Somnoliento aún, la luz se me ofrece tibia. La luz no entiende de hombres ni de deberes ni de cansancios. Desde que se formó -la luz no existió siempre, una vez se hizo desde otros elementos- se abrió un tiempo largo a través del que fue creciendo hasta nosotros. Probablemente hasta más allá de nosotros. No está sola. Debe haber tantos campos oscuros en el universo, sin haber parido todavía aquello por lo que somos. La luz, que los hombres convierten en uno de sus símbolos a su vez, no necesita sacramentarse. Ella está, simplemente, y si la destrucción total de la humanidad llega a producirse por mano propia (de este ente grupal) la luz permanecerá y deparará nuevas sorpresas pobladoras en el planeta. No nos necesita. Sin embargo, cuando la somnolencia se desprende del hombre que despierta bien sabe éste mirar. Y tal mirada, urgente, concisa, generosa, es todo un homenaje a la luz. A la posibilidad de vida. A la vida efectiva. Al transcurso, sea efímero o prolongado. A la ratificación de nuestra medida y finita existencia. Aunque callemos.
(Fotografía de Duane Michals)
Excelente. Es curioso que la mejor forma de medir el tiempo sea con la luz.
ResponderEliminarPara mí lógico. Nos debemos a ella.
EliminarQué ingenioso el comentario anterior.
ResponderEliminarUna fortuna disponer de órgano/vehículo para percibirla y otra fortuna saber comunicarlo.
Lo mismo te digo, derivaciones de un proceso en que la luz se fue haciendo en el universo y llegó a conformar la vida terrestre, hoy tan maltrecha.
EliminarUn homenaje a nuestra existencia.
ResponderEliminarSalut
Deberíamos de honrar más la existencia. La mejor manera: saber estar, comportarnos, cuidar, curar...
EliminarAhí me has dado, Fackel! poseídos marchamos los humanos detrás, delante y por La Luz.
ResponderEliminarAbrazos agradecidos por tan precioso texto.
La luz viene existiendo, la traduzcamos o no a nuestras modestas luces. Desgraciadamente en nuestro mundo destellan las otras luces aparentes y en menor medida aquellas que se vinculan con la auténtica, aunque todas y de cualquier clase se deben a ella.
EliminarSugestivo. Fascinante. La luz, esta incansable, eterna viajera. Forjadora de todas las miradas, madre de la vida entera. La muerte es la orfandad de la luz.
ResponderEliminarLa luz creadora, ojala no respondiéramos a ella convirtiendo nuestras humildes luces en ceguera. En efecto, la muerte es orfandad, pero la luz seguirá generando vidas.
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