"...Y es que en la noche hay siempre un fuego oculto". Claudio Rodríguez





jueves, 12 de mayo de 2011

Malena S. / 27


Hace dos días que no me llama Malena. Sé por un amigo común que ha vuelto de Dresde, pero no da señales de vida. No es la primera crisis que tenemos; difícil saber ahora mismo si no habrá sido la última. No hago más que pensar en el culto que Malena rinde a su escritor del cementerio judío nuevo. No hago más que sospechar si no será esa influencia la que le coloca en una posición tan intransigente. ¿O resulta que es una mujer clarividente, pero lo que le traicionan son sus formas agrias? No dudo que lleva razón en muchas cosas que dice. Yo se la reconozco. He aprendido durante este tiempo de ella. No sólo de sus informaciones y de sus pensamientos, sino de su manera de ser y de comportarse. Admito que hasta el arte me gusta más y, aunque mi literatura preferida no sea la que le gusta a ella, me ha estimulado en la lectura. Su amante literario muerto, que vive tanto en ella, es para mí un personaje enrevesado. Todo lo que escribe lo es. Entrar en la lectura de ese autor es conducirte por estancias que llevan a otras y estas a otras, sin saber muy bien si las puertas se cierran a tu espalda y vas a poder escapar. En realidad, todo se sintetiza en: no eres tú el que te desplazas, sino el autor el que te mete en los laberintos. A Malena le gusta por eso, porque ese mundo es como el que ella lleva dentro de sí. Y se propone siempre la fantasía y la improvisación como huída. Pero las huidas de ese autor y las de Malena son de la misma madera: huidas hacia delante, nunca son salidas, jamás brilla una luz definitiva. Cuando Malena se dirige a mí, ¿es ella simplemente o se trata de la literatura del hombre judío que se encarna en ella? El hombre que crea su mundo literario para huir de un mundo personal opresor, maniqueo y que causa culpabilidad hasta límites insufribles, se propone como alternativa liberarse en el laberinto. Es curioso lo que he aprendido de tanto hablar con Malena. El autor de Malena Stepanova crea unos laberintos para combatir los anteriores. ¿Y que hace al final? ¿Se siente más libre en ellos o duplica su efecto? Pero lo que Malena ha descubierto en el narrador del Zidovtské es belleza. Y le desborda tanto que ella se siente infeliz. ¿Porque no puede compartirla con nadie? ¿Porque nunca se posee plenamente? ¿Porque siente su ser íntimo siempre dividido y en continua expansión, sin poder fijarlo en ninguna parte? Oh, cuando pienso de esta manera, cuando me asaltan estas dudas me siento embriagado de Malena. Aunque no la entienda del todo. Pero entonces temo esa absorción. Temo que me abduzca hacia un mundo donde no sabría estar como ella.

2 comentarios:

  1. Genial. Puedo entender esas emociones perfectamente. Además... están tan bien expresadas. Un fuerte abrazo.

    ResponderEliminar
  2. Se producen tantas emociones en situaciones como la descrita...que no sé si las alcanzo. Agradezco tu estímulo, Emejota.

    Un abrazo.

    ResponderEliminar