El mundo simbólico es infinito. Al fin y al cabo es la traslación de significados humanos a través de lenguajes no verbales que pueden incidir tanto o más que los verbales. También las palabras son simbología. Me gusta del simbolismo el lado imaginativo y abierto. No me gusta la parte manipuladora: su uso para adscribir las conciencias de los individuos a ideas fijas y cerrar la libertad de pensamiento. Iba yo en el autobús, lugar donde con frecuencia algunos chicos dibujan monos, estampan rúbricas sinuosas, escriben invocaciones (te amo Laura) o lanzan proclamas estúpidas cuando no escatológicas (come mierda) Y, de pronto, en el respaldo del asiento que había delante mía, aquella representación, cual mapa antiguo. ¿Representaba algo? No lo sé. Perímetros amurallados de trazo quebradizo, líneas horizontales paralelas, una vertical perpendicular a las otras. La horizontal más superior se prolongaba a ambos lados de su cruz como si finalizaran en manos oferentes. Al sur de la línea vertical colgaba un misterioso ojo heterotópico. Probablemente fuera solo un dibujo que a su autor solo le sirviera para ratificar un ego pequeñito que sus amigos y él mismo necesitaban reconocer y rendir pleitesía. Acaso únicamente se trató de un acto solitario e intransferible, una proyección de una sexualidad aún imprecisa. ¿Quería decir algo más? Yo, viajero circunstancial y retorcido, quería ver una especie de petroglifo sobre el plástico del respaldo. Quería interpretar una figura erigiéndose sobre el cosmos terrenal. Ni más elevada ni más insignificante, sólo un reflejo del humano indeciso. Una actitud de temblor en medio del ámbito inseguro. Un ojo que nos ofrece la virtud de pre-ver, pero que apenas sabemos utilizar, o de ser permanentemente observados, algo que cada vez acecha más a nuestra supuesta libre intimidad. Pude quedarme con el significado de que se trataba de la conducta gamberra de un joven que mancha un bien público que también ha sido pagado por sus padres, pero preferí soñar. Si el chaval supiera lo que yo pretendo ver aunque, como a él, no no nos lleve a ninguna parte, alucinaría. Miento. A él le sirve para ratificar un ego minúsculo y a mí para hacer esta entrada en el blog.
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El término petroglifo me lleva al lugar donde vi los primeros, allá cerca del polo norte, un mes de Junio del año 2000 cumpliendo mi principal sueño de infancia, después de medio siglo. Quien dijo tiempo?!!
ResponderEliminar¿Tan lejos te fuiste para verlos? Los hay también en la finca del abuelito...
EliminarNunca tuve abuelos. Siempre sola, atada de arriba abajo por la mano que movía la cuna. No extrañen huidas lejanas cuando posible.
EliminarDisculpa, mi expresión "finca del abuelito" es confusa para ustedes los jóvenes. En mis tiempos de la segunda guerra de España llamábamos así al país sometido por el eximio Caudillo cuando este ya era ancianito.
EliminarAhhhhh, es que mi vivir a lo indio y dictador no acceder a mi tippi
Eliminar.
Con la de la cuna ya me sobraba dictadura, que duró hasta el 2009. Mucho peor que la collares.
Gracias por la información.
Suerte la tuya, porque otros tuvimos que pencar con carros y carretas en otro tiempo. Naturalmente, aparte de la dictadura general siempre las hay particulares, eso cada cual sabe.
EliminarYo, en ese dibujo, veo una alegoría del mundo cercado y boca abajo.
ResponderEliminarPerfecto, cierto, me haces ver.
EliminarRecomiento encarecidamente el
ResponderEliminarDiccionario de los Símbolos, de Juan Eduardo Cirlot..
Nos desentraña muchos misterios.
Aquí lo tengo a mano, el de Cirlot y otros. Un tema el del simbolismo con el que mantengo relaciones de cautela y distancia.
EliminarHay días que se me escapan los mundos simbólicos.
ResponderEliminar¿Qué digo?
Casi siempre se me escapan.
Un abrazo
Francesc Cornadó
Yo diría que me atrapa más su representación artística que sus relativos significados.
EliminarLos mundos simbólicos están poblados de actos inconfesables y de bestias corrupias que tienen los pelos como escarpias.
ResponderEliminarSalud
Francesc Cornadó
Algunos de esos mundos simbólicos (o bastantes) tiranizan a las sociedades humanas para justificar la existencia de sus castas que viven del cuento más reaccionario.
EliminarEnumerando los seres simbólicos podemos llenar un diccionario. Cirlot lo sabía. Ya se lo diré a Miquel.
ResponderEliminarUn abrazo
Francesc Cornadó
También Jean Chevalier, Hans Biedermann, la Gauding, creo que Bonnefoy, bueno hay un montón, aunque todos rastrean sobre lo mismo. Salud.
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