Me acercaba a un corro de gente que parecía prestar atención a alguien. Me abrían paso, unos de buen grado, otros resistiéndose, y cuando llegaba a la primera fila no había nadie en medio. Sorprendido preguntaba a aquellas personas qué miraban y a quién escuchaban. Entonces todos se giraban hacia mí pendientes de que les hablara, pero aquellos rostros expectantes y las sonrisas de felicidad esbozadas me producían repulsión. Intentaba salir del círculo, tanta presión sobre mí era insoportable. Los nervios me hacían clamar en voz alta: esto es una trampa. Entonces unos y otros se ponían a discutir acaloradamente entre sí y yo aprovechaba para huir del cerco.
(Fotograma de un film de Shirin Neshat)
una pesadilla, tan real.
ResponderEliminarCircunstancias próximas acaso, incluso ordinarias.
EliminarAyyyyy cuanta penuria. Aunque sea huyendo, o porque no exista otro camino, no nos queda mas remedio que romper el cerco....ya te digo, que lo que cuentas resulta demasiado familiar.
ResponderEliminarRecuerdas la famosa frase de Don F. Fernan Gómez?
¿Una análoga a la del cantor aragonés? Muy sabia y un desahogo profundo, aunque también sea producto del hastío y la impotencia.
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