Cuando iba a salir para la estación me ha llamado Malena. Nos quedamos en Dresde, Michal. ¿Cómo que nos quedamos?, respondo. ¿Quiénes, por qué? Malena, al sentir mi alteración, se siente obligada a precisar más: Karel ya está de vuelta porque tiene que abrir mañana la tienda; dos días cerrada es demasiado tiempo para él. Nos quedamos Jan y yo, hemos encontrado una pista de la maleta que puede dar resultado. El verdadero interés es mío y solo mío, pero él se empeña en que no puede dejarme sola en una ciudad que apenas conozco. No te preocupes, tesoro. Ah, y ha insistido en que te diga que estés tranquilo. Me sienta como un tiro tanta bondad ajena, pero me contengo. ¿Tenéis sitio para pasar la noche?, le pregunto con cierto retintín. No, buscaremos algo barato; total se trata de descansar un poco y madrugar para hacer unas visitas. Michal, esto es emocionante, es como una novela. ¿Esto?, pero ¿es que tienes algo fiable y sólido entre las manos? ¿O es tu imaginación febril, para variar, lo que te excita y te hace ver aquello que aún no se ha convertido en luz?, le digo con clara indignación. Nunca crees en nada, Michal. Malena se defiende como gato panza arriba. Nunca has tenido mucha sensibilidad. La sensibilidad está hecha para volar, se logre algo sólido en esta vida o no. Es lo que da aliciente, ganas de buscar y, encuentres o no lo que te propones, mientras te expandes has vivido, ¿te enteras? Su tono es tan áspero que temo lo peor. Y sigue. Parece mentira, Michal, que tú, precisamente tú, que has conocido la conspiración, que te has dejado arrastrar en otro tiempo por la ilusión de los combates en los que tanta fe tenías, muchos de los cuales eran ficticios porque, entérate, nunca desafiasteis de verdad el poder real del Estado, es increíble, digo, que ahora seas incapaz de entender que yo me mueva por pequeños detalles y que siga rastros que no importa que sean ilusorios, e incluso no me lleven a ninguna parte. No, no es verdad. Me llevan a una. A ponerme en el lugar de aquellas personas que se amaron contra las dificultades. Y que pudieron perecer precisamente por ese motivo, por arriesgarse en medio de las contrariedades y de los inconvenientes que iban multiplicándose por todo el continente. Malena me deja mudo, ella lo advierte. ¿Michal? Sé que me estás escuchando aún. Todo esto ha surgido, yo no lo he forzado. Pero no puedo dejar que se escape la posibilidad. Y aunque no demos con la verdad de aquellos acontecimientos, pienso que si no lo intento me quedaría para siempre con una sensación frustrante. Y me parecería que soy otra. Entonces es cuando de verdad estaría perdida. Y cuando realmente me habrías perdido. No pude resistir más aquella catarata desproporcionada de palabras y la he colgado. Debe haber una botella de vino de Moravia por alguna parte, reservada para alguna ocasión especial. Se me antoja que ésta es la ocasión.
A Malena que la aguante Jan, Michal. Bébete la botella y llama a Martina.
ResponderEliminar(humilde deseo de una lectora)
Se lo transmitiré al narrador, Rat. Esa chica se está poniendo muy dominante. Un beso.
ResponderEliminarCreo que el narrador te ha escuchado, con esta picia de Blogger ya no sé por dónde me ando. Gracias.
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