Atentos todos a los descubrimientos, es la propiedad que se nos reserva para obtener cierta satisfacción. Cuánto de tinieblas y cuánto de luz nos han enseñado en esta vida es algo que debe medir y también valorar cada cual. Lo malo del asunto sería no distinguir entre la carencia o la abundancia, sea cual sea el grado de ambas. O tomar una por otra. Y, sin embargo, todo eso se ha dado. De tal modo que a muchos no les importa no distinguir o no alimentarse, más allá de la tendencia perentoria del animal que somos. Como les da igual andar cegatos en lugar de ver con retina larga. Dichoso avanzar en la edad con ganas de descubrir. ¿Por qué aquella relativa y abstraída atención de escolares se vuelve cuando somos adultos mucho más deseable y urgente? No, no se trata sólo de aquello de cosas veredes, pues las cosas se muestran por inercia de las mismas y del individuo. El problema sigue siendo de atención: cómo interpretar lo que vemos. Se nos sigue ofreciendo el portento del descubrimiento.
(Fotografía de Tomislav Peternek)
Y el día que dejemos de descubrir y de sorprendernos, ese día, habremos tirado la toalla.
ResponderEliminarSalut
Es decir, la piel definitivamente.
EliminarPuer aeternus.
ResponderEliminarSi no nos hacemos como niños...No tendremos la referencia para valorar los continuos presentes que se suceden en nuestras vidas. Acaso.
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