"...Y es que en la noche hay siempre un fuego oculto". Claudio Rodríguez





martes, 23 de febrero de 2016

Recordándote, Emilio




Por supuesto, por entonces no ibas con sombrero ni barba. Pero sí ya de clérigo protestón y desacorde con aquella sociedad de élites corruptas. Con ese por entonces quiero decir que yo era casi un chiquilín, un novato de la vida adulta. Que no sé por qué desembuchabas conmigo tus iras en los cafés del Pepillo, en el Grande de Ávila. Tal vez necesitabas un neófito que empezara a tener fe en una vida más amplia que la que ofrecía aquel tiempo, aquel régimen, aquella sociedad provinciana y caciquil, aquellas doctrinas cerradas. Para desahogarte y tener un interlocutor que recogiera el mensaje de tus propios hallazgos. Yo necesitaba escucharte para saber de otra vida que no me contaban. Cuando me empezaba a gustar la historia de eso tan complejo y discutible llamado Arte y te enfadabas por las aberraciones que empezaban a cometerse con las falsas restauraciones de los monumentos. Aquel rosetón de cemento que suplantó al original en San Pedro te irritaba tanto...Lo tendrá algún cacique en su finca de recreo, me decías. Ejemplos tan reducidos  -hoy abundan y agobian los que hablan de la corrupción-  eran para mí un dato a tener en cuenta. De alguna manera me hiciste díscolo. Aportaste tu grano de arena para que yo no me creyera los cuentos que León Felipe denunciaba. Luego, todos nos hicimos mayores, no supe de ti, siempre teniendo pendiente una toma de contacto que no ha podido ser. Ávila sigue ahí, pero nosotros no; todo ha cambiado.  Salud y levedad, Emilio. No como deseo solamente, sino como satisfacción de haberte conocido una vez, un tiempo, una necesidad de hacerse el hombre que más o menos onerosamente va conmigo.



En memoria de Emilio Rodríguez Almeida, que dejó de estar el domingo 21.

 


12 comentarios:

  1. ¡Qué lujo haber crecido con semejante mentor! Aunque él se haya ido, eso no se lo llevará nadie. Descanse en paz. Un abrazo para ambos.

    eRRe

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    1. No fue prolongado en el tiempo aquel contacto pero sí tuvo la intensidad. Para un joven como era yo entonces, todo resulta nuevo y un acicate para ir confirmándose en algo, y consolidando ciertos puntos de vista. C'est la vie, y magnífica, no me quejo.

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    1. ¿Sabes? Me cabe la duda de si homenajeo a aquel hombre a mis recuerdos, de paso a ambos.

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  3. Coincido plenamente con lo expuesto por todas las personas anteriores.

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  4. Uno que ya descansa tranquilo tras una aparentemente larga e ignoro hasta qué punto plena experiencia vital. Seguramente podría considerarse afortunado, también por ser tan bien recordado.

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    1. Llegar a viejo y haber vivido con intensidad y satisfacción es el no va más. Creo que compensa otros problemas, p.e., el deterioro corporal, los accidentes varios del camino...

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  5. Bonitas y significativas palabras de homenaje. Un abrazo!

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    1. Homenaje al hombre abierto: al emisor entonces y al receptor entonces, acaso ambos lo hemos sido hasta le fecha toda la vida. Un abrazo.

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