¿Cómo te lo diría?, me dice la gata de la vecina. No me ha gustado cómo me has sacado el otro día en ese blog tan apocalíptico en el que escribes. Excesivamente circunspecta, incluso aturdida. Claro que tampoco me extraña demasiado, me dice. No hacías más que golpear el cristal para atraer mi atención. Bien sé que lo que te pedía el cuerpo era pegarme un grito o asustarme agitando las manos. Lo llevas en la sangre desde niño. Traías a mal traer a los de mi especie. ¿Que cómo lo sé? Se te nota en la sonrisa mefistofélica que pones cuando me llamas. Si te portaste moderadamente es porque me perseguías con tu cámara y querías tenerme ahí, posando. Pero ya ves, te fastidias, no soy demasiado expresiva. Luego decís los humanos que somos curiosos, pero tú no dejaste de hacer piruetas para que yo me contorneara y así buscarme mis lados oscuros. Pues no se te logró. ¿Crees que yo soy como tus pensamientos?, me reprende la gata. Escribes renegón, insatisfecho, riñendo siempre a todo el mundo. ¿Te parece saludable? Ah, claro, es tu estilo, me podrías decir. Si no te quejas, revientas. Si no buscas las aristas te parece que el paisaje no es real. Si no dices las cosas de modo críptico crees que no ahondas. Me voy a tumbar a la bartola, me agotas.
Tras esta reprimenda, cualquiera le dice nada a la gata de mi vecina.
Los felinos escuchan otros lenguajes, Besos.
ResponderEliminarY tanto, pero como ponen cara de póker nos despistan.
Eliminarjeje se ve que te ha sabido leer!
ResponderEliminarUn abrazo
Lectora avezada esa gata, sí.
Eliminaral final tu vecina te cobrará royalties.
ResponderEliminarEspero que no se entere.
EliminarTen cuidado, que mira tu más allá :) ¡qué linda su mirada!. Ingeniosa.
ResponderEliminarLo tendré, aunque por la manera casi bizca conque me mira la tengo despistada sobre mis más allá.
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