"...Y es que en la noche hay siempre un fuego oculto". Claudio Rodríguez





martes, 7 de junio de 2016

Aquellos estos árboles, 14





"Si es real la luz blanca
de esta lámpara, real
la mano que escribe, ¿son reales
los ojos que miran lo escrito?

De una palabra a la otra
lo que digo se desvanece.
Yo sé que estoy vivo
entre dos paréntesis."

Octavio Paz, Certeza.



De una orilla a otra, somos el río, formado de más aguas. Canalizado y, en ocasiones, para nuestra sorpresa, desbordándose. Nuestra fijación se ha acostumbrado a la dirección de su curso. Pero en esa mirada se extravía el horizonte, del mismo modo que nos abandona cuanto quedó atrás. Recuerda: somos aún aquellos niños observando la vía del tren. Sin retroceder y creyendo que avanzamos. A pesar de nuestra mirada la confluencia ajena nos hace erráticos y ella se muestra más lejana. Olvidamos con frecuencia que, en realidad, no vamos a ninguna parte. Las gotas de las que estamos hechos se han vuelto más líquidas, ¿o se han evaporado?, tras cada impulso imperceptible de la corriente. La dirección temporal, efímera,  oculta el verdadero sentido de la marcha: el que nos permite navegar entre dos riberas. Entre dos márgenes blancos. Donde ni escribíamos antes de ocupar la página ni donde jamás volveremos a emborronar después. Sin embargo, yo sé que estoy ahí...Aquí.





4 comentarios:

  1. Contemplamos el río, las aguas nunca son las mismas siempre fluyen. Como el río de Heráclito, nunca podremos cruzar el río dos veces porque las aguas no son las mismas y nosotros tampoco, con el paso del tiempo todo cambia. Todo fluye, nosotros también. Las orillas son cambiantes, unas veces pobladas de arboledas frondosas y otras arenales que también fluyen. Pero son orillas que limitan.
    Salud
    Francesc Cornadó

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    1. Lo que permanece es la limitación, tú lo has dicho. Pasamos de un margen a otro sin enterarnos casi. A eso lo denominamos vida.

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  2. somos ríos con dos márgenes bifrontes que parecen iguales, pero no son, ¿adónde vamos? al mar de la memoria o del olvido, pero al mar al fin
    estrechos, sinuosos, silbando al correr del tiempo, ciegos pero seguros de ir todos a los dos mares que en todo caso son relativos absolutamente
    un abrazo

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    1. Nos envolvemos en las metáforas para consolarnos. Tampoco me causa ninguna angustia saber que no se va a ninguna parte. Así que procuremos vivir las metáforas y vadearlas con el mayor número posible de goces.

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