La vida se la pasa uno buscando lo que no se encuentra. Unas veces sobre un objetivo abstracto. Otras sobre uno concreto que no se plasma jamás (algunos pensarán que sí o que al menos a medias; no estoy seguro) Pero el tiempo pasa. ¿Transcurre como si no lo pareciera? La gente mayor dirá que lo advierte a su edad más que a ninguna otra. No es una cuestión meramente formal, de que los ciclos de las horas y de los días se suceden. Es el significado de que se dotan los hombres para materializar su existencia. Los individuos se generan a sí mismo expectativas. También estas varían según la circunstancia histórica que toque vivir. Las expectativas que unos puedan crearse en intensidad y duración suelen diferenciarse respecto a las de otros. Pero quien más o quien menos trata de avanzar hacia y a través de un objetivo (¿ilusionador pero acaso iluso?), aunque al final el avance sea una mera resistencia, un dejarse llevar, un incorporarse a la rutina y en bastantes casos a la claudicación.
En la fascinante novela El desierto de los tártaros, del autor italiano Dino Buzzati, los afanes del oficial Giovanni Drogo por prosperar en su carrera militar le llevan a una lejana fortaleza. Allá en los limites con territorio enemigo al que no se conoce. Un espacio que nunca se ha manifestado con hostilidades pero que, en el concepto del gobierno y de la milicia, puede suponer riesgo, como todas las fronteras. Detrás de aquellas montañas se inicia el desierto que hay que vigilar (misión histórica hasta ahora imposible, los GPS han replanteado el asunto) Ese destino que le ilusiona tanto al principio se revela como nada estimulante. En aquel limes del reino no sucede nada; la fortaleza es un ente más burocrático que guerrero donde no hay nada nuevo. El teniente Drogo, en plena juventud, no se encuentra a gusto en aquel ordenamiento monótono y sin alicientes. Sí, solo parece haber uno, difuso y eterno: que en algún momento llegue el enemigo y la guarnición pueda realizar su meta de luchar contra los bárbaros. En la fortaleza se vive de las órdenes repetidas, se convive en el compañerismo como única aportación harto rutinaria, aunque hay muchos que desean irse y se van. Pero otros se ven atrapados por la misteriosa atracción del objetivo de defensa del lugar. ¿Atracción o inercia? Tal vez esa sea la metáfora fundamental de la novela. Uno va viviendo, obteniendo más o menos pequeñas cosas de la vida, y sigue viviendo con objetivos iniciales que no se plasman pero que siguen atrapando o se alimentan por si definitivamente se consiguen. La idea, cada vez más difusa, sirve de resistencia, de aguante, de resignación.
Pero en la fortaleza, no obstante no tener lugar lo fundamental que justificaría la existencia de la guarnición y su vigilia constante, pasan cosas. Al teniente Giovanni Drogo le engancha el lugar y la misión a la par que se despega del resto del mundo. ¿Es este despegue, o el no prospectar otras posibilidades de vida, lo que lleva a aquella permanencia obsesiva del oficial que solo parece disponer de ilusiones estando allí? Esperando allí, mientras envejece antes de tiempo. El tiempo imparable y decisorio:
“…Entre tanto el tiempo corría su latido silencioso mide cada vez más precipitado la vida, no podemos parar ni un instante, ni siquiera para una ojeada hacia atrás. <¡Párate! ¡Párate!>, quisiéramos gritar, pero comprendemos que es inútil. Todo huye, los hombres, las estaciones, las nubes; y de nada sirve agarrarse a las piedras, resistir en lo alto de un escollo; os dedos cansados se abren, los brazos se aflojan inertes, nos arrastra de nuevo el río, que parece lento pero que jamás se para”, reflexiona el narrador Dino Buzzati en un momento dado.
La aparente linealidad del relato va dejando medidamente cabos de reflexión sueltos y profundamente concluyentes. Tantos como para que a mí mismo -supongo que les pase a otros lectores por el estilo- se me ocurra hacer este tipo de disquisiciones. La novela, aparecida en 1940 en plena guerra y mandato de Mussolini, es una reflexión literaria de alta calidad sobre la manera de conducirse el individuo en su fuero interno, más allá de las apariencias y muestras que ven los demás. El origen abandonado y prácticamene olvidado, la desestimación de otras perspectivas vitales, la asunción de la costumbre fatídica y la dejación de la esencia indagadora del individuo, la resignación, el vencimiento. Pero un mensaje: siempre permaneciendo expectantes de alguna manera, incluso a veces estúpida e incautamente, ante lo que no parece llegar jamás, salvo el tránsito en sí mismo y las huellas del rostro de la vejez.
¿Existencialismo filosófico en El desierto de los tártaros? En parte. Pero una frase del narrador pone un matiz de esperanza (para mí el existencialismo es esperanza): "...Y aunque éstas fueran sus palabras, la voz del corazón era muy distinta: absurdo,, refractario a los años, se conservaba en él, desde la época de la juventud, aquel hondo presentimiento de cosas fatales, una oscura certidumbre de que lo bueno de la vida aún tenía que empezar". ¿Consolación o sentimiento tal cual? Que cada lector de la novela se responda. Porque leer no es tanto intentar saber lo que dice el autor como libar el néctar que nos explique a nosotros mismos.
(Dino Buzzati)
Libro de cabecera, Fackel.¡Qué diferentes son las perspectivas cuando hay que enfrentarse al vacío! Para un occidental el desierto es la ausencia; para un beduino, el lugar donde todo se hace evidente. Para unos, ahondar en la existencia es perderse en un pozo sin fondo: vértigo. Para otros, es estar cada vez más cerca de alguna verdad o de una evidencia.
ResponderEliminarEl desierto no es la trampa; lo es la fortaleza.
La única manera en que se me ocurre leer el existencialismo en clave de esperanza es si a partir de él recuperamos una elementalidad fundamental en este mundo absurdo.
ResponderEliminarEstoy de acuerdo con Enric, la trampa no es el desierto es la fortaleza. Esperar que algo suceda mientras se pasa la vida, al enemigo en este caso, aguardar el futuro cuando de pronto ya ha pasado. un lugar como la fortaleza llega a ser confortable por lo cotidiano: estos militares deshabitados van llenando los días entre camaradería y posibles heroicidades. Qué mejor para unir a un grupo y mantenerlo alerta que un mismo enemigo aunque este sea un fantasma. Se trata de persistir.
ResponderEliminarDrogo hace de la espera su vida dándose cuenta finalmente de que esta se ha pasado.
Ah! magníficas descripciones del paisaje y esos ensimismamientos del narrador…
Me recordó bastante a ‘El mar de las sirtes’ (gran novela también)
Un saludo
Irene
Así es, Enric. La fortaleza -la vida rutinaria, la fe en una seguridad dudosa, el encerramiento en costumbres y renuncias- es la trampa. Del desierto puede llegar lo que nos cambie y no queremos verlo.
ResponderEliminarUn abrazo.
Ramón. Tal vez tengas razón. La esperanza es algo elemental, instintivo, si la naturaleza de las cosas van por buen camino. Ya sé que parece contradictorio lo que digo con el existencialismo en sí -harto desconfiado con las ideologías ad hoc- pero es un estado y no solo una manera de enfocar la vida que no logro desproveerme de él. Acaso un refugio. Lo absurdo tal vez resida en que somos devorados por nuestra obra. Fausto vendió su alma hace mucho, ya ves.
ResponderEliminarVaya, Irene, parece que también has leído la novela. Tus apreciaciones las comparto. Me parece certera tu frase: "Drogo hace de la espera su vida dándose cuenta finalmente de que esta se ha pasado."
ResponderEliminarPero me ha impactado esa frase casi del final del libro de Dino Buzzati: "...una oscura certidumbre de que lo bueno de la vida aún tenía que empezar" y que reflejo en mi post. Caminamos en círculos dentro de la fortaleza creando ilusiones de que aún podremos intentar de nuevo la vida, nunca acabamos de resignarnos. Instinto de supervivencia, resquicio abierto a significados nuevos que nos abran y nos recompongan, absurdo destino en que no renunciamos del todo...hasta que llega el fin.
Ha merecido la pena leer esa fatídica metáfora. Gracias por tu comentario.
ResponderEliminar“pero todo se estancaba en una pereza misteriosa…
Todo allí dentro era una renuncia”
“El desierto de los tártaros” Dino Buzzati
Un cordial saludo
Gracias por la cita, Olvido. Me sorprendo por la de gente que habéis leído el libro, qué bien.
ResponderEliminarDentro de la fortaleza se renuncia; pero algo hay dentro de los seres que les invita a no renunciar del todo a lo que nos saque de ella. La invasión llega desde el desierto constantemente: hay que abrirse a ella. No son los bárbaros quienes se aproximan. Yo siempre he pensado que los bárbaros están siempre dentro de casa, dentro de nosotros, en esa renuncia, en la paralización, en el encastillamiento de ideas y conductas. Juego doble, según su uso y enfoque, del término renuncia.
El valor de la literatura reside en su extracción conceptual, en esa matización con escasas palabras o líneas de la vida en sus complejas manifestaciones. Ese valor lo he vivido en la sabiduría narrativa de Dino Buzzati.
Siempre nos topamos con nuestros desiertos, especialmente cuando más calor y sed tenemos...interesante lectura. Si tuviera más tiempo...
ResponderEliminarUna narración de calidad, Francesca, que te recomiendo. La traducción de Esther Benítez parece ser muy buena, con la maestría que esta mujer tenía habitualmente. ¿Si tuvieras más tiempo...?
ResponderEliminarUn libro buenísimo,lo leí hace mucho tiempo pero todavía hoy cuando oígo el mónoto ruido de una gota cayendo interminablemente pienso en Giovanni Drogo
ResponderEliminarInevitable goteo, inevitable recuerdo. También a mí me ha sorprendido gratamente. Ahora lo típico de estas situaciones en cuanto un libro te gusta: ¿deberé leer otro de este autor? Me gusta saborear el poso de lo que acabo de leer, así que esperaré. Bienvenida, Ana, se agradecen tus comentarios.
EliminarLa verdad es que solo he leído ese libro de él.Estuve buscando "Sesenta relatos" pero no lo encontré.En cuanto a lo que me preguntabas sobre la película de la Balada de Narayama,como no me deja poner el comentario en su sitio,te respondo aquí:hace más de 10 años.Como ves,ya ha llovido..
ResponderEliminarAna. En la editorial Gadir hay algunas cosas de Buzzati.
Eliminarhttp://www.gadireditorial.com/autores/a002.htm
(Solo con ánimo informativo, que no de relación empresarial con la editora, jaj)
Creo que también hay uno de cuentos. Gracias.
Ya ves, amigo Fackel, cuando todos creemos tener un desierto existencial y particular por explorar y conquistar; resulta que es el colectivo mundano que forman toda una serie de personas luchando por una causa común -el reivindicar una obra de cualquier tipo, una novela en este caso- quienes aportan la fuerza suficiente para construir un oasis donde abrevarse de buenas letras y hacerse fuertes en él...
ResponderEliminarAporto mi granito de arena para recomendar la novela. Aplaudo esa sentencia de 'El desierto no es la trampa; lo es la fortaleza' de uno de tus comentaristas, y me llevo también ese ruido intermitente e interminable de una gota cayendo por un canalón de la fortaleza.
*Deberías prodigarte más en la reseña literaria. Saludos.-
Gracias por pasarte. Es bueno, saludable diría, aportar comentarios y recomendar lecturas en estos tiempos de pseudoimágenes (tv por ejemplo, y sus amarillismos)
EliminarNo soy hábil para reseñas literarias, leer y disfrutar el libro es una cosa, pero valorarlo es otra. O acaso cierta vagancia.
Saludos.