"...Y es que en la noche hay siempre un fuego oculto". Claudio Rodríguez





lunes, 5 de septiembre de 2016

Aquellos estos árboles, 41





"Entre la épica y la lírica, o encerrados en una de las dos, 
más les valdría a los humanos ser conscientes de que viven 
con su insignificancia a cuestas".


(Max, de su relato inédito Los ilusos)



Cuando el hombre se cansa desearía tornar en místico, aunque no sea su condición natural, pues en él está más bien el apetito de golpear, de imponerse, de llegar un paso más adelante de otro hombre, aunque no esté claro para qué llegar y a dónde, pero está en él lo que le inculcaron como sana competitividad, aunque ni en el juego resulte saludable aquello que causa si no estragos en otro hombre, que también, sí una desconsideración, pues te enseñan a incentivarte, dicen, te dijeron, pero cuando el incentivo es apostar y echar pulsos con otros donde no se ponen límites a los medios, donde no importa cuánto daño causes a la otra carne que también siente y que parece vecina pero es ajena, y si te das cuenta de lo turbio que es lo que denominan motor de vida pero que no es otra cosa sino justificación de lo que no son sino interesadas reglas de juego de una determinada manera de entender la humanidad, pero no entenderla para explicarla, sino para sacar provecho, entonces aquella fe inicial en ti mismo se resquebraja, porque no te causa satisfacción ser a cuenta de desplazar a otros, no te deja a gusto vivir ignorando a otros, y puedes intuir que acaso los otros si pudieran estarían tentados a tomar el relevo de la parte que aborreces de ti mismo e imponerse a ti, podrían cambiar las tornas porque los modelos se atraen y se rechazan como una enfermedad latente, está tan arraigada la maldita competencia a cualquier precio entre los humanos que solo siente lástima el que está cansado, sea cual sea su posición, y no precisamente el más miserable o desarraigado o fuera de juego es el más generoso ni siquiera comprensivo, más bien le atrapa el ansia de tomar la revancha, para ser lo contrario, para ejecutar la maldad o colaborar con ella, aunque nadie lo reconozca, nadie admite el mal que causa o ayuda a causar, en ninguna de las ubicaciones sociales que la vida haya designado a los seres humanos hay garantía de comprensión, unos porque no quieren ceder y otros porque anhelan poseer lo que acontece es el enfrentamiento, larvado casi siempre, y eso se traduce en pequeñas actitudes cotidianas, a veces solamente la fecunda envidia, en ocasiones la gratuita maledicencia, en momentos extremos el choque, y su consecuencia, la persecución, y hay que ver cómo ciertas ideologías de toda la vida, aunque su tiempo no sea tampoco desmesurado, han incubado el sentido de la lucha feroz entre individuos, cómo la han propiciado, cómo la han justificado con una carencia absoluta de vergüenza, cuando no la han impuesto por obligación y la han consagrado incluso, inventando todo un panteón de espectros cuya sola mención crítica puede causarte riesgo, acaso es el cansancio la luz que no has tenido, te dices a ti mismo, acaso es esa impresión de vencimiento, corrosiva, obsesa, la que te aporta una mirada que no será nunca mística, pero te apartará también del terrible y maldito deseo de la venganza.




(Fotografías de Michael Wolf)


10 comentarios:

  1. Lo escrito parece bien cierto mas como somos tan poca cosa más acorde para mecernos en cierta paz accidental, porque eso me parece que somos: un accidente, podría resultar más sencillo reducir el enfoque hacia algo grato pero sin olvidar que las dentelladas existen. Como cierto margen de elección para elegir una imagen y enmarcarla......o será que mi practicidad inherente me ha transformado en una simple. Como la simpleza también va adherida a mi naturaleza....pues aprovecho su aspecto positivo.....por ejemplo. Esto solo se trata de una dinámica de supervivencia emocional, cada cual debería encontrar la propia, sobre todo cuando las décadas van sumándose.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Como el texto 41 no es precisamente sacro, cada uno debe ver en su vida qué texto no escrito decide poner en práctica para sobrevivir. Lo grato existe, obviamente, y no voy a entrar ahora en si es efímero, nos hace o nos ilusiona, o cosas así. Es evidente que lo agradable nos hace sentirnos bien, y nos invita a subir por las gradas de nuestra propia existencia, allá cada cual si con realismo o con excesiva ingenuidad.

      Eliminar
  2. No sé hasta dónde ese ejercicio de competitividad extremo es natural, inherente a la naturaleza humana o más bien, cultural e impuesto. No todos hallan placer en eso de poseer y competir.
    =)

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Que es faceta animal, no me cabe duda. Que al principio, durante y ahora existe cooperación y apoyo mutuo (no tanto cuanto hubiera deseado Kropotkin) pues hay sus dosis. Que la cultura y sobre todo el desarrollo de los modos de producción generó más competencia hasta iluminar a Calvino y los suyos, pues ahí está y aquí vemos la dimensión que ha tomado. Nos salpica a todos, la medida como la hace habría que precisarla, pero estoy de acuerdo en que hay vencidos a los que no les ha apetecido competir apenas. Y así les ha ido en sus actividades laborales, sociales y de relaciones en general. Pero eso sí, con la cabeza bien alta y con más relax, cuando no indolencia.

      Eliminar
    2. Al menos pueden lucir la cabeza en alto... que ya es mucho!
      =)

      Eliminar
    3. Aunque no pretendía generalizar. He visto vencidos hundidos y solo se han "recuperado" sometiéndose más.

      Eliminar
  3. Día que pasa y más convencida estoy de que la superación de esa lucha darwiniana por la vida es un trámite superable, claro que para dejarlo atrás hay que practicar y doblegar la voluntad todos los minutos de día.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Pues no creas, pero me cuesta ver cómo se solventa ese trámite, como no sea dejándose llevar sin más por las circunstancias. Respecto a la voluntad...nunca he sabido si es un aliado o un agente hostil.

      Eliminar
  4. El infierno son los otros. Y el cielo también. Me conmueve tu aullido, hijo del cansancio y del desencanto. Desencanto por dejar de ser lo que fuimos y conservar la memoria para recordarlo. Cuando las potencias físicas nos rehuyen hallamos refugio en la mística, este abandono de un cuerpo que ya no nos sirve para gozar de la épica del combate. Un combate despojado de su nobleza por mezquinos oportunistas que han hecho de la lucha entre mentiras su ascensor hacia el poder. El poder, la clave de todo. La llave que abre la puerta de los deseos. El deseo, fuente de vida. Sin el, no la hay.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. No puedo ni sé añadir una frase más a tu opinión. La comparto plenamente.

      (Corrijo, aunque sea a título anecdótico: algunos pudieron/pudimos formar parte hace décadas de aquella espiral de oportunistas, pero mira, es que no creyeron/creímos desde el primer momento en que debía ser el camino. Feliz por ello, repugnando por la deriva de las cosas)

      Eliminar