Subía por una rampa que acababa convergiendo con un techo de roca. Según avanzaba hacia el vértice me empequeñecía más y más. A los lados una tierra oscura y en ella la impronta de pisadas antiguas. Sobrecogimiento por hallarme en un templo cuya construcción me era regalada. Me quedaba en cuclillas, atónito.
L’Affascino di Manuela Maddamma
Hace 25 minutos
Todo un privilegio llegar a tiempo para percatarse de ello y poderlo compartir. Moltes gràcies.
ResponderEliminarO cuando reclama el útero de la tierra, miss.
EliminarViajero privilegiado, qué libros de viajes más maravillosos. Larga vida de esta a nuestro Gulliver metafísico, presiente mi alegría. Para mí, ateo, esto es pura religiosidad o misticismo del de verdad. En cuclillas contigo por reverberación y presentimiento...
ResponderEliminarNo nos nombremos, para tocar lo profundo debemos desproveernos de las palabras. Las sensaciones no saben de ideología. Aunque las fantasías que nos susciten pretendamos llevarlas a nuestras peculiares casuísticas. Empecé a quitarme la basura cuando percibí la naturaleza en su esplendor. Me arranqué la costra cuando supe ver que la fuerza natural era mucho más efectiva y evidente. Y cierta dosis de animismo tuvo su encanto.
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