"...Y es que en la noche hay siempre un fuego oculto". Claudio Rodríguez





martes, 30 de noviembre de 2010

Geometrías invariables, 3


necesita saber algo que no le digan los personajes, él se aleja de los personajes, se alejó hace mucho, en su infancia y en su juventud fue mucho al cine, casi vivía en el cine, casi se alimentaba del cine y expresaba la vida real como si fueran escenas de películas, le contaba más a su madre y a sus amigos de las películas que de sí mismo, y a veces cuando hablaba de sí alteraba su cotidianidad y la disimulaba con rasgos de la ficción, ya apenas va al cine y lo lamenta de tan escéptico de los personajes que se ha vuelto, vio algo de teatro, incluso lo representó, no lo frecuentó más porque no era difícil hacer teatro sin escenario con los atrezzos de cada día y con los espectadores de su entorno en cada día, no era excesivo hacer un escenario de cada instancia obligada por donde se movía, ya no lo pisa, se dejó robar algún tiempo por la televisión, ahora la desconoce y busca la excusa para no verla en la complejidad de los mandos a distancia, y en el tiempo que le lleva dar con la sintonización ha perdido el interés en colocarse ante la esfera catódica, dedicó esfuerzos y horas en planas de periódicos y revistas, mundo éste del papel de un día a otro donde se esbozaban comentarios que iban abriendo luz con composiciones nuevas de imágenes, la imagen siempre, complementaria y multiplicadora de efectos, aquellas publicaciones que alternaban la fotografía o la maqueta imaginativa y atrayente con lo escrito, más duro y dificultoso, cuando aún distaba bastante de comprender que la misma escritura está repleta de imágenes, artificios, construcciones y geometrías, y él amaba aquella prensa que crecía rompiendo y articulando rigores, endulzando la forma para que el contenido fuera más llevadero, más accesible, más seductor, ese ámbito de lo impreso y circulante le atrapó en alguna época de su vida, le hizo arriesgar, esforzarse, correr de aquí para allá, poner dinero de su bolsillo incluso, sortear a los ángeles negros que de haber dado con él le hubieran arrojado a los infiernos intolerantes, él se sentía fuerte en el ejercicio clandestino de la creación de la prensa modesta, creía en el mensaje y en el mensajero, creía en el destinatario y en la redención inherente a las ideas que plasmaba, ahora ha reducido a mínimos la prensa, y así es en otros aspectos, en todo es como si se alejara de los personajes, es como si hubiera hecho purga con los personajes, no le basta a estas alturas cualquier tipo de personaje, no le merecen apenas crédito los modelos, apenas le interesan esos que piensan que son paradigma, ni otorga fiabilidad a los prototipos que la sociedad calza, y duda de los ejemplos, porque si estos existen no se venden ni se ofrecen ni se airean, y le parece que las figuras que hacen que representan algo en la actividad del entorno, de la política o el arte o la escritura, se le caen del programa de su búsqueda como malos teloneros, entiende que hay personajes que no siempre fueron lejanos, y que le hablaban, y que le infundían valor y respeto, personajes que pudieron ser faros morales estuvieran acertados o no, él los consideraba referentes necesarios para ver en la oscuridad de la noche histórica, aquellos personajes de la irrealidad no anulaban los otros personajes más directos, que nunca tuvo claro si eran más reales, al menos parecían tangibles y cuando iban a ser sometidos a la prueba de su curiosidad, cuando iban a ser explorados por sus exigencias, cuando iban a ser cuestionados por los requerimientos que él imponía, aquellos personajes temblaban, mudaban, renunciaban a sus palabras con el desaire de la abyección, en algunos casos, de sus hechos, aquellos cuyo trato físico ha sido frecuente y abundante durante décadas, y que ahora, encarnados con cuerpos ajados, ejerciendo con actitudes seniles, aunque la apariencia quiera transmitir que están en ascenso vital, destellando en algunos casos efectos cautivadores, le parecen diminutos y grises, le parecen agotados y renunciantes, y sigue mirando en algún territorio cómplice por el que deambula en secreto, entre los relatos, porque no obstante él sabe que no sería justo ignorar a los personajes que han pululado entre las páginas de las narraciones, personajes que le han ofrecido historias, luego experiencias, luego sabiduría, pero siempre interpretaciones relativas, y a su vez las historias han cedido su espacio colectivo y dimensional a los personajes, transformándolos, conduciéndolos a metamorfosis donde resultan más auténticos, porque ha visto en ellos lo sorprendente, ha visto en esos personajes de las novelas no una mera proyeccción de aquellos que ya comprueba que se mueven en su entorno, ha visto que los personajes sorprendentes lo son porque ni son iguales ni son diferentes del todo de los que visten en derredor, a muchos de ellos, de esos protagonistas de los libros, les salva de la quema, les permite que floten ya no tanto en su recuerdo como en una presencia fresca y latente, y que le vengan todavía a decir algo, y los ve, los observa con cálido respeto, y los acoge en la frialdad de la noche de sus dudas, y se deja reconfortar por ellos en las horas en que sus desgarros frecuentes le anticipan premonitoriamente su demolición paulatina, incluso se aferra e hila con ellos estrategias resistentes


(Pintura de Xabier Morrás)

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