Siempre he dudado de la salud mental y moral de los santos y más de la casta que proyectaba como ejemplo el auto castigo de otros hombres, a los que encumbraban más adelante, por necesidades del guión, a ese rol de la santidad. Que luego se divulgaba entre su sociedad controlada pregonándolo como muestra de virtud. ¿Acaso es la auto flagelación un ejercicio virtuoso? Tiempos estos nuestros para meditar y reaccionar. Porque, cuidado, no caigamos en la trampa. Ojo si otros estamentos, algunos en la más ominosa obscuridad, pretenden que cojamos el látigo para hacer saltar la sangre de nuestro propio cuerpo, como si no tuvieran bastante con nuestro sudor y nuestros hipos de angustia. Parodiando a cierto sabio: que se flagelen ellos hasta su propio desmenuzamiento si quieren. Pero que no cuenten con nosotros para que cunda la enfermedad que ellos transmiten.
(Fotografía tomada en el Museo Nacional de Escultura de Valladolid)
Pues yo creo que, por fortuna, cada día crece el número de personas que tiene muy clarito que lo de la autoflagelación... ni en sueños. Que es a otros a quienes les corresponde el castigo.
ResponderEliminarUn abrazo, Antorcha.
¿Será que tiene que cambiar de mano la ejecución del castigo, Freia? Pero es la sociedad quien debe decidir. La corrupción, como uno de los signos afilados de la explotación, rebosa el vaso.
ResponderEliminarSalud y renacer.
Me encanta esa reflexión.
ResponderEliminarHay mucho que meditar porque efectivamente, "el negro mundo" que nos rodea lo respiramos, ¿cómo no?
Pero creo que es importante constatar que lo de dentro y lo de fuera, no están aparte, están unidos.
¿son los castigos de la Sociedad- ente abstracto al que parece que no pertenecemos-, reflejo de nuestra pequeña e íntima insatisfacción, autoflagelación?
Es cierto todo se contagia, el peor virus es el del desencanto.
También se contagian, la risa, la música, los soles, las lunas y las mentes despejadas, generosas y "amorosas" de las libélulas.
Naturalmente, lo interior y lo exterior se retroalimentan, se nutren continuamente.
ResponderEliminarEl desencanto lleva a delegar, a bajar la guardia, a hacer dejación de derechos y compromisos, y en definitiva a la rendición. Un proceso en el que somos más autómatas y productores que nunca. Y menos individuos libres y esenciales. Si llegamos a ello, el Homo Sapiens se habrá quedado en hombre de consumo y su inteligencia sumamente dañada.
¿Será necesario retomar todo lo que creíamos que se nos había dado por añadidura? Nadie nos regaló nada. El esfuerzo de los hombres y mujeres del pasado no puede ser relegado ni olvidado. Sería el caos.
Gracias, Anónimo, por poner el dedo en la herida abierta.