Las dos palabras me produjeron una cadena de preguntas. ¿Tendrán que ver algo aquellas banderas con las de ahora? ¿Serán las mismas? ¿Serán las nuestras? ¿Serán las de otros? ¿Serán las de mis hermanos? ¿No serán contra mis hermanos? ¿No serán objeto de persecución de nuevo de otros miembros de la tribu? ¿Serán confluencia? ¿Serán divergencia? ¿Serán las de la mayoría? ¿Serán las tolerantes? ¿Serán las que tienen sentido? ¿Serán las que tienen futuro? ¿Liberarán o esclavizarán? ¿No serán, ni esas ni ninguna? ¿Todos se sienten representados en ellas? ¿Cuánta verdad y cuánta fantasía se despliegan con las banderas? ¿Quiénes se aprovechan del flamear de las banderas? ¿Harán ondear otros banderas diferentes para imponer las suyas? ¿Serán las de los muertos o serán las de los vivos? Cuando las palabras son símbolos. Como las banderas. Las palabras se despliegan y se consagran. Miedo a todavía más sacralización de los símbolos. ¿Cuántas tropelías volverán a cometerse en nombre de lo sagrado? ¿Acaso lo sagrado no es lo espurio? Una vez hice esta fotografía en el Fossar de les Moreres. Un lugar que lo recreas como vaguada en su momento histórico y te dan escalofríos cuando imaginas el uso de muerte que le dieron. También en mi ciudad existe la subida a un páramo y las tapias de un cementerio donde al pasar me sigue dando indignación y escalofrío. Allí yacen la sombras de los anónimos asesinados. Allí se impusieron banderas nefastas que algunos dijeron que eran las suyas pero no eran de nadie. Banderas de muerte. Disculpas. Soy muy imaginativo por lo que se ve, para la vera de Santa Maria del Mar y para los Torozos. El día que hice las fotos en el Fosar las banderas humanas que pasaban eran diferentes. Oh, qué error. Ni siquiera eran banderas. Carne y hueso. Incertidumbre y tránsito. Lucha por la vida y humildad. Necesidad de convivencia y de encuentro placentero. Aquellos jóvenes de ahora mismo. ¿Qué les deparará a las generaciones venideras? Nuestros individuos. Nuestros ciudadanos. Nuestro futuro. Nuestro amor. Siempre ellos.
Espero que esta meta reflexión no hiera susceptibilidades de nadie. Solo es eso, una meta reflexión, ni siquiera estrictamente política.
Creo que las banderas y el egoísmo van de la mano en demasiadas ocasiones, ¿que hay de bueno en ensalzar el individualismo, la particularidad? ¿acaso no somos todos personas con sentimientos y deseos parecidos, y que en colectividad sacamos lo mejor que llevamos dentro? A mi modo de ver aislarnos, aferrándonos o no a una bandera, es el principio del fin.
ResponderEliminarUn abrazo.
La individualidad y la particularidad adjunta es positiva. Lo complejo es armonizarlo con los intereses de la colectividad. No pongo en duda que todos seamos de sentimientos, pero dudo de la buena voluntad de muchos para ejercitar sus buenos sentimientos. Hay banderas que enganchan más que las tradicionales, por ejemplo el afán desmedido de una socieda de consumo depredadora. En fin.
EliminarDecía "El Roto" en una de sus magníficas viñetas: "Todas las banderas significan lo mismo: ¡peligro!" En todo caso, son las madres las que, con indeseada frecuencia, suelen cubrirse con la bandera negra del luto. En la alegría, ¿qué sonrisa necesita una bandera?
ResponderEliminarSalud! (y disculpa mi simpleza)
Cierto, las banderas y banderías cubren a las madres y a los padres de luto.
EliminarSeamos simples, lo elemental es sabio.
ResponderEliminar"Todas las banderas son carnívoras" El Roto
Me quedo con tu final: "Nuestros individuos. Nuestros ciudadanos. Nuestro futuro. Nuestro amor. Siempre ellos."
Interesantes reflexiones. Saludos.
Sí, al final es la carne y hueso lo que me conmueve. Agradezco tu comment, Agustina. Salud siempre.
EliminarLas banderas son peligrosas, significan separación y odio al otro. Peligroso es el fanatismo cuando se dispone a consignar en una lista los que están bajo una bandera o baja otra, y dice quienes son los buenos y quienes los malos.
ResponderEliminarLos que me conocéis ya sabéis que no comulgo con ningún patriotismo, pero aquí, donde se enarbolan banderas de independencia he tenido que soportar la incomprensión de un poder central que machaca nuestra identidad, y aun así no levantaré ninguna bandera, porque quiero concordia y unión y esto lo tengo aquí y allá.
Salud
Francesc Cornadó
Por supuesto, es el fanatismo, la visceralidad del yo porto la verdad o nosotros somos los mejores, con banderas-trapo o sin banderas-trapo, lo que oscurece las relaciones tribales. Yo, que habito la región de la Castilla profunda donde no se entiende todo y muchas veces no se entienden nada, pues el clientelismo y el caciquismo han hecho honda mella en las relaciones humanas entiendo como tú que el Estado, o mejor dicho el Estado del PP, de la derecha negra y retrógrada, no se ha interesado nunca por las comunidades. No solo por la vuestra, escasamente por la que yo habito. Así nos va.
EliminarSalud y concordia, Francesc.
Será que en mi casa se hablan varios idiomas y nadie se preocupa de esas cosas.
ResponderEliminarEl otro día, una amiga aranesa, me comentaba que ellos también querían, su propia identidad, su propia lengua, su independencia y Cataluña no se la quiere dar.
¿ Todos las quieren?, le pregunté y ella me contestó, unos sí y otros no.
Igual que en Cataluña, pienso yo.
Yo intento independizarme de la Botella y del González y tampoco me dejan.
Un abrazo
Aquí cabalga de nuevo, eso está bien. Hombre, creo que hablar varias lenguas en un ámbito es representativo de mentalidades con sus matices, diferentes y respetuosas. Jaj, alza la bandera de la Cordura: frente a los insensatos que nombran, y sus jefes, acaso algo se pueda hacer. Pero la bandera cordura no es una tela, es algo que va en la mente y se traslada con el corazón (qué bonito me ha salido)
EliminarUn abrazo.
Sí, te ha salido precioso el final :)
ResponderEliminarUn abrazo