Los mejores amantes no son los intelectuales, Michal. Yo no me considero de esa especie, Malena, pero no creo que tenga que ver la actividad ni la clase social ni la edad con el afecto. No te pienses que no, y además no hablo de afecto, hablo de la carne pura y dura, Michal. Malena es delicada cuando quiere, pero tajante cuando le parece. Los intelectuales engatusan, gusta escucharles, despliegan un mundo delante de ti, pero cuando te abrazan siguen envueltos en una nube imprecisa. Les falta, ¿cómo lo diría?, ese punto de desconexión con su mundo y de decisión resuelta para afrontar la simple materia. No se arriesgan, no buscan la belleza del instante ni del cuerpo tangible ni de los sentidos. Me alegro de no ser un intelectual, le replico con énfasis. No, no lo eres, pero, y si yo te dijera que te comportas como uno de ellos ¿qué dirías? Que no te creería, y no me da la impresión de que a ti te lo parezca. Malena ríe escandalosamente y no acierto a saber si se burla o es el efecto del ardid al que me somete. Me molesta no tanto el ruido de la carcajada como una mirada que no para de girar, brillante y chancera, y que no sitúo. No debo mostrarme tocado, pero no entiendo si habla en serio o si pretende provocarme y, en cualquier caso, no me parece leal. Malena, ¿consideras a Jan un intelectual? Malena sabe parar los momentos de ataque; sencillamente, haciendo como que no va con ella la pregunta. No es fácil encajar a Jan, responde. Es un anticuario que vuela por un espacio desconocido por nosotros, que formamos la infantería de la vida, el subsuelo. No es tampoco un simple diletante, sino alguien que se introduce con su imaginación por las avenidas de la creación, y también por sus callejuelas. Penetra en las estancias de las formas, rasga la historia que gira en torno a cada objeto y sigue el hilo de cada obra hasta encontrar una razón superior. Es lo que queda de los viejos alquimistas, nunca seguros del sentido de una materia, nunca crédulos de la teoría, jamás rendidos ante los ojos ajenos. Me asombra el conocimiento que Malena tiene del anticuario; me asombra y me espanta. Es como si no hubiera dejado de conocerle nunca, y no cesa de precipitar opiniones sobre él. Jan es muy particular, Michal. Sabe disfrutar de otros tiempos, prospecta con gozo todos los estilos del arte que puedan ponerse delante de sus ojos, se recrea en una tensión permanente entre el engaño y la verdad, entre lo aparente y lo firme, entre la belleza innata y la fealdad que simula belleza. No puedo contenerme. ¿Quieres decir que eso le condiciona para amar o que más bien le salva, Malena? Oh, Michal querido -y su tono de voz posee un cierto sarcasmo lastimero- esa manera de ser sólo le hace diferente.
Qué difícil es mantener el equilibrio cuando te absorbes en una forma mental de experimentar las cosas, es un escudo también, contra la realidad, contra todas esas cosas dolorosamente bellas, contra la propia sensibilidad que se apaga cuando todo lo enfocas con la mente. Es difícil mantener ese equilibrio, sentir y pensar, difícil, pero necesario. Esta serie me encanta, Fackel, me gusta y me regusta.
ResponderEliminarPues por eso hay que salvar a los alquimistas, porque van más allá de la teoría, la retuercen hasta que logran sacar de ella un elemento, precisamente el que estaban buscando.Malena y Kafka, juntos y tan reales que parecen de ficción.
ResponderEliminarGracias por unirte a mi blog.
increiblementemente fresco, sencillo y claro a la vez que profundo.
ResponderEliminarTienes una forma muy interesante de exponer tus ideas.
Y por eso me ha gustado.
un saludo!
Claro, Susan, ahí está una de las claves. Mantener el equilibrio aferrándote a una visión, pero a veces el interior nos pide tener otras visiones. Y volvemos a caminar como los funambulistas. Teniendo siempre presente no mirar abajo.
ResponderEliminarSigue pues leyendo. Gracias.
Bienvenida, Amaltea (curioso y mistérico nombre, ya he visto tu blog) ¿De verdad te parece que M y K están juntos y reales? Los alquimistas de ayer son los perseverantes de hoy en cualquier clase de indagación. Eso me parece.
ResponderEliminarBuena noche.
Nobodyetc. Gracias por tu opinión. Y sin embargo, mira que pienso que soy enrevesado...
ResponderEliminarSalud y lectura.
Acabo de conocer tu blog y esta serie me ha parecido soberbia.
ResponderEliminarEl fragmento que acabo de leer es de una profundidad que me ha dejado perpleja.
Me gusta.
Gracias por seguir mi blog. Pásate cuando gustes. Serás bienvenido.
Bienvenida, CMG. Uf, eres demasiado benévola, como Malena. Tienes mucha Antorcha hacia atrás, no te indigestes.
ResponderEliminarGracias y buen descanso.
No te preocupes, estoy acostumbrada a devorar libros. :)
ResponderEliminarQue el espíritu de los Upanishad te cojan relajada, CMG.
ResponderEliminarMucho me temo que Malena aquí generaliza en exceso, y eso es lo mismo que equivocarse. El intelectual - como todos - tiene dos personalidades: la humana, y la animal que aún subyace en nosotros.
ResponderEliminarSaludos, y un abrazo.
Claro que Malena generaliza. Es una tendencia habitual y contradictoria en nuestros comentarios cotidianos eso de generalizar y a veces nos sentimos pillados y matizamos: bueno, ciertos individuos, decimos, algunos, hay gente...Manías que hay que combatir seguramente. Pero las generalizaciones tienen su parte de disputa y sirven para adentrar en el debate y la indagación. Aunque hay mucha gente que se queda en el tópico, y tan felices. Aggg.
ResponderEliminarYo diría que el intelectual tiene alguna personalidad más: la vacuidad en ocasiones, la apariencia en otras, la insuficiencia oculta por la suficiencia formal...Y su capacidad de ocultamiento: hace mucho que no se sabe de esa figura ni de su vieja condición de acicate contracorriente y contrasistema. Salvo valientes y dignas excepciones.
Salud.