"...Y es que en la noche hay siempre un fuego oculto". Claudio Rodríguez





sábado, 17 de enero de 2015

Post scriptum: visceralidad


















¿Por qué tu discípula Metea, a la que teníamos todos por sagaz y prudente, tuvo que decir esta tarde aquello? Al principio habló bien. Dijo: qué poco sabemos de las manifestaciones de la naturaleza. Y todos afirmamos. Parecía ser el principio de un debate interesante y crítico. Dijo: nos pasamos los días ocupados en quehaceres cómodos, creemos que nuestras reflexiones son trascendentes y profundas, nos tenemos por creadores de belleza al convertirnos todos en aedos y al tañer los instrumentos que perfeccionamos. Pero a veces hablamos de una manera circular, sólo para nosotros, que nos atrapa y nos aburre. Nadie podía replicar que fuera descaminada, aunque estas opiniones, impulsadas por su juventud, resultaran a algunos excesivamente radicales. Pero cuando parecía que iba a parar ahí algo se rompió con creciente visceralidad en la joven. Así remató su discurso: no somos el ombligo de esta región del mundo, ni los dioses nos han destinado a ser sus intérpretes. Pero mientras nos sumergimos en devaneos, una desarraigada cualquiera, que ha sido sacudida por el destino en costa lejana, se presenta ante nosotros, huele la tierra como nadie, dice saber de qué está compuesta su materia física y cómo se comporta el subsuelo, y encima nos disputa a uno de nuestros hombres más reconocidos y apreciados. Esta perorata dejó caer con énfasis. Las miradas bailaron entonces entre los congregados, buscando el destinatario de aquella expresión tan cruel. 

Te lo avisé, Safo, maestra. No todos saben ser bondadosos con los advenedizos. No sabría decir qué había de envidia o de celos en las palabras de Metea. Solo a ti te puedo confirmar que al terminar la horrenda prédica clavó sus ojos en los míos con furor.     



(Cuadro de Edward Burne-Jones)


4 comentarios:

  1. Pues no veo el motivo de la mirada furiosa. Paréceme que Metea habla con sentido e incluso con sensibilidad.

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    1. Él vio la mirada e intuyó la intención. Lo cual no está reñido con la sensibilidad de la joven.

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