Hay algo de rostro olvidado en todas las huellas residuales. Donde parece una mancha de herrumbre en realidad es sangre. Donde la madera se quiebra hay arrugas, Donde cada tablón se divide hay carne lacerada. Pero los agujeros, ay. Esas cavidades que taladran el cuerpo íntegro del hombre. Qué habrán sostenido, qué habrán dejado penetrar, qué oquedades al aire abiertas a otros mundos. Cuánta vida ajena que se hizo propia. Cuánto dolor y cuánto goce repartidos de manera desigual. Cuánta huida. .
(Fotografía robada a Pedro Ojeda, pero que me ha impresionado, gracias)
"Cuánto dolor y cuánto goce repartidos de manera desigual", com la vida mateixa.
ResponderEliminarNadie puede, menos debe, alardear de que todo lo resulta dichoso, así como que todo es doloroso. En ambos caso estaríamos reduciendo por defecto o por exceso. Cierto es, no obstante, que hay gente que no levanta cabeza al menos durante algunas etapas. Salut.
EliminarLa conclusión inquietante al respecto es que dicha imagen se encuentre mediatizada por la experiencia y herencia cultural con matices e imaginería tanto religiosos como históricos de cada quien, será por ello que impresiona tanto.
ResponderEliminarLo doloroso es ser depositari@ de contenidos culturales crueles fruto de nuestro simiesco nivel de evolución.
Bueno, vivimos permanentemente con imágenes. A las externas se superponen las de nuestras vivencias más íntimas. Establecemos asociaciones de idea, invocamos metáforas, ya sabes. Buena jornada no laboral.
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