Aquel gato callejero y yo nos asustamos mutuamente. Ni él andaba por los tejados ni yo transitaba el asfalto. Era como si ambos nos hubiéramos pillado fuera de ubicación y estuviéramos a punto de caer en reproches. Fui comprensivo y él de buena aceptación. Durante un tiempo el gato negro me dejaría deambular por su territorio y yo a cambio le prestaría el sofá para que dormitara ante el televisor. Al fin y al cabo, puesto uno a vivir oscuridades prefiere contemplar la luna más que reconcomerse con esta sensación de no salir del subsuelo cotidiano.
(Chapa de latón de Adolphe Léon Willete)
y dos no se pelean si uno no quiere...
ResponderEliminarY ambos pueden entenderse si se tiene voluntad...pero ya sabes cómo anda el patio.
EliminarEs curioso, pero yo, que digo que no soy supersticioso, siento siempre un no sé qué cuando me cruzo con un gato negro.
ResponderEliminarEn mi infancia había una administración de Lotería que se llamaba El Gato Negro. Sería para dar buena suerte, ¿no? Por el contrario, recuerdo que en aquellas novelas de Marcial Lafuente Estefanía que leíamos en el estío siempre aparecía un gato negro al encuentro de los protagonistas; resultado: la balacera, que decían los forajidos y los de la Ley.
EliminarMe encantan los gatos de cualquier color. Lo cierto es que a mí los gatos negros callejeros que se me cruzan por azar no me dan mala suerte. Me avisan de peligros, así que son enteramente benefactores.
ResponderEliminarPara mí los gatos son seres mágicos, llenos de sabiduría.
En tu relato consigues domesticar al gato sombrío. Lo conviertes en gato mimoso frente al televisor...
Un abrazo de febrero
Al vuelta de mi casa de infancia había una mercería que se rotulaba como El gato negro. También una administración de loterias. De la primera ni idea por qué el título, de la lotería ya se sabe del tópico de la buena suerte. Pero en las novelas del Oeste de Marcial Lafuente Estefanía que yo leía de púber aparecía un gato negro que se atravesaba en el camino de un villano y predecía su ejecución sumaria en un tiroteo. Qué bueno. Por cierto Marcial Lafuente era un escritor español cuyas novelitas del Oeste tuvieron mucho predicamento. Lo curioso es que necesitaría escribirlas para vivir, pues antes había sido general republicano y creo que pasó por la cárcel al terminal la guerra. Qué vidas más sorprendentes.
EliminarPor mi parte me gustan más los gatos estéticamente que en cuestión de trato, nunca los he comprendido.
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