Me cuentan de un hombre que se diluyó dentro de una mujer. Y que desapareció del mundo para siempre. Pero como la mujer no sólo le quería para él, sino que deseaba también que el mundo supiera del sentido de la vida que latía en aquel hombre, lo engendró nuevamente en su útero. Desde la propia sustancia del hombre lo parió con otro rostro y lo dotó de otra voz, para que nadie lo reclamase, pero dejando intacta la misma pasión que había tenido en la anterior existencia.
(Fotografía de René Groebli)
(Fotografía de René Groebli)
¡Bello!
ResponderEliminarGracias, eres bondadosa, Sandra.
EliminarAlgo natural si se comparte la misma sustancia. Quien será quien ?
ResponderEliminarPero la luz exterior no lo sabe interpretar, solo las tinieblas de la sima.
El diluirse es eso: quién, qué y cómo es quién, qué y cómo.
Eliminar¡Curioso!
ResponderEliminarhttps://youtu.be/KUHwbaV7id4
Me lo veo, ya daré mi opinión. Siempre agradezco enlaces jugosos.
EliminarAristotélico ¡¡¡
ResponderEliminarDel Acto ....la Potencia
De la sustancia...el hombre
ya te digo...no es asomobroso...estaba escrito....Aristotélico.
Salut
Aunque con mi viejo lastre del cristianismo que mamó también del aristotelismo no se me hubiera ocurrido que alguien lo leyera por ese lado, yo estoy más atrás, poco a poco retorno a le edad de la piedra. Salut.
EliminarPasión engendrada.
ResponderEliminarSí, la pasión es un cuerpo que hay que engendrar a veces de nuevo, aunque, como en los volcanes, se agazape y permanezca dormida durante tiempo.
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