo. No le acabo de entender, insistió la mujer, no domino su lengua. Acláreme con mayor precisión. ¿Nació el eximio poeta en esta casa o hay un error? El paseante trató de explicarse con claridad pero a su modo con rigor. Ya le digo que nadie nace otra cosa sino hombre o mujer, blanco o negro, pobre o rico, porque cualquier otra circunstancia tiene lugar al avanzar la vida. Entonces, cuando uno ya se ha olvidado de que una vez nació, cuando uno cree que está aquí desde siempre y para siempre, elige, con acierto o con fracaso, con suerte o con infortunio, con abundancia o con privación, un oficio de crear o un oficio de medrar. Ah, le entiendo ahora, le entiendo, expresó ella con esfuerzo mal disimulado. Además, continuó el hombre, en la placa figura un nombre y unos datos, eso no lo discuto. Y en internet saldrán los nombres de sus padres y hasta su genealogía más antigua, eso no lo dudo. En el caso de nuestro glorioso escritor el asunto se complica. ¿Quién de los escritores que fue o, matizando, que iba a ser nació realmente en esta casa? No sé si la pregunta se la harán otros, pero no es mi caso, pues ya le digo que para mí no nació aquí autor alguno. Un autor nace o, mejor dicho, empieza a nacer cuando aprende a leer y a escribir. Luego cuando aprende a mirar y a escuchar. Luego cuando aprende a dudar. Más adelante cuando sabe decir no. Después cuando solo atiende a la voz de su imaginación y traduce la ficción en verdad. Y por último cuando no se deja manipular por las palabras. Es usted un tipo interesante aunque, ¿cómo dicen ustedes?, bastante retorcido, arriesga a decir la muchacha. Yo buscaba simplemente un lugar ya consagrado para la posteridad y me he encontrado con una versión menos sencilla y por supuesto nada turística. Si no hubiera dudado, concluyó, no habría escuchado su brioso discurso, señor. El transeúnte sonrió con extrema benevolencia. Mi estimada oriental, no me cabe duda de que usted va para escritora. Ya avanza en las fases de su nacimiento a las letras. ¿Se tomaría un té conmigo? ¿Por qué no?, dijo la oriental. Añadió: ¿Cómo ha dicho que se llama? Bernardo. Bernardo Soares. Y se ajustó el sombrero.
...cuando no se deja manipular por las palabras.
ResponderEliminarCuánto acierto hay en la frase.
Salut
Cuánto aprendiz de brujo abunda hoy día tras las palabras...Salut.
Eliminar