Al abrir el trastero de la casona, que es una antigua escalera condenada, los cachivaches amontonados desordenadamente despliegan una nube de polvo y se transforman en sombras agitadas. Doy un portazo cuando desde el fondo superior descienden precipitadamente hacia mí unas voces estruendosas. El espanto me lleva a arrojar la llave al pozo de la huerta. Me despierto febril justo en el instante en que las sombras y las voces han escalado desde la obscuridad húmeda y siniestra, y están a punto de desbordar el brocal.
(Fotografía de Morley Baer)
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