Apenas soy sino un apéndice minúsculo.
Me creo una formación, pero me diluyo entre los tiempos. Yo no escribiría si aún fuera de aquella era anterior. Ni sentiría con las palabras, ni buscaría con la curiosidad, ni construiría castillos inconsistentes con los pensamientos y las ideas. Sería simplemente arena arrastrada de un territorio a otro. Pero ¿acaso no lo soy ahora también? Barro modelado, esbozo pergeñado, trazo caprichoso del azar. Las apariencias y los disfraces de lo minúsculo deslumbran los ojos de la especie que hoy ocupa con presunción la Tierra. Todos sus pobladores se creen el edificio total. Me veo y no me veo, haciéndome. Si el rumor de allí abajo me inquieta, si la humedad que cala mi piel me debilita, si una cierta convulsión me traslada, ¿no habita bajo la fronda algo de mí? ¿No soy acaso también el subsuelo y sus memorias perdidas?
Cada sensación placentera o dolorosa de mi cuerpo habla.
Su lenguaje, ¿es la manera de vincularme al instante sin tiempo en que fui solamente brizna o nieve? Todo lo que nos parece ordenado se descabala. Cuanto se muestra enderezado se retuerce. La mirada que cree abarcar el universo no pasa de palpar un espacio menor. La consistencia se vuelve fragilidad. La posesión conlleva la pérdida.
Mis preguntas no pueden hacerse allí abajo. No siento necesidad.
(Dibujo de Inés González)
-¿Has visto ese diminuto chispazo, allá, al fondo de aquella diminuta galaxia?
ResponderEliminar-Sí. ¿Qué ha sido eso?
-La peripecia de una especie llamada humana.
Un punto contradictorio de ignición que no cesa...
EliminarSalud.